Pese a todo creo que tenemos razones para pensar que nuestro Perú está aprendiendo a ser mejor, está buscando serlo y algo va se consigue. Creo en ello porque aunque subsistan graves dificultades y comportamientos que parezcan ser los de siempre, también existen -en dirección contraria- estabilidades, logros y mejoramientos cualitativos que hace una década nos hubieran parecido imposibles entre nosotros.
Digo esto pensando en lo que podría opinar alguien como don Jorge Basadre Grohmann si estuviera aún entre nosotros. Como en estos días recordamos que nació hace 110 años en Tacna (12 de febrero), hay quienes con cierta frecuencia nos preguntamos si algo de lo que él soñó para el Perú se ha ido logrando.
Basadre, que no fue un ideólogo político como lo fueron Víctor Raúl Haya de la Torre o José Carlos Mariátegui, además de ser menor que ellos en edad, fue básicamente un historiador. Pero no fue para él la historia una sucesión de acontecimientos, sino una interpretación de procesos entrecruzados, tanto felices como amargos, seguidos de una búsqueda por alcanzar una condición propia, que sólo los peruanos seríamos capaces de descubrir y alcanzar. Esa era la “promesa de la vida peruana”. No fue su tarea la de diseñar esa sociedad –que es tarea de los políticos- sino la de señalar virtudes, advertir yerros y aconsejar rutas.
Consciente de eso aceptó una suerte de soledad en su compromiso con el país. Alguna vez, explicando con buen humor su resistencia a integrarse a grupos y sus consecuencias, señaló que había cometido “el delito de no pertenecer a ninguno de ellos. (…) Razón por la cual fueron más los que levantaron el palo para pegarme y los que fueron mis amigos optaron por no defenderme.” Incluso se autodefinió como un “francotirador” precisamente para defender esa libertad y esa soledad.
Nada ni nadie le quitó el sueño de ver un país mejor, no obstante los múltiples reveses colectivos y también los personales. Hacia 1979 decía: “La esperanza más honda es la que nace del fondo mismo de la desesperación. Lo dice quien en la juventud soñó ver en los años finales de su vida, otra patria muy distinta de la que hoy tenemos todos ante nuestros ojos”. Sin embargo su última entrevista se la concedió a tres jóvenes universitarios, en junio de 1980, a pocos días de su muerte.
El “principio esperanza” del pensador alemán Ernst Bloch (no Ernest Bloch, músico suizo) planteado en un texto de 1959, según el cual “el hombre ha vivido siempre en la prehistoria y que el verdadero génesis está al final y no al principio”, ha venido a reconocerse como el postulado filosófico al que Basadre adhería, aunque los antecedentes basadrinos vienen de 1931 desde la profundidad de sus indagaciones históricas y sus meditaciones acerca del destino nacional. Hasta en los títulos de su bibliografía está presente esa convicción de un porvenir diferente para el país: “Perú: problema y posibilidad”; “La promesa de la vida peruana”; “Materiales para otra morada”; “Este Perú dulce y cruel”.
No se han extinguido aún los “podridos”, los “congelados” o los “incendiados” que Basadre denunciaba, que no son otros que los corruptos, los indiferentes y los violentistas. Pero quizás hoy, porque hay más luces que sombras, vamos reconociendo quién es quién. Se trata, entonces, de que “el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos.” Creemos que no se perderá.