Las escaleras de doña Susana

El argumento central asumido por el pueblo de Lima para revocar a su alcaldesa es su incompetencia, su incapacidad para manejar los asuntos públicos y liderar el desarrollo de la capital de la república.  Existen múltiples ejemplos que se esgrimen al respecto (el “olón” de La Herradura, el túnel paralizado en San Juan de Lurigancho, el desastroso y sangriento desalojo de La Parada, el colapso del muro de contención de la Vía Parque Rímac etc.).  A favor de la alcaldesa podría decirse que existe siempre un asesor, un funcionario incompetente a quien atribuir la culpa por el desastre.  La alcaldesa podría aparecer como víctima de sus propios funcionarios.

Sin embargo, no existe excusa posible para el caso de las escaleras. Se trata de obras de ingeniería relativamente sencillas, fáciles de contabilizar y que tienen un fuerte impacto en la calidad de vida de los ciudadanos que habitan los sectores populares. Gran parte del éxito del ex alcalde Castañeda residió en haber atendido esta sentida necesidad popular. Castañeda construyó 800 escaleras en 8 años, es decir un promedio de 100 por año.   La Sra. Villarán afirmó hace algunas semanas, muy suelta de huesos, que en lo que va de su gestión, ella había construido 1,200 escaleras, es decir unas 600 escaleras por año.  Sorprendentemente, nadie recordaba haberla visto en la televisión inaugurando escaleras. Tal vez una obra silenciosa producto de una gestión discreta, sin aspavientos ni publicidad. 

Los periodistas incondicionales de la alcaldesa salieron de inmediato a ponderar las cifras, comparando la gran eficiencia de su amiga versus la incompetencia de su antecesor. Sin verificar, sin preguntar dónde estaban tales escaleras, cuándo se construyeron y cuándo se entregaron a los usuarios.  La mentira cayó pronto. Las cifras oficiales  confirmaron que las escaleras construidas en estos dos años bordeaban las 170.  No creo que se haya tratado de una mentira urdida por la alcaldesa, tal vez ella creyó en la cifra que le alcanzó algún funcionario incompetente o franelero. 

Pero ¿dónde queda el criterio de una persona capaz, de una líder que sabe lo que hace por su ciudad y que conoce las obras en marcha? ¿Puede un líder político competente no saber calcular cuántas obras puede hacer (e inaugurar) en un año? ¿Puede una autoridad competente cometer errores de tal magnitud? ¿Puede hablar tan ligeramente de obras inexistentes? ¿Puede creer que sus funcionarios construyeron 1,200 escaleras y ella no inauguró ninguna? (Con información del diario Expreso).