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REDES SOCIALES
Lunes 28 de enero 2013

Revolcatoria

Por: César Campos R.
Revolcatoria
Foto: www.politicosperu.com

Desde que el tema de la revocatoria (sacar o no a Susana Villarán de la alcaldía de Lima) ha cobrado su verdadera dimensión política (adelantar el escenario electoral del 2016 entre los potenciales candidatos), los elementos sustantivos de ese mecanismo de consulta han descendido Al sótano del debate. Lo del 17 de marzo no definirá el castigo o absolución de una gestión municipal. Será la calistenia de múltiples actores echando las cartas y cruzando los dedos para proveerse de oxígeno hasta las próximas elecciones generales.

El ejercicio de revocar es una práctica extendida a lo largo y ancho del país desde su consagración entre las normas de participación ciudadana. Alcaldes de todas las tendencias y orígenes han trajinado sus alcances, lo mismo que algunos pocos presidentes y consejeros regionales. Pero ello jamás había ocurrido en Lima metropolitana y eso marca la diferencia de visibilidad. Más aún cuando los sectores de la izquierda peruana pretendieron convertir el triunfo de Villarán en un paso delante de su recomposición.

Esto no es verdad. La candidata de Fuerza Social ganó bajo la fórmula del descarte que ya es moneda común en los procesos electorales de los últimos 23 años. Sólo Alberto Fujimori 1995 (avalado por la captura de Abimael Guzmán y el arrullo empresarial inspirado en el modelo económico) tuvo un voto afirmativo. Fujimori 1990 fue consecuencia del voto contra Mario Vargas Llosa, Alejandro Toledo 2001 contra Alan García, García 2006 contra Ollanta Humala, y Humala 2011 contra Keiko Fujimori.

Por Villarán se voto contra Lourdes Flores, heredando incluso el respaldo de quienes apostaron primariamente por Alex Kouri (tachado de la contienda por el Jurado Nacional de Elecciones), el ex alcalde y presidente regional del Callao al que los de la izquierda acusan de fujimontesinista. No hubo ideología. Las masas ahora no están con ella porque jamás las hizo suyas con la continuidad de las obras y por el estilo confrontador de sus inicios ediles (al que ahora busca echarle tierra).

Pero la izquierda quiere defender su espacio. Y los apristas han devuelto el ninguneo edil a su partido sumándose a la revocatoria. Y Alejandro Toledo como otros, creen que Alan García titiritea las maniobras de los de Alfonso Ugarte y deciden apoyar a Villarán. Y el PPC – como siempre – cobra la investidura de una malagua y apoya a la alcaldesa “con condiciones” (preferible la sinceridad militante de Anel Townsend). Y Keiko Fujimori demora pronunciarse pareciéndose cada vez más a Flores Nano en la costumbre de deshacer margaritas cuando todos le piden un “sí” o un “no”.

De esta forma, Villarán – hoy por hoy – sólo es el pretexto de una lucha encarnizada de actores colaterales. Sus adversarios la imaginan aplastada por el voto aluvional de los sectores D y E  a favor del “Sí” (las mujeres no lavanderas de San Juan de Lurigancho se lo aseguran), mientras que sus nuevos amigos miran a los enemigos del 2016. Ni unos ni otros la quieren de verdad. La revocatoria ha pasado a convertirse en una prueba de “revolcatoria”, de todos contra todos.   

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