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Miércoles 06 de febrero 2013

Las mariposas quemadas

Por: Angel Oropeza.
Las mariposas quemadas
Foto: Referencial

Revisando archivo, me encontré con un excelente artículo del P. Luis Ugalde, en el cual el exrector de la UCAB reflexiona sobre la metamorfosis de los ideales y de las personas cuando son seducidas por el poder, y cómo los otrora sublimes sentimientos terminan quemados –como las mariposas que se acercan a la luz- cuando se embriagan del poder que les arrastra y enamora. "En esa etapa final del poder –nos dice Ugalde-  exigen que sus colaboradores se callen en vergonzosa complicidad, que pisoteen sus conciencias, que extremen el cinismo para  decir que lo blanco es negro y proclamar que los evidentes desastres están a punto de parir una nueva humanidad".

Si algún rasgo de justificación ética o de móviles basados en la bondad y la justicia acompañó en algún momento  a la llamada revolución bolivariana, éstos han sido incinerados –como la mariposa quemada del cuentista argentino Mateo Booz-  al contacto con el  poder, esto es, tras el ejercicio de llevar a la práctica aquello en lo cual se dice creer. Ya no es solamente la enorme corrupción y riqueza que  muestran los dirigentes oficialistas en funciones burocráticas, y la cual permite calificar a los 3 períodos anteriores de Chávez y éste de Maduro como las administraciones más corruptas desde 1958; ya no es solo la crónica ineficiencia que ha multiplicado los problemas de política pública y ha ensanchado la deuda social acumulada; tampoco es solo el cinismo de llamar soberanía a la conversión de nuestro país en una sumisa colonia cubana, o de insultar y agredir a los demás en nombre del amor. A lo anterior se suman las muestras de extrema crueldad y saña de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, ambos personajes –a juzgar por sus conductas, que es lo que realmente cuenta-  de evidente impiedad e insensibilidad humanas.

La continuación sistemática del suplicio a Iván Simonovis y los policías metropolitanos (a pesar de la confesión del magistrado del TSJ Aponte Aponte en el sentido que eran inocentes pero que Chávez había ordenado condenarlos por razones políticas), el asesinato en cámara lenta de Franklin Brito, la reclusión sin delito de la jueza Afiuni, el mantenimiento de la tortura como procedimiento policial de rutina,  la diaria sangría en nuestras cárceles por indolencia e impericia oficial, los más de 50 asesinados diarios en promedio en Venezuela por no aplicar las medidas que los evitarían, pero que no se toman porque reducirían el control partidista sobre las estructuras policiales, militares y judiciales del Estado ( y eso no se puede permitir, no importa cuánta sangre siga costando), son solo muestras de la crueldad y mal corazón de la oligarquía gobernante. La misma que no le importa causar sufrimiento o generar dolor, si así lo indica el cálculo político o el mantenimiento de sus puestos y fortunas.

Cuando los gobernantes pierden la sensibilidad por el dolor ajeno, y lo único que los mueve es el amor por su cargo, por las prebendas económicas y políticas del mando o por las delicias del poder, se convierten en un flagelo que azota con más dureza a quienes más necesitan de gobernantes con corazón y capacidad de condolencia, más allá de las retóricas sensibleras y de los circos para generar aplausos.  Porque una cosa son los discursos de falso humanismo y otra las conductas.

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