Superando a Chile, Colombia, México y Brasil, el Perú se ubica como el país latinoamericano mejor ubicado entre los países emergentes para atraer inversión. En efecto, estamos en el cuarto lugar entre los destinos más atractivos para capturar capitales según Bloomberg, hecho que se suma a dos logros anteriores: el tercer lugar como la nación más globalizada, según Ernst & Young, y el haber avanzado ocho puestos en el Índice Mundial de Innovación que publica el INSEAD, destacado centro académico francés.
Todo ello nos enorgullece, no hay duda. Pero a la vez nos debe servir de alerta para recordarnos que estos logros pueden ser episódicos si es que no cumplimos agresivamente con nuestra agenda interna, la cual tiene que ver con reformas sustantivas en el campo de la política, la educación, en lo laboral, tributario, en el Estado, así como invertir fuertemente en infraestructura crítica, infraestructura convencional, salud, y normar con sentido de urgencia en sectores estratégicos como exportaciones, servicios, turismo e investigación.
En este proceso de discusión el acompañante predilecto del gobierno debería ser el Congreso de la República. Si el gobierno está contento con los logros, consecuencia de la inercia económica y de la sensatez en no fomentar cambios irresponsables, al Congreso le corresponde contribuir con ideas y discusión respecto a cómo podemos hacer para que este crecimiento sea sostenible en el tiempo. De qué manera construimos en conjunto un escenario apuesta para que, de manera prospectiva, todos los esfuerzos se alineen en la búsqueda de un futuro común, mucho mejor para los peruanos. Pero la mayoría de miembros del Congreso pareciera no querer participar en este tipo de discusión, manteniéndose alejados del debate de los grandes temas para meter los pies en el fango del escándalo de coyuntura, ese que da tribuna y que –pareciera también– hace sentir muy cómodos a algunos legisladores.
Desde hace aproximadamente 20 años, la economía se viene fortaleciendo al margen de la política. Sin embargo, ese distanciamiento no puede permanecer por mucho tiempo. La economía requiere de la política para hacerse sostenible y evitar de esa manera peligrosos retrocesos. Pero algunos congresistas no lo quieren ver así. Su falta de ideas o capacidad para generar propuestas los convierte en esclavos del escándalo del día, ese que permite conformar comisiones de investigación que darán que hablar en los medios. Para eso sí hay consenso, y para lograr ello, la figuración a partir de la comisión de investigación, basta con especular. No perciben que por ese tipo de actitudes, propias de un notorio subdesarrollo, la ciudadanía cada vez se aleja más de la clase política, encontrándose al límite de algo peor que ser un político detestado: ser un político despreciado.
Esperamos que esos congresistas, que repelen el debate de ideas profundas pero son adictos a las comisiones de escándalo, entiendan que el Perú requiere de sus mejores esfuerzos para consolidar su desarrollo.
(*) Artículo publicado en el diario peruano Diario 16 en su edición correspondiente al 31 de enero de 2013