Si Chávez muere, habrá nuevas elecciones

Se especula acerca de la salud del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien con siniestra alma de dictador, buscó perpetuarse en el poder por largos años, sin contar con que un cáncer, a estas alturas, ya casi generalizado, lo mantiene desgraciadamente cerca de la muerte. La pregunta formulada ahora es ¿qué pasará si muere antes de juramentar su nuevo mandato? Recordemos que en las últimas elecciones de 2012, logró la victoria frente a Henrique Capriles.

Analicemos la figura constitucionalmente. La actual Charta de la República Bolivariana, vigente desde 1999, señala con respecto a la toma de mando en su artículo 231° que el candidato elegido asumirá posesión del puesto, el diez de enero del primer año de su período constitucional, mediante juramento ante la Asamblea Nacional o ante el Tribunal Supremo de Justicia. Se establece que son faltas absolutas “la muerte, la renuncia, la destitución decretada por sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, la incapacidad física o mental permanente, el abandono del cargo, así como la revocatoria” y que cuando se produzca alguno de estos impedimentos, en lugar de que alguien tome posesión del empeño, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días siguientes.

E interinamente, se encargará de la Presidencia de la República, el presidente de la Asamblea Nacional. Solo en caso de faltas temporales, asume el vicepresidente ejecutivo y hasta por noventa días prorrogables por la Asamblea Nacional por noventa más. Solución caótica, anárquica, injustificable, porque los textos constitucionales del derecho comparado le dan hereditariamente facultades plenipotenciarias al vicepresidente de la República. Así es aquí, en el Perú y en la mayor parte del mundo, los Vicepresidentes reemplazan a los jefes de Estado en impedimentos totales (muerte, destitución, incapacidad, impeachment) o temporales, pero en Venezuela se ha preforjado desde hace años una tinterillada confusionista con la cual Hugo Chávez podría autoprotegerse de dramas en la sucesión.

Su obsesión onírica es el complot que pudiese destituirlo para complicar una solución de facto, pero los textos constitucionales de antaño pueden hogaño favorecerlo. Aquellas normas discutibles han regido cuando gobernaban Rómulo Gallegos y Carlos Andrés Pérez dentro de los demócratas y Pérez Jiménez, dentro de los fascistas. Los constitucionalistas venezolanos son, obviamente, enredistas y no líderes de soluciones. Hoy enfrentamos esa situación en su máximo esplendor y tipicidad (Con información del diario Expreso).