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Miércoles 23 de enero 2013

Teatro, fútbol y empresa

Por: Grover Pango Vildoso
Teatro, fútbol y empresa
Foto: Difusión

Hace bastante más de medio siglo el dramaturgo argentino Agustín Cuzzani escribió “El centro forward murió al amanecer” (1955), una farsátira que mostraba los sufrimientos y la rebeldía de “Cacho” Garibaldi, el mejor futbolista del momento, quien termina por asesinar a Lupus, un malvado empresario que colecciona personajes excepcionales, que es su propietario y le impide ser libre y feliz.

En estos tiempos en que el deporte ha superado los límites de lo meramente competitivo, cuya máxima expresión siguen siendo las Olimpiadas, asistimos a la exhibición de su culto como una opción empresarial y laboral que moviliza cantidades exorbitantes de dinero, especialmente en el fútbol. Baste saber que el pase del jugador Lionel Messi puede acercarse a los 140 millones de dólares.

Dicen los expertos que Messi bordea los 33 millones de euros anuales en ingresos, considerando remuneraciones y  contratos publicitarios. Alrededor de 107 millones de soles al año. Es decir: casi cuatro veces lo que ganan todos los 130 congresistas peruanos en un año [más de 28 millones]. Él solito.

Vivimos los tiempos superlativos del “homo ludens” (hombre que juega) y del “homo videns” (hombre visual). La gran industria del espectáculo deportivo sabe que los seres humanos necesitamos entretenernos. No falta quienes advierten con temor que la valiosa contribución del “homo ludens” sobre el “homo sapiens”, porque el juego es creatividad y además competitividad, va siendo desplazada y ahora asistimos a la seducción natural con que la imagen atrapa al “homo videns”.

En este vértigo se ha globalizado el deporte y gracias a la TV e internet podemos ver el fútbol más calificado del mundo. Por todas partes hay hinchas del Barcelona, del Bayern Munich, del Manchester United,  del Juventus o del Paris Saint-Germain. Y también del Corinthians o Boca Juniors. Cada día hay menos gente en nuestros estadios y lo primero con que sueñan los futbolistas juveniles es que los contrate algún equipo extranjero. Es explicable: ganar una treintava parte de lo que gana Messi es formar parte de los nuevos ricos del Perú.

Muchos millones de dólares y euros están detrás de esta industria que ha logrado movilizar un despliegue comercial y financiero que no cesa de reinventarse. Mientras los mundiales de fútbol ocurren cada cuatro años (intercalándose con las Olimpíadas) hay una sucesión frenética y simultánea de campeonatos, no sólo nacionales o continentales sino intercontinentales, que prácticamente nos permiten ver fútbol todo el año.

Estos futbolistas son unos artículos de lujo, qué duda cabe. Son unas máquinas humanas de habilidad y fortaleza. Viéndolos jugar resulta necesario preguntarse si todavía es posible ver algo más completo, pues además esa habilidad y fortaleza en el campo viene acompañada de un planteamiento teórico que dirigen desde fuera los entrenadores y sus equipos técnicos. Es el fútbol hecho arte.

Si alguna voluntad profética tuvo Agustín Cuzzani en su juego dramático, felizmente ella no se ha cumplido. Y el millón setecientos mil dólares que le costó “Cacho” Garibaldi al malvado Lupus es apenas el sueldo mensual de varias fulgurantes estrellas de este novísimo arte multitudinario, multimillonario y creciente.
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