El hecho lamentable de que en México y Centroamérica la violencia vinculada al crimen transnacional organizado ocupara con frecuencia los especio mediáticos y los foros de reflexión, hizo menos aparentes algunos de los grandes retos que algunos países sudamericanos enfrentan hoy y deberán resolver en el futuro inmediato.
Cierto, el crecimiento de economías sudamericanas como Brasil, Argentina, Chile y Perú acaparó la atención pese a que, en mi opinión, trajo consigo el riesgo de la “reprimarización” de las exportaciones, particularmente de naciones productoras de materias primas (agrícolas y minerales), cortesía principalmente de la incursión de China como gran consumidor mundial.
Pero mientras esta expansión económica tomaba vuelo para después decaer, el escenario político en algunas naciones sudamericanas se complicó tanto que es difícil adelantar vísperas para 2013. Me refiero sólo a dos:
En Venezuela, el presidente Chávez fue reelecto para un cuarto mandato. Sin embargo, existen serias dudas acerca de sus posibilidades de tomar posesión el 10 de enero, según estipula la Constitución venezolana, en virtud de que el pasado día 8 hiciera del conocimiento público que no había vencido al cáncer por lo que debía regresar a Cuba para una cuarta operación. En su mensaje, en un gesto casi dinástico, señaló que si por alguna razón no pudiera concluir su mandato, Nicolás Maduro, vicepresidente de la República y Ministro de Relaciones Exteriores, debería hacerlo. Pidió además a los venezolanos que, de llamarse a nuevas elecciones, votaran justamente por Maduro. Esto no sólo ha causado tiranteces al interior de la cúpula venezolana, sino que ha llevado al propio Maduro a hacer esfuerzos especiales para darse a conocer entre la población cuando queda poquísimo tiempo: si Chávez no asume, el nuevo llamado a elecciones debe darse 30 días después.
En Argentina, luego de once años de la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, como consecuencia de una de las perores crisis de la historia de ese país, pobladores de barriadas pobres de diversas zonas —desde la Patagonia hasta el gran Buenos Aires— volvieron a las prácticas de entonces: asaltos a comercios de todo tipo, enfrentamientos con la policía y pérdida de vidas humanas. Los gobiernos locales insisten en que no se trata de hechos que tengan que ver con conflictos sociales o la supervivencia de la gente, pese a que la inflación es cerca del 23%, sino con actos vandálicos de grupos ligados al narcotráfico o de plano anarquistas. El gobierno federal culpa al sindicato de camioneros, que lidera Hugo Moyano, quien el año pasado rompió con la presidenta Cristina Fernández y rechaza estar involucrado. Pero es innegable que la Argentina de los últimos tiempos ha estado marcada por el descontento popular. “Cacerolazos” y marchas se registran en todo el país, la economía crece poco y el desempleo avanza. Incluso las patronales agrarias convocaron a una huelga de 24 horas, durante las cuales cesará la comercialización de ganado, luego de que el gobierno decidiera tomar posesión del inmueble ubicado en uno de los mejores barrios residenciales de Buenos Aires, que pertenece a la poderosa Sociedad Rural Argentina (SRA). Si bien se argumenta que el precio de venta no reflejó el valor del predio, los expertos encuentran que la incautación está vinculada al enfrentamiento de casi cuatro meses que, en 2008, contrapuso a agraristas y gobierno por un aumento en los impuestos a las exportaciones. Sin duda, ambas situaciones plantean un riesgo serio para la estabilidad sudamericana.
Es pues imperativo que las decisiones que soberanamente tomen las dos naciones en las próximas semanas, tengan en cuenta las posibles repercusiones sobre su entorno, no exento de fragilidades.
Nota publicada en eluniversalmas.com.mx