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Lunes 28 de enero 2013

El delito de avaricia

Por: Lic. César Sánchez Olivencia
El delito de avaricia
Foto: hits999fm.com

(Escena de El avaro de Moliere)

“HARPAGÓN. (Llega gritando desde el jardín y sin sombrero.) ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Al asesino! ¡Al criminal! ¡Justicia, justo Cielo! ¡Estoy perdido! ¡Asesinado! ¡Me han cortado el cuello! ¡Me han robado mi dinero! ¿Quién podrá ser? ¿Qué ha sido de él? ¿Dónde está? ¿Dónde se esconde? ¿Qué haré para encontrarlo? ¿Adónde correr? ¿Adónde no correr? ¿No está ahí? ¿No está ahí? ¿Quién es? ¡Detente! ¡Devuélveme mi dinero, bandido!... (A sí mismo, cogiéndose del brazo.)

 ¡Ah, soy yo! Mi ánimo está trastornado; no sé dónde me encuentro, ni quién soy, ni lo que hago. ¡Ay! ¡Mi pobre! ¡Mi pobre dinero! ¡Mi más querido amigo! Me han privado de ti, y, puesto que me has sido arrebatado, he perdido mi sostén, mi consuelo, mi alegría; se ha acabado todo para mí, y ya no tengo nada que hacer en el mundo. Sin ti no puedo vivir. Se acabó; ya no puedo más; me muero; estoy muerto; estoy enterrado”.

Aunque aún no es un delito “de jure”; puede llevar a cometer un delito “de facto”. La etimología. La avaricia, viene del término avaritiam, que proviene del verbo latino avere, que significa “desear algo con ansia”. Es la ambición incontrolable de poseer y adquirir riquezas. Existen referencias de este trastorno en la mitología griega. La avaricia o codicia ha existido siempre en el mundo. La historia y la religión son los referentes más prolíficos: los  españoles contra los Incas en el siglo XVI y los judíos contra Cristo en el siglo I.

Es una costumbre que con el tiempo de hace “derecho”. Una mala costumbre. La costumbre es una forma inicial del derecho consuetudinario, que consiste en la repetición constante de un acto que con el paso del tiempo se vuelve obligatoria y por necesidad, consentimiento colectivo y apoyo del poder político llega a convertirse en ley. Cuando lo comete cualquier  Harpagón, es una cosa simple, pero cuando se trata de un político, es una cosa grave. Porque el pueblo se pregunta: ¿qué clase de gente hemos llevado al poder? El filósofo Fernando Sabater, dice que “dar al dinero más importancia de la que tiene, convirtiéndolo en un fin en sí mismo es lo que distingue la avaricia del ahorro.

Es una enfermedad que puede sufrir cualquier persona si se deja llevar por la ambición de tener riquezas que no le corresponden. Es un vicio espiritual, puesto que la persona ambiciona no carecer de nada. Poseerlo todo para casi nada. Ni siquiera respeta los bienes ajenos y pretende recibir más de lo que tiene derecho. La avaricia es la enfermedad del ahorro. A veces, el avaro o codicioso aparenta que no tiene casi nada. No es consciente de que esta nadería no lo lleva a ninguna parte. Se olvida que la vida es corta. Es un pobre avaro.

El ahorro era una virtud, pero el exceso de ahorro sin respetar los bienes ajenos es un delito o una inmoralidad o un pecado capital. ( Según el lenguaje de los creyentes).   Distingamos al avaro de la persona ahorrativa, que tiene conciencia de sus obligaciones familiares. El avaro lleva el ahorro a situaciones grotescas. El avaro moderno  tiene modales y una “razón” para apropiarse de los bienes ajenos: el progreso. Con este argumento justifica los más execrables abusos del poder. Lo único que le interesa es acumular un capital para sentirse poderoso.

Las codicias individuales son dañinas para la sociedad porque despreciar la felicidad de otros: una persona mejora su riqueza, porque otras la pierden. Aquí vale el principio de los recursos escasos en una economía de mercado.  La codicia ha sido más aceptada en la cultura occidental, donde tiene nueva etiqueta: ambición. (“Él es un político ambicioso”) La actitud paranoica de acumular riquezas es uno de los rasgos del capitalismo anticuado y mercantilista, que aún no aprende del capitalismo moderno e inversionista. Solo mide el éxito de una persona por la riqueza que logra acumular. Más peligroso que el codicioso es el que lo celebra.

En La Divina comedia, de Dante Alighieri, la avaricia figura en el cuarto círculo del infierno. Dice que   aquellos cuya actitud hacia los bienes materiales se desvió de la media adecuada son castigados en el cuarto círculo. Aquí están condenados los avaros, que acumularon posesiones, y los pródigos, que las derrocharon. Ambos grupos empujan grandes pesos a lo largo del círculo, pero cada uno en dirección opuesta. Cuando se encuentran, chocando, se injurian. Unos reprochan: "¿Por qué acaparas?", mientras que los otros: "¿Por qué derrochas?".

La avaricia es un pecado capital, prohibido por el noveno y décimo mandamiento. Dice Santo Tomás: “cuando el amor desordenado de sí mismo se convierte en deseo de los ojos, la avaricia no puede ser retenida. (…) La avaricia es un pecado contra la caridad y la justicia. Es la raíz de muchas otras actitudes: perfidia, fraude, perjurio, endurecimiento del corazón”. Este ha sido el vicio de  algunos  congresistas peruanos que extra legem trataron de otorgarse beneficios económicos, a costa del patrimonio de todos los peruanos.“En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos”. (M. Gandhi).

TAGS: Avaricia
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