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Jueves 27 de diciembre 2012

Las hallacas sin Chávez

Por: Rubén de Mayo.
Las hallacas sin Chávez
Foto: Referencial

En estas fechas, no hay nada que sea tan alentador que ir a un centro comercial y percatarse, ante el feliz y gozoso consumismo, que los temores de la siempre histérica oposición por el comunismo son infundados; justificables solamente para acrecentar nuestra división en dos bandos contrarios.

También, el consumismo salvaje en nuestra sociedad es el más rotundo mentís a esa prédica anticapitalista de este socialismo de bolsillos llenos (veamos cómo vive la élite gubernamental) y seguidores tarifados, funcionarios, pedigüeños y limosneros del gobierno. Normal en un Estado rico en medio de una sociedad de pobres.

Creo que no es un secreto para nadie, que ese carisma de Chávez, del cual tanto se ha hablado, se funda, entre otras cosas, en su chequera generosa y dispendiosa. Sin un barril de petróleo a tan altos precios; sin esta bonanza petrolera que hemos disfrutado y el manejo personalista que desde la presidencia se ha hecho de estos recursos, el carisma de nuestro magnate criollo se hubiese volatizado hace tiempo, por mucha propaganda y manipulación mediáticas imperantes.

En nuestro país, definitivamente el dinero vence al galán (hablo de Capriles), y más si este galán se nos presenta con un mensaje vacuo (menuda ridiculez lo del "autobús del progreso", de pelambre positivista, sin la brillantez intelectual de: César Zumeta, Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz, exponentes señalados del positivismo conservador, que en nuestro país llegó a ser verdadera religión científica y política), exento de retórica, sagacidad y olfato políticos; y con una comparsa de niñitos bonitos bienintencionados, descafeinados, más fríos que una embajada, sin lupanar; pies cansados por el hastío; desgarro de vida; ron; hambre y olor a Pablo Pueblo.

A esta oposición con suerte no la salvarán las urnas electorales ni sus buenas e ingeniosas maneras de conectar con el pueblo, sino la vida misma, que incluye a la muerte también: la enfermedad terminal de Chávez hará lo que ella no pudo ni supo hacer. Porque chavismo sin Chávez habrá, pero estarán tan perdidos y en naufragio como la oposición; tal cual como lo estaría un régimen político personalista, y éste lo es en sumo grado, sin su principal líder, máxime cuando la ideologización socialista de las grandes masas ha fracasado ante este esplendoroso consumismo y materialismo de nuestra sociedad, palpable en esta locura de compras y derroches decembrinos, con whisky del bueno, escocés del ostentoso, y en esta delincuencia voraz y asesina para hacerse con los bienes del otro.

Así que tenemos nuestro plato típico navideño, las hallacas, sin Chávez, como anhelaba con frenesí la oposición. Pero da vergüenza ajena de que sea así, de este modo, teniendo como aliada a la muerte con su guadaña.

Fíjense, a mí hasta no me sabe igual la multisápida (como llamó Rómulo Betancourt a la hallaca), y yo también la quería sin Chávez, pero en un escenario político prometedor y sin aliada tan funesta. Ahora la tengo que apurar, no disfrutar lentamente en el paladar, con la amenaza árida y desoladora de Maduro y Capriles; ambos demasiado grises para la alegría de sabores y colores de nuestro manjar decembrino por excelencia. ¡Que no les caigan mal las hallacas sin Chávez!

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