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Miércoles 30 de enero 2013

Sócrates murió condenado injustamente por la justicia ateniense

Por: Eudoro Terrones Negrete
Sócrates murió condenado injustamente por la justicia ateniense
Foto: Difusión

Sócrates era de contextura robusta, chato, bonachón, parco, honesto, feo, de ojos vivos y nariz roma,  muy hablador y de pensamiento profundo; andaba descalzo y cubierto con pobre manto.; amaba la frugalidad en las mesas, dominaba la lira, tenía dotes para persuadir y discutir; vivía entregado por entero a la filosofía.

Tenía gran capacidad de resistencia al hambre, a la sed y al frío; era insensible a los placeres de la vida; amante apasionado y humorista; interrogaba a toda persona que encontraba en su camino; dudaba y hacía dudar a las personas con quienes dialogaba en la búsqueda del saber y la verdad. Se autodenominaba El tábano de los dioses.

Ciudadano de ideal aristocrático,  humilde con su saber, decía: “Sólo sé que nada sé”;  “Si alguno de vosotros tiene más facilidad que yo para responder a mis objeciones puede hacerlo”.

EXCELENTE SOLDADO DE INFANTERÍA

Sócrates era un excelente soldado de infantería, gran Hoplita. A la edad de 40 años participó en la Guerra del Peloponeso, durante diez años y aquí pierde toda su fortuna. Pero también tuvo un rol preponderante en las batallas de Anfípolis, Potidea, Delios y Samos.

Al presidir la Asamblea del Consejo de los Quinientos o boulé, alzó su voz para defender a 8 generales acusados de negligencia en la expedición a las islas Arguinusas, en las que fallecieron dos mil ciudadanos atenienses. El Consejo de los Quinientos quería juzgar en conjunto a los generales, sin deslindar la responsabilidad personal de cada uno de ellos, hecho que fue calificado por Sócrates de inconstitucional, negándose por este motivo a someter a votación la moción respectiva. Sócrates no hizo caso a los Treinta Tiranos cuando le reclamaron que cancelara a León de Salamina, junto con otros cuatro ciudadanos, porque se oponían a los oligarcas que encontraban en su camino.

MORALISTA EJEMPLAR

Debe recordársele a Sócrates porque es un moralista ejemplar, férreo crítico de los gobernantes demagogos; cuestionó y denunció los actos de corrupción que se perpetraron en la democracia ateniense.

MÉRITOS FILOSÓFICOS

Sócrates es el creador de la filosofía antropológica, el fundador de la época clásica de la filosofía griega, el padre de la metafísica occidental, el creador de los métodos inductivo, introspectivo y mayéutico, el creador de la definición de valor universal y el fundador de la ética racional o intelectualista.

CONVIRTIÓ EN PROBLEMAS CIENTÍFICOS LOS PROBLEMAS PRÁCTICOS

Sócrates convirtió en problemas científicos los problemas prácticos, cuya solución parecía reservada únicamente a la ley, a la religión popular y a la costumbres. Introdujo en la filosofía la concepción “teleológica” o finalista del orden del universo. Sócrates alejó la filosofía de las cavilaciones y del escepticismo de los sofistas. Nadie aventajó a Sócrates en el dominio de la dialéctica. Sócrates es el creador del concepto de alma ligado al hombre y que ulteriormente lo tomaría la concepción judeo-cristiana. Combatió el relativismo y el escepticismo de los sofistas. Era un convencido que el auténtico conocimiento surge a través del diálogo, de preguntas y respuestas.

“CONÓCETE A TI MISMO”

Sócrates pensaba que el primer deber del filósofo es conocerse a sí mismo para luego conocer a los demás. Él quería que el hombre fuera consciente de sus potencialidades, aptitudes, destrezas y habilidades, que debería acudir a su vida interna en busca de la explicación de su propio ser, del saber, la verdad, el bien y la cultura. El conocimiento auténtico no era para Sócrates el saber teórico o puro, sino el saber práctico (techné), el saber útil que permita al hombre vivir mejor y ser feliz.


AMABA LA LIBERTAD

Nadie amó como Sócrates la libertad, con su independencia de criterio tuvo que enfrentarse al terrible poder de los políticos demagogos de su tiempo, en busca de la verdad poliédrica y de la justicia. Pero libertad entendida como el poder hacer todo lo que no perjudicase a los demás, respetando los derechos naturales de la persona y las leyes de la ciudad; libertad como facultad de expresión de sus ideas en cuanto mejor convenga al perfeccionamiento de la conducta moral de las personas y en aras del bien común.

