El señor Rajoy, presidente del gobierno español, en visita fugaz, ha elogiado al Perú. Ha redescubierto, acicateado por las angustias económicas de su país, que en esta zona del mundo somos mucho más que sudacas. Es decir ciudadanos indeseables, de segunda, parásitos dentro de la sociedad española.
Naturalmente no ha recordado los maltratos a los ciudadanos peruanos que solicitaban visa, por el simple deseo de recorrer, por cultura, distracción y descanso, las ciudades españolas, para descubrir parte de nuestras raíces.
Todo peruano que pide la visa ha debido soportar las patanerías y la intolerancia de mileuristas disfrazados de funcionarios de Estado. Además de amanecer en la calle para lograr la autorización para ingresar a la sede del consulado.
España, en las épocas difíciles del franquismo al terminar la segunda guerra mundial, fue aislada y sólo encontró a pocos países nobles y generosos, como el nuestro, que no le dieron la espalda.
Tuvimos con España doble nacionalidad, nos sentíamos en casa al llegar a Barajas. Pero, con la ilusión de la prosperidad sin límites, nos impusieron la visa, como si los peruanos fuéramos extraños, como los actuales inmigrantes de Europa del Este, que deambulan por las calles españolas.
Ahora, ajustado en lo económico y desconcertado en lo político, Rajoy nos abraza y elogia. Gestos que no merecen mucha credibilidad. Menos sonrisas, discursos y frases vacías de contenido demandamos los peruanos. Comencemos por la supresión de la visa para conversar con seriedad. Le corresponde a España enmendar sus errores.
Nota publicada en larazon.pe