Fidel acaba de cumplir 54 años con el poder absoluto en Cuba, más que ningún otro dictador en la historia de la Humanidad. Y en las postrimerías de su vida de emperador ha logrado colonizar una nación, jugosamente petrolera, para sostener el inmenso fracaso socioeconómico de su triste gobierno. El apoyo económico de la Unión Soviética entre 1959 y 1989 le había permitido a millones de cubanos, anulados en sus capacidades para opinar, para disentir y para producir, llevar una extraña vida de aletargamiento y sostenimiento en paupérrimas condiciones por parte del Estado. Los cubanos que se resistieron al sistema impuesto fueron fusilados, encarcelados o exiliados, o se fugaron de alguna forma, muchos perdiendo la vida en el intento. Precisamente, no se puede hablar realmente de magia hasta 1999, pues hasta ese año no pasaba de ser una vulgar y cruenta dictadura.
La magia de Fidel tiene que ver con Venezuela, a quien siempre vio como paraíso petrolero de gobernantes zonzos a la vuelta de la esquina, de donde sacar los recursos para sostener a la sociedad de dependientes y sometidos políticos que había creado. Primero lo intentó estimulando y apoyando la lucha guerrillera en los años 60. Luego trató, con éxito parcial, embrujar a Carlos Andrés Pérez, quien a pesar de haber sido principalísimo actor en la lucha antiguerrillera como Ministro del Interior del presidente Rómulo Betancourt, permitió el acercamiento con Cuba y recibió a Fidel con todos los honores en su acto de "coronación", cuando se juramentó como Presidente de Venezuela por segunda vez. Caldera II continúo con la política de acercamiento a Cuba llevada adelante por CAP, quien en sus sueños de líder continental veía a Fidel como una plataforma nada desdeñable y de relativo bajo costo. Pero con CAP, viejo zorro de la política como él, Fidel no consiguió mucho.
La ocasión se la pintaron calva los golpistas del Samán de Güere. Fidel se anotó con ellos desde sus inicios y, al salir de la cárcel de Yare, Chávez fue de inmediato a ver a Fidel, donde fue recibido de una vez como el futuro benefactor de la isla. Fidel apostó a Chávez con todos los recursos a su alcance, con toda la urgencia de la miseria y zozobra creada en Cuba por el hundimiento y desaparición del fracasado imperio comunista de la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas y la astuta negativa China de asumir los costos del régimen cubano.
La apuesta de Fidel y su inversión en el candidato Chávez sí fue magia de la buena. En las postrimerías de su vida, Fidel se ganó el premio mayor y la recompensa ha sido mucho mejor que lo que había soñado. En la práctica, Fidel, personalmente y a través de su hermano Raúl, contando con una cúpula de adláteres cubanos y venezolanos y decenas de miles de cubanos desesperados por mejorar sus ingresos, pasó a administrar el poder político y económico de la Venezuela saudita. Chávez siguió desde el comienzo todas sus instrucciones al pie de la letra. La astucia y experiencia de tantos años en el poder, le permitió a Fidel lograr la consolidación de su benjamín venezolano como una figura casi tan sagrada, para al menos un tercio de los venezolanos, como lo era él mismo para los cubanos que se tuvieron que quedar en la isla. Para ello dispusieron ambos de la mitad del ingreso petrolero extraordinario, la otra mitad bastaba para medio sostener a la nación y al Estado venezolano. Y un tercio de los votantes era suficiente, porque otro tercio de los venezolanos no entiende o no participa de las decisiones políticas, y al tercio opositor se le podía anular con el truculento control de los poderes del Estado, incluyendo a las Fuerzas Armadas, tema harto fácil para el experimentado régimen cubano.
Hoy, amaneciendo el 2013, Fidel y Raúl y su cúpula cubano-venezolana, creen controlar a la perfección a la sociedad y al Estado venezolano, tanto como ocurre en Cuba. Y gracias a ello, creen ellos, no importa para nada la ausencia del Mesías político fabricado con tanto dinero y esfuerzo en estos últimos 14 años. También creen ellos, que podrán meterse la Constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela por el ... paltó y mantener el estado de cosas muchos años más, simplemente con mantener viva la imagen del hombre que se supone encarna el asiento del poder. ¡Amanecerá y veremos!, dicen los viejos sabios.