SUPUESTOS DELITOS QUE COMETIÓ SÓCRATES PARA SER CONDENADO A BEBER LA CICUTA

En el año 399 a.C., por primera vez Sócrates comparece ante el tribunal de justicia, acusado de una serie de delitos. Se le acusó  por actuar en contra de las leyes patrias; negar la existencia de los dioses de la ciudad; introducir otros nuevos y falsos dioses bajo la denominación de demonios; corromper a la juventud a través de sus nuevas ideas religiosas, alejándola de los principios de la democracia; seducir con halagos a obrar mal; inducir a muchos para que actúen como él; actuar en contra de la religión; decir que el sol es una piedra y la luna una tierra; indagar secretos celestiales; entrometerse en asuntos que no son de su competencia; convertir en buena la peor causa; dedicarse a engañar a la gente por su facilidad de palabra que poseía; crear dudas y dificultades en la población; adormecer el alma y el cuerpo de sus oponentes; dedicarse a la enseñanza a cambio de una remuneración; ser criminal de Estado y enemigo de la ciudad; ser una persona malvada e infame; haber conspirado contra la democracia ateniense y haber sido maestro de  Criticas y de Alcibíades. Por estas y otras razones se  le condenó a muerte, bebiendo la cicuta.

No obstante que tuvo la posibilidad de aceptar el destierro como pena alternativa, Sócrates lo rechazó en cumplimiento de la ley y prefirió acatar el fallo de los jueces. Tomó conciencia de que al evadirse de la justicia perjudicaría a los ciudadanos atenienses, al Estado y a la misma autoridad de las leyes.

Los atenienses no lograron entender bien a Sócrates, sea por su gran erudición o por el proceso de reforma que propugnaba. Antes bien lo consideraron como un personaje perturbador de la vida pública y  la tradición, y para desprenderse de él tuvieron que recurrir a la calumnia y difamación en todo momento.

Sin embargo, debemos manifestar que los adversarios de Sócrates jamás le imputaron la comisión de delitos que se castigaban en aquél entonces con la pena de muerte como son el saqueo de templos,  la esclavitud de un hombre libre y la traición al Estado, entre otros.

LA DEFENSA DE SÓCRATES

Sócrates reveló en su autodefensa que los acusadores no dijeron una sola palabra que fuera verdad, por el contrario sembraron falsos rumores, difundieron malas noticias. Finalmente se  enfrentó a las “calumnias envejecidas” que habían echado “profundas raíces”.

Empezó su defensa así: “Venga lo que los dioses quieran, es preciso obedecer a la ley y defenderse”.Refirió que no le permitieron conocer ni nombrar a sus acusadores, a excepción de un cierto autor de comedias. Dijo que las falsedades difundidas sobre su persona se debían a “envidia o malicia”. Reveló que su reputación adquirida se originó en una cierta sabiduría que él tenía y ofrecía por testigo de tal sabiduría al mismo Dios de Delfos.

Querefón, compañero de infancia de Sócrates y desterrado junto con muchos atenienses, preguntó un día al Oráculo de Delfos si había en el mundo un hombre más libre, más justo y sabio que Sócrates, y la Ptythia le respondió, que no había ninguno, y que Sócrates era el hombre más libre, más justo y sabio entre todos los hombres de la Grecia antigua. Sócrates reflexionando sobre la respuesta del Dios de Delfos dijo que en él no existía “semejante sabiduría, ni pequeña ni grande”. Y no se cansaba de difundir la expresión “Sólo sé que nada sé”.

Sócrates empieza dialogando con un ciudadano que pasaba por uno de los más sabios de la ciudad, que todo el mundo le creía sabio y era uno de los grandes políticos. Concluye que en realidad no lo era y se esfuerza en hacerle ver que de ninguna manera era lo que él creía ser y que había una diferencia entre el político y él: que el político “cree saberlo aunque no sepa nada”, en cambio Sócrates “no sabiendo nada, cree no saber” y en esto, decía, “era más sabio, porque no creía saber lo que no sabía”. Esto no le cayó bien a los políticos y lo tomaron como a su enemigo.

Sócrates se fue a casa de otro ateniense, al que se le tenía por más sabio que el anterior, y se encontró con lo mismo, granjeándose nuevos enemigos.

