La información llega desde el tradicional y al mismo tiempo vanguardista Reino Unido, anunciando que el proyecto de ley introducido en septiembre pasado por David Cameron, líder del Partido Conservador y Primer Ministro de esa nación, con el objeto de permitir los matrimonios homosexuales, ya fue aprobado por la Cámara de los Comunes y que su promulgación y entrada en vigor será un hecho cumplido para el 2014. Lo que llama la atención en esta noticia no es tanto el hecho en sí de la aprobación de la nueva legislación que ya existe en cerca de una decena de países europeos, sino más bien que de los 175 votos en contra, 150 provinieron de su propio partido. Y es que lo sucedido dentro del Parlamento británico es en cierto modo, un reflejo de lo que ocurre fuera de él, es decir, en la calle.
Desde que en el 2001 se autorizó en los Países Bajos, a través de una ley, el matrimonio entre personas del mismo sexo, echándose por la borda miles de años de historia y de tradiciones, el debate quedó servido para que los sectores de la sociedad defensores del matrimonio heterosexual, generalmente tildados de conservadores, y los movimientos en pro de los derechos de los homosexuales, calificados como de avanzada, planteasen sus puntos de vista respectivos y convirtiesen el asunto en un tema político y, por ende, electoral. Ello condujo a que los jefes de gobierno de los países occidentales, a veces, más allá se sus propias convicciones sobre el particular, empezasen a ver el tema con ojos más abiertos, más calculadores, so pena de ser acusados de retrógrados; al igual que lo hicieron organizaciones internacionales como la ONU, al declarar a través de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, que el matrimonio es un derecho de todas las personas con independencia de su orientación sexual. En lo que va de esta primera década del siglo XXI, una decena de países de la Unión Europea, así como de otras latitudes, entre los que se encuentran Canadá, Sudáfrica y Argentina, han adoptado legislaciones similares que autorizan el matrimonio entre personas del mismo sexo. En el continente americano, EEUU, donde ya el "matrimonio gay" es reconocido por algunos estados, al igual que Uruguay y Colombia, donde ya existen las uniones de hecho, posiblemente se unan a aquel club en el presente año 2013.
Si como creen algunos, las religiones y principalmente la iglesia Católica, son uno de los principales obstáculos que frenan la expansión de esta legislación dentro del mundo occidental, las recientes declaraciones de un alto funcionario del Vaticano, como lo es el Arzobispo Vincenzo Paglia, nada más y nada menos, que el presidente del Pontificio Consejo de la Familia, asegurando que la legislación para las parejas de facto, homosexuales o no, es un "camino que hay que recorrer", quizás alegren a unos cuantos y a otros muchos los entristezcan.
Por mi parte, no pienso que las diferencias sean discriminatorias en sí mismas. Nadie niega que las minorías no tengan derechos, pero eso no las convierte automáticamente en mayorías. Las leyes quizás puedan igualarnos en derechos, pero ningún instrumento legislativo podrá hacernos mejores o peores, más feos o más hermosos, más altos o menos bajos, ni evitar que la mujer y el hombre sean de sexo diferente.