Llegamos al chavismo sin Chávez

Existen suficientes evidencias de que el Presidente Chávez no tiene un futuro promisor: Cuatro operaciones quirúrgicas, innumerables sesiones de radio y quimioterapia, más una larga convalecencia en Cuba permiten predecir que Chávez no se recuperará totalmente. Aunque logre sobrevivir, su capacidad de accionar político cotidiano se verá disminuida.

Esta realidad ya se reconoce a nivel mundial, inclusive por simpatizantes del régimen como Heinz Dietrich, quien en una entrevista concedida a CNN la semana pasada afirmó que ya entramos en la campaña electoral para buscar sucesor a Chávez.

La oposición en muchas oportunidades se ha engañado a sí misma: asegurando que contaba con la mayoría cuando no era así en los referenda pasados; o asumiendo que los chavistas eran "brutos", cuando han mostrado ser inteligentes y disciplinados políticamente.

Ahora, la oposición confía que "muerto el perro se acaba la rabia"; es decir, que no puede existir chavismo sin Chávez, que el comandante es fundamental para mantener la cohesión de los implicados en el proceso.

Rumores de disputas internas en el PSUV han copado el discurso de la oposición y existe la confianza de que la ausencia de Chávez, aunado a la escasez de carisma de los líderes chavistas y sus contradicciones internas dictarán el fin de la hegemonía roja.

Juega a favor de esta tesis el inminente deterioro de la calidad de vida de los venezolanos, producto de años de políticas macroeconómicas que han generado deficiencias microeconómicas.

Pero ¿qué tal si no sucede así? ¿O no tan rápido como se piensa?

A pesar de las innumerables contradicciones que alberga el chavismo, la cúpula del PSUV sigue controlando los recursos, tienen la fórmula del éxito y saben que la unión garantiza su supervivencia.

Acelerarán el proceso de canonización revolucionaria de Chávez (vivo o muerto, da igual) que les servirá para quedarse en Miraflores; mantener la unión –así sea por la fuerza, y darle dirección al proceso. Seguirán manejando el poder y los recursos a discreción y mantendrán intacta la política de avasallamiento y descalificaciones ante las posiciones divergentes.

El poder de la imagen de Chávez sumado a los petrodólares y el control de las instituciones, les garantizarán el apoyo popular que es el  ingrediente real de su poder.

La oposición debe concentrarse en seguir erosionando ese activo, aunque debe entender que aún requiere de mucho trabajo para hacerse con una mayoría. Y Chávez seguirá jugando en su contra, en el imaginario político, aunque no esté activo políticamente o vivo.