Ante un millón de ciudadanos Barack Obama inauguró su segundo mandato presidencial, con un brillante discurso de marcado tono progresista, que reabre el camino para alcanzar las metas que se propuso desde su primera presidencia.
Durante sus cuatro años iniciales, enfrentó una de las oposiciones más duras y agresivas que hayan existido en la gran potencia del Norte. El ala derecha del Partido republicano le hizo la guerra sin piedad a sus programas sociales y a su propuesta de elevar los impuestos a los más ricos. Mezclando racismo y conservadurismo de baja estofa, el llamado “Tea Party” se movilizó intransigentemente para entorpecer el proyecto de un mandatario al que calificaban de socialista y hasta de antiamericano.
La oleada reaccionaria entró al Congreso justo un año antes de las elecciones, con los votos suficientes para convertir en un callejón sin salida la ley del “abismo fiscal”, dejada como una trampa perversa por el segundo Bush. Esta norma cuyo límite de endeudamiento venía siendo ampliada sin mayor debate, es la espada de Damocles para Obama. Su mecanismo es de una simpleza aterradora. Fija una cifra al endeudamiento público que no puede ser modificada, lo que obliga al recorte inmediato del gasto. A su vez este monto que incluye el pago de los servidores del Estado y de los servicios sociales, no aumenta porque los ingresos del erario disminuyen como resultado del drástico recorte de impuestos a los que más ganan.
El malvado dispositivo hizo que las últimas semanas del año pasado alcanzaran una tensión sin precedentes, resuelta en el último minuto con una prórroga de pocas semanas para su aplicación.
Obama inicia su nuevo periodo con la misma amenaza pero con objetivos claros. Plantea sacar adelante sus programas sociales como Medicare, Medicaid y la ampliación de la seguridad social, así como defender el medio ambiente, mejorar la Educación pública, aumentar los impuestos a los súper ricos, limitar el uso de armas, garantizar los derechos de los homosexuales, propiciar la reforma migratoria y superar la doctrina de la guerra permanente en la política exterior.
Sabe que sin mayoría en el Capitolio la pelea será cuesta arriba, pero su apuesta es un nuevo sueño americano. Quiere que los principios de los padres fundadores del primer estado constitucional de la historia, se realicen en una sociedad de iguales plena de libertades. Cree en la justicia social para alcanzar la cohesión y sabe por ello que debe disminuir las graves diferencias entre pobres y ricos mientras promueve una sociedad de bienestar.
Obama enfrenta las recetas del capitalismo salvaje que desampara a los ciudadanos y profundiza las diferencias. Todo esto en una situación donde la crisis, generada por la codicia de los bancos, lleva a la derecha más retrógrada a pedir, como lo hace Taro Aso ministro de Finanzas de Japón, que los ancianos se mueran más de prisa para ahorrarse el gasto social (Con información del diario La Primera).