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Jueves 21 de febrero 2013

El legado de Benedicto XVI

Por: Alfredo Toro Hardy
El legado de Benedicto XVI
Foto: teinteresa.es

Juan Pablo II dejó un legado tan extenso como variado. Sus críticas a la economía de mercado, expresadas en encíclicas como Laborem exercens y Sollicitudo rei sociales, lo transformaron en uno de los pocos muros de contención de su época frente a la marea incontenible del pensamiento único. Baluarte moral frente al poder omnímodo de Washington en tiempos de la posguerra fría, supo oponerse a las invasiones norteamericanas a Irak en 1990 y 2002. Ejemplo mayor de ecumenismo, supo acercarse a otras vertientes del cristianismo y a otros credos religiosos. En otras de sus facetas, sin embargo, y sin duda las más significativas, impuso un férreo control al interior de la Iglesia y dirigió a ésta hacia un conservadurismo extremo. Abandonando el espíritu de colegialidad derivado del Concilio Vaticano II, volvió a los cauces del Concilio Vaticano I de 1869 con una reafirmación del concepto de infalibilidad papal. A la vez, su anclaje en la ortodoxia generó una brecha insalvable entre el relativismo moral traído por la modernidad y el absolutismo canónico.

De las diversas vertientes de su antecesor, Benedicto XVI heredó básicamente su énfasis en la ortodoxia, la cual profundizó significativamente. Teólogo e intelectual, Ratzinger es un solitario que prefirió la Iglesia militante e incondicional de los pocos a la Iglesia multitudinaria de los tibios. Bajo su báculo, la confrontación entre los imperativos del sentido común y preceptos teológicos no negociables, amenazaron con posicionar a la Iglesia al margen de la razón de ser de toda religión: la humanidad. Desde la ratificación a la excomunión a los médicos que hicieron abortar a una niña de nueve años en Brasil, hasta el rechazo al aborto terapéutico, desde el rechazo a la despenalización a la homosexualidad hasta su prédica contra los preservativos en un África arrasada por el sida, son muchos los ejemplos en esta dirección. Benedicto hizo vivir a su Iglesia en un universo virtual.

Dicho integrismo vino por lo demás acompañado de un énfasis en el tradicionalismo litúrgico que hizo perder a la Iglesia por partida doble. De un lado los que rechazan la inflexibilidad canónica y del otro los que buscan formas más participativas y expresivas de aproximación a la fe. La Iglesia ve desmoronarse así su feligresía ante el desapego o ante el vuelco hacia las formas carismáticas y participativas propias del evangelismo protestante. A ello se une la imagen de hipocresía mayor que produce el contraste entre las exigencias de incondicionalidad a los preceptos, formulada a los fieles, y la lenidad frente a la depredación sexual de muchos de sus sacerdotes. No en balde Hans Kung señalaba que bajo el papado de Benedicto el catolicismo corría el riesgo de convertirse en una secta.

Al haber pensado lo impensable y romper con seiscientos años de tradición, Benedicto abre la puerta a la historia y al hacerlo se reivindica. Ojalá que quien lo suceda extraiga de su pontificado esta lección de innovación y no el inmovilismo tradicionalista que caracterizó al resto de éste.

Nota publicada en eluniversal.com

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