Barack Obama ha crecido como presidente por estar siempre a la ofensiva, pugnando por estímulos económicos, seguro universal de salud o por la reforma migratoria. Pero su mayor lucha, la del terrorismo, que le permitió exhibir trofeos como la muerte de Osama Bin Laden y otros líderes de al-Qaeda, lo colocó en una situación inesperada: a la defensiva.
El miércoles, en respuesta a la presión de la prensa y de legisladores, Obama ordenó al Ministerio de Justicia entregar al Congreso un documento confidencial que lo justifica, legal y éticamente, a decidir el asesinato selectivo de terroristas, incluidos ciudadanos estadounidenses, mediante el uso de drones, aviones no tripulados piloteados a distancia.
Obama decidió informar al Congreso después que el lunes la cadena NBC publicó otro documento oficial que certifica la existencia del memo que su gobierno negó que existiera. Interpreta que el Presidente puede ordenar el asesinato de personas que representen "una amenaza inminente" contra EEUU mientras su captura no sea posible; lo que para muchos es una licencia exagerada para el Ejecutivo y un abuso de poder en detrimento de las ramas Judicial y Legislativa.
Como en todo debate, se trata de un conflicto de valores. Por un lado, el deber del Gobierno a defender la vida y los intereses de sus ciudadanos; y, por otro, el de garantizar que nadie puede ser privado de la vida sin juicio previo como marca la Constitución. Algunos reprochan que se legalizaran las ejecuciones extrajudiciales, otros critican el método, argumentando que los drones, piloteados a control remoto contra blancos a miles de kilómetros en Afganistán, Yemen o Pakistán, plantean una nueva ética de la guerra por las bajas civiles que provocan.
Quizás este sea el problema menor para Obama. El Gobierno está amparado por decisiones legislativas postseptiembre/11 y tiene base para justificar el asesinato preventivo, incluso de connacionales, fuera de los campos de batalla. Después de todo, las leyes de defensa personal y las que rigen la seguridad pública, permiten a un individuo o a un policía matar a un conciudadano que represente una amenaza para la vida de otros.
Su mayor problema, no obstante, tiene que ver con la credibilidad y popularidad de su gobierno. No le interesa minar ese aspecto y que lo califiquen de hipócrita o quede manchada su reputación por la falta de transparencia y de rendición de cuentas al público, algo que él le endilgó a George W. Bush, en relación a la tortura, operaciones secretas de la CIA, cárceles clandestinas y escuchas telefónicas ilegales.
Obama corre el riesgo de quedar pegado a las prácticas de su antecesor. Por eso la prensa y varios ONG lo demandaron judicialmente por mayor información y transparencia, lo que su gobierno niega bajo la excusa de la seguridad nacional. La prensa, el público y el Congreso quieren saber sobre operaciones militarizadas de la CIA, aeropuertos foráneos desde donde despegan drones y, en especial, sobre número de bajas civiles y si la fuerza letal era el último recurso para abatir a un terrorista o se le hubiera podido capturar en otra oportunidad.
El jueves, en el medio de la polémica, el asesor de Obama en contraespionaje y promotor del uso de drones, John Brennan, prometió ante el Senado que de ser confirmado como jefe de la CIA, buscará un equilibrio entre mantener la seguridad del país y permitir una mayor fiscalización legislativa de las operaciones secretas de la agencia. Los senadores quieren que se desclasifique más información y crear una corte especial para supervisar las decisiones presidenciales en esta materia.
Estas promesas de mayor transparencia ante el Congreso, demuestran que Obama reaccionó a tiempo. Pero si quiere pasar de la defensiva a la ofensiva, necesita no solo dejar de lado los secretos ante los legisladores y los jueces, sino también rendir cuentas al público. Más información sobre estos programas fomentará un debate público más profundo y podría, incluso, depararle mayor legitimidad para esta guerra no convencional.
Obama está a tiempo de liderar esta discusión que aún es interna y crear buenos antecedentes. Sabe que pronto, cualquier país u organización, buena o mala, podrá tener y desarrollar drones, y que la discusión sobrepasará a EEUU.