Sin desánimo va en busca de otros, prefiriendo a todas las cosas la voz del dios y se encuentra con la misma sorpresa: “todos aquellos que pasaban por ser los más sabios, –decía– me parecieron no serlo, al paso que todos aquellos que no gozaban de esta opinión, los encontré en mucha mejor disposición para serlo”.

Posteriormente, busca a los poetas trágicos, ditirámbicos y otros, pensando encontrarse más ignorante que ellos. Examina a las mejores obras de estos poetas, les pregunta lo que significan y cuál era su objeto. Sócrates confiesa la verdad: “No hubo uno de todos los que estaban presentes, incluso los mismos autores, que supiese hablar ni dar razón de sus poemas… que todos dicen muy buenas cosas, sin comprender nada de lo que dicen”. Entonces, les deja persuadidos que él era “superior a ellos, por la misma razón que lo había sido respecto a los políticos.

Sócrates intercambia ideas con los artistas. Estos sí sabían cosas que él ignoraba y en esto eran ellos más sabios que él. Pero los artistas más entendidos le pareció que estaban incurriendo en el mismo defecto que los poetas, encontrándoles a todos ellos que se creían muy capaces e instruidos en las más grandes cosas, y esta extravagancia quitaba todo el mérito a su habilidad.

Todas estas indagaciones que realizó Sócrates sobre la supuesta sabiduría de los políticos, poetas y artistas había originado odios y enemistades peligrosas que produjeron todas las calumnias que se sabía en el pueblo ateniense y que le han hecho adquirir el nombre de sabio; porque todos los que me escuchan, decía Sócrates, « creen que yo sé todas las cosas sobre las que descubro la ignorancia de los demás».

Finalmente Sócrates puntualiza que sólo Dios es el verdadero sabio. Y convencido de lo expuesto, continúa sus investigaciones, esta vez con extranjeros y concluye de manera similar a lo anterior que ninguno es sabio, que sólo Dios es sabio.

SÓCRATES CONTRAATACA

En su defensa, Sócrates contraataca, respondiendo así: “Yo, atenienses, digo que el culpable es Melito, en cuanto, burlándose de las cosas serias, tiene la particular complacencia de arrastrar a otros ante el tribunal, queriendo figurar que se desvela mucho por cosas por las que jamás ha hecho ni el más pequeño sacrificio, y voy a probárselo”.

Sobre la acusación de corrupción a los jóvenes, Sócrates pregunta a Melito: “Aún más, Melito, ¿tú afirmas que corrompo a los jóvenes con esta conducta? Todos sabemos sin duda que clase de corrupciones afectan a la juventud; dinos entonces – pregunta Sócrates- si conoces a algún joven que por mi influencia se haya convertido de pío en impío, de prudente en violento, de parco en derrochador, de abstemio en borracho, de trabajador en vago, o sometido a algún otro perverso placer”. “¡Por Zeus! dijo Melito. Yo sé de personas a las que has persuadido para que te hicieran más caso a ti que a sus padres”.

Ante la pregunta de Sócrates ¿quién es el que puede hacer mejor a los jóvenes?  Melito respondió así: Son Sócrates, todos los jueces aquí reunidos, los que vienen a las asambleas del pueblo y los senadores que nos escuchan. Después de escuchar atentamente la respuesta de Melito, Sócrates, se sorprende que tan solo él sea capaz de corromper a la juventud a sabiendas y que todos los demás lo enrumben por buen camino.

Ante la respuesta de Melito, Sócrates de manera serena y pausada, califica a Melito de calumniador y manifiesta: “En este punto, Melito, yo no te creo ni pienso que haya en el mundo quien pueda creerte. Una de dos, o yo no corrompo a los jóvenes, o si los corrompo lo hago sin saberlo y a pesar mío, y de cualquier manera que sea, eres un calumniador. Si corrompo a la juventud a pesar mío, la ley no permite citar a nadie ante el tribunal por faltas involuntarias…donde la ley quiere que se cite a los que merecen castigos, pero no a los que sólo tienen necesidad de prevenciones”.

No sólo “calumniador” sino también “insolente” es Melito, en opinión de Sócrates, luego de ser acusado de no reconocer ningún dios, Sócrates manifiesta que Melito tramó la acusación sólo para insultarle y “con toda la audacia de un imberbe”.

