“Es correcto que médicos de Fujimori no integren junta”, afirmó el procurador Julio Arbizú, repitiendo una monserga en entredicho con los derechos humanos. ¿Qué podrían hacer de negativo los facultativos del ex Presidente? Opinar. Y su opinión no es mercenaria ni prevaricadora porque han estado vigilantes durante años de la salud del paciente. Esta es una tendencia permanente del odio. Luis Alberto Sánchez al escribir sobre el caso del ex Presidente Augusto B. Leguía (1930), dice: “no por haberse comprobado la gravedad del estado de salud del ex Presidente cesaron o siquiera se atenuaron los ataques violentos, muchos de ellos mendaces contra él, su administración, su honor y su familia.
Los periódicos que asumieron esa actitud desde el 25 de agosto de 1930, --fecha de su derrocamiento--, no la moderaron en ningún momento. Fue, como lo reconoce el historiador Jorge Basadre, una exposición indeseable de odio que cualquiera que hubiese sido la forma de gobernar de Leguía, era inaceptable que ocurriese”. Pero, el civilismo más que un partido, es un estado de ánimo dispuesto a la venganza y al odio. Por eso es que se ensañaron con don Augusto y lo tuvieron encerrado en una celda tapiada en la penitenciaria con la solitaria y voluntaria compañía de su hijo Juan Leguía Swayne. Llegaron al extremo de poner bombas cuando don Augusto fue trasladado --ante su cáncer prostático-- a una nueva clínica situada en Bellavista.
El autor de ese acto crudelísimo fue un líder conspicuo del Partido Unión Revolucionaria, el oficialista movimiento que apoyaba a Sánchez Cerro. Empezada la operación quirúrgica, el doctor Mac Cormack dio fe de que todo era inútil. El cáncer tenía una metástasis imparable. Tuvo como hijo póstumo de su vinculación carcelaria a un brillante colega nuestro, Joaquín Leguía Gálvez, ya fallecido.
Leguía no llegó a ser condenado penalmente por el Tribunal de Sanción, pero, la Segunda Sala de este órgano jurisdiccional emitió una sentencia civil el 7 de enero de 1931, fallando que habían incurrido en ilícito de enriquecimiento Augusto B. Leguía, Augusto, José y Juan Leguía Swayne, fijándoles en veinticinco millones de soles la responsabilidad civil. Y la verdad es que Leguía se empobreció en el poder y no dejó más bien que su caserón de la calle Pando. Toda esa canallada fue obra del civilismo ultramontano, con muchos discípulos hoy (Con información del diario Expreso).