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Jueves 24 de enero 2013

Congreso versus Voto Preferencial

Por: Eduardo González Viaña
Congreso versus Voto Preferencial
Foto: Difusión


En 1950, el general Manuel A. Odría se presentó como candidato a la presidencia del Perú.


A fin de enfrentar a su gobierno surgido de un golpe militar, la oposición presentó la candidatura del general Ernesto Montaigne. De manera inmediata, Odría hizo apresar y desterrar al otro postulante, y de esa manera llegó a las justas electorales como candidato único.
 
¿Quién ganó las elecciones?
 
¡Sorpresa! Ganó el general Odría.
 
Parece una historia de García Márquez referida a un pasado ignoto, pero la verdad es que algo muy similar va a repetirse en el Perú del 2013. El Congreso del país va a aprobar en esos días una ley que permitirá a los actuales representantes- y a  quienes tengan dinero para comprar una curul- ser elegidos sin pasar por el albur de que la ciudadanía les niegue lo que pretenden.
 
Prácticamente, ya la mayoría está de acuerdo en eliminar el voto preferencial.
 
Esta modalidad de sufragio-que está a punto de ser abolida-le permite al elector decidir a quien escoge para ser elegido dentro de todos aquellos que le presenta su partido. Vale decir que, aunque le presenten las balotas con un orden determinado por la cúpula, el votante común y corriente decide quién debe ser electo.
 
Seamos claros, y demos un ejemplo: el Congreso del Perú está integrado por 130 miembros. Si el partido A obtiene el 10% de los votos, le corresponden 13 representantes. ¿Quiénes son ellos?
 
Sin el voto preferencial, son los 13 primeros candidatos de la lista.
 
Con el voto preferencial, los ciudadanos que recibieron más votos individuales son electos. De esa manera, no son necesariamente ganadores aquellos cuyos nombres van del uno al 13, sino cualquiera que haya recibido mayores preferencias. Puede ser elegido el candidato 90 o el 130, por ejemplo.
 
Con la abolición del voto preferencial, no habrá sorpresas. Antes de los comicios, se sabrá quiénes van a ser los representantes elegidos.
 
Y no solamente eso. El negocio de las cúpulas partidarias será redondo. Porque, ¿quién decide a quienes se va a poner en los primeros puestos de la lista, o sea a los que van a ser necesariamente electos?
 
El líder o la cúpula del partido, desde Lima, por supuesto.
 
¿Cuanto debe pagarse para estar entre los elegidos?... Eso lo decide el líder del partido.
 
Pero un partido debe presentar 130 candidatos. ¿A quiénes se coloca en los 127 puestos restantes?... A quienes estén sedientos de figuración o los compañeritos disciplinados.
 
En esto no hay discusión. Los congresistas están mostrando una casi total unanimidad, igual a la que exhibieron hace un mes para aumentarse los sueldos.
 
Una multipartidaria comisión de constitución ya ha determinado que "Cada partido o alianza política presentará a sus candidatos en un orden de preferencia que no puede ser modificado por el elector. El elector sólo podrá emitir su voto por dicha lista, evitando agregar un candidato o mezclar su preferencia con candidatos de otras listas."
 
¿Puede llamarse democracia a un sistema en el que el pueblo recibe las cartas marcadas?... No tendremos tiempo de responder a esta pregunta porque el Congreso aprobará esta ley entre gallos y medianoche... como es su costumbre.
 

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