Además le critica a Melito de contradecirse en la acusación, porque es como si dijera: “ Sócrates es culpable en cuanto no reconoce dioses y en cuanto los reconoce ¿Y no es esto burlarse? Así lo juzgo yo…” “Por consiguiente, puesto que yo creo en los demonios, según tu misma confesión, y que los demonios son dioses, he aquí la prueba de lo que yo decía, de que tú nos proponías enigmas para divertirte a mis expensas, diciendo que no creo en los dioses, y que, sin embargo, creo en los dioses, puesto que creo en los demonios...Esto es tan absurdo como creer que hay mulos nacidos de caballos y asnos, y que no hay caballos ni asnos…Pero no tengo necesidad de extenderme más en mi defensa, atenienses, y lo que acabo de decir basta para hacer ver que no soy culpable, y que la acusación de Melito carece de fundamento”.

ACTITUD DE SÓCRATES ANTE LA CONDENA A MUERTE

Sócrates considera que deberá mantenerse firme en el puesto que le ha colocado la divinidad (Dios) y por tanto está convencido que no debe temer ni la muerte, ni lo que haya de más terrible, anteponiendo a todo el honor y que dedicaría pasar sus días en el estudio de la filosofía, estudiándose a sí mismo y estudiando a los demás, que “jamás cesará de filosofar y de hacer sus indagaciones acostumbradas, dándoos siempre consejos”.

Sócrates justifica su actitud leal con el mandato divino de no temer la muerte argumentando lo siguiente: “Porque temer la muerte, atenienses, no es otra cosa que creerse sabio sin serlo, y creer conocer lo que no se sabe. En efecto, nadie conoce la muerte, ni sabe si es el mayor de los bienes para el hombre. Sin embargo, se la teme, como si se supiese con certeza que es el mayor de todos los males. ¡Ah! ¿No es una ignorancia vergonzante creer conocer una cosa que no se conoce?”.


SÓCRATES  Y SU CARACTERIZACIÓN DEL JUEZ

Según Sócrates, un buen juez se caracteriza por escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.

Sócrates creía que una ley puede ser criticada, pero no violada; cuando una ley es injusta no hay que desobedecerla, hay que hacer algo para que se cambie. Estaba convencido que es peor cometer una injusticia que padecerla, porque quien la comete se convierte en injusto y quien la padece no. Respetar la ley es respetarse a sí mismo, y el primer deber del ciudadano es la obediencia a la ley.

PENSAMIENTOS DE SÓCRATES ACERCA DE LA JUVENTUD

Sócrates sentenciaba lo siguiente: la virtud de un joven es no excederse en nada y que las virtudes que deben formar el carácter de un joven son: la modestia, el pudor, el amor a la templaza y la justicia; habla joven para que yo te conozca; el no hablar con propiedad constituye una falta y produce mal en las almas; el que habla mal de otra persona es porque no aprendió a hablar bien; el joven no debe hacer daño a nadie; el joven no debe dejara crecer la hierba en el camino de la amistad; el joven debería predicar más con el ejemplo que con la palabra; sólo el joven que sabe que no sabe procura saber; es injusto ser ingrato con los amigos; el joven nunca deberá pedir recompensa por los servicios que presta a sus semejantes.

SÓCRATES Y LA DEMOCRACIA

Sócrates era contrario a la democracia, porque decía que Atenas estaba gobernada por hombres que “no sabían”; consideraba que la democracia no sabía distinguir entre el sabio y el ignorante, Atenas elegía a los magistrados por sorteo y no por meritocracia o capacidad; la justicia hacía beneficios a los amigos y perjuicios a los enemigos.

Sócrates defendió la aristocracia intelectual como régimen político, creía que los gobernantes deberían ser “los mejores”, es decir, los sabios o los filósofos.

ANÉCDOTAS SOCRÁTICAS

He aquí dos de ellas. Una, la del arrepentimiento: Se dice que en cierta ocasión uno de sus discípulos le preguntó a Sócrates qué era mejor para el hombre, si casarse o quedarse soltero. Sócrates contestó: “Da igual, porque haga lo que haga terminará arrepintiéndose”. La otra, sobre los dos burros: Se cuenta que un comerciante millonario pidió a Sócrates que se encargara de la educación de su hijo. Como quiera que al comerciante le pareció que le pedía mucho dinero, le dijo: “Tened en cuenta que con esa cantidad puedo comprar un buen burro”. Entonces, al escuchar tan atrevidas y ocurrentes expresiones, Sócrates le respondió: “Hacedlo y tendréis dos burros en casa”.

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