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Sábado 02 de febrero 2013

Ni Aldo ni Alditus: Mariátegui

Por: María Cecilia
Ni Aldo ni Alditus: Mariátegui
Foto: www.forosperu.net

Siempre me ha causado gracia cómo la izquierda y la caviarada le pusieron la chapa de Alditus. Incapaces de llamarlo Mariátegui. Es más fuerte que ellos. Mariátegui solo hay uno, piensan. Y este engendro liberal no puede ser su nieto.

En mis años como columnista de Correo discrepé de Mariátegui muchas veces, y él de mí otras tantas. Pero jamás dejé de reconocer su valentía para decir las cosas y su compromiso con sus ideas y principios. Ni él dejó de publicarme. Mariátegui no defendía personas, ni las atacaba por quienes eran, sino por sus acciones, ideas y falta de principios.

El periodismo peruano, salvo muchas honrosas excepciones, es mercenario. Sus representantes, atrincherados desde grupos de interés, justifican lo injustificable, insultan a mansalva, tergiversan la verdad, hacen públicos audios obtenidos ilegalmente y acomodan argumentos como mejor les conviene para defender la causa que los banca. En el camino, sus lectores son sumidos en el oscurantismo de intereses privados, donde el bien común, la libertad, la democracia, las instituciones y la visión de país poco importan. Salvo para ser utilizados como títulos de presentación. Conocemos "demócratas" que utilizan la democracia como les conviene, "luchadores contra la corrupción y las mafias" que desaparecen cientos de miles de dólares donados.

"Decentes" y "moralistas" que justifican la falta de transparencia en compras de casas de millones de dólares. Conocemos defensores de los DD.HH. que se ocupan de los DD.HH. de los terroristas que desangraron al Perú, pero jamás de las víctimas de esos terroristas, y menos si pertenecían a las FF.AA. y Policiales. Conocemos marqueses libertarios capaces de ser garantes de un líder nacionalista financiado por Chávez y sindicado como el Capitán Carlos. "Liberales" que callan atropellos y que no dicen nada cuando el manejo y las compras de las FF.AA. se cubren de un manto de oscuridad. ¿Sus patrones? Los poderes fácticos. Esos a los que la izquierda culpa de todo, pero que parecen perdonar cuando sus intereses coinciden.

Mariátegui defendió siempre el derecho de los dueños de medios a decidir su línea editorial. Yo coincido. Pero no por ello dejó de publicar columnas de opinión con las cuales disentía. Los gestos que tuvo con sus coleguitas no le han sido retribuidos. La salida del periodista considerado por la Encuesta del Poder como el más influyente del Perú no ha motivado ni una sola nota en otros diarios.

Mariátegui tuvo la valentía de enfrentarse a la caviarada y al sector políticamente correcto, de arrinconarlos, cuestionarlos y señalarles su doble moral. Se ganó su odio. Su estilo patán, malcriado y achorado los enfurece. Pero no podían dejar de leerlo.

La caviarada celebró al enterarse de que Mariátegui se iba, cualquiera diría que había muerto. Ello muestra su precariedad mental. Han celebrado la muerte del enemigo no porque lo vencieron, sino porque no tienen ya a nadie que se les enfrente. No celebren aún. Mariátegui seguirá mandándoles besitos desde donde esté.

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