La ausencia de un auténtico liderazgo poschavista coloca nuestro futuro cercano bajo el sino de la tragedia.
La realidad afortunadamente siempre supera cualquier análisis que podamos hacer sobre ella. Pero en momentos de crisis los universitarios sentimos la necesidad de buscar referencias que ayuden a entender lo que sucede. Existen categorías que se han venido utilizando para analizar el fin de la modernidad, y aunque modernidad y chavismo son contrarios en su contenido, estas categorías pueden servir para vislumbrar algunos de los signos del porvenir.
En estos primeros momentos que siguen a la desaparición del caudillo, la tendencia dominante de la escena será sin duda el "ultrachavismo". Cabe aclarar que estas tres tendencias o posiciones no tienen por qué sucederse en el tiempo, siguiendo un orden estricto, y de hecho deberán convivir de ahora en adelante. El "ultrachavismo" representado por el delfín de los Castro, copará todos los actos de despedida del amado líder.
El "ultrachavismo" de confección cubana ha venido operando desde hace tiempo. Es claro que el delfín, habla con acento cubano, viste como todo un habanero y destila el odio resentido de los más rojos. El principal problema que afecta al ultrachavismo es que necesita de la mentira para sobrevivir.
Qué duda cabe que mienten con mucha pericia. Pero con toda la experiencia que han desarrollado para mentir, con toda la ayuda de los laboratorios antillanos, con toda la protección de la fuerza bruta, la mentira sobre el estado del Presidente no se pudo mantener por más de 87 días. Es demasiado tiempo para cualquier sociedad civilizada, pero bastante poco dentro de un proceso histórico.
Adicionalmente, el "ultrachavismo" enfrenta la gran desventaja de tener que convivir en la misma casa, con el "tardochavismo". El "tardochavismo" representado por el profeta del Furrial, tiene unas características que chocan con varios de los postulados básicos del "ultrachavismo". El más notable es la forma en que el "tardochavismo" utiliza el poder y los recursos del Estado. En este punto son pragmáticos y aprovechados. Tienen capacidad de negociación pero los intereses que generan los beneficios obtenidos en estos años no les permiten tener una posición transparente.
"Ultrachavismo" y "tardochavismo" pueden convivir por bastante tiempo. La problemática que enfrentan es hasta qué punto los intereses que representan cada uno, desequilibran o no esa convivencia. Mientras tanto la Constitución, las leyes, el Poder Judicial y lo que sobrevive de la economía, seguirán sufriendo los desmanes de quienes se niegan a ceder sus cuotas de poder.
El "poschavismo" comenzó el pasado martes y será lo permanente. Cualquier medición y análisis válido sobre el futuro del chavismo sin Chávez hay que hacerlo a partir del 5 de marzo de 2013. El "poschavismo" será lo permanente porque aunque la difusión del mito lo niegue hasta el cansancio: el líder ya no está. Por su misma voluntad el caudillo no permitió que ninguno de sus camaradas se preparara para calzar sus botas, por lo que las posiciones que adopta el régimen de ahora en adelante son postizas o sin autenticidad. Tanto es así que el "ultrachavismo" tendrá que seguir utilizando una fórmula importada para sobrevivir.
El "poschavismo" será, lo queramos o no, el telón de fondo de nuestro porvenir político. Ni las campañas electorales, ni toda la propaganda de la cultura dominante podrán hacer que la marca del chavismo desaparezca de nuestro futuro. Frente a una realidad evidente, por muy contraria que nos sea, no queda más remedio que reconocerla y procurar construir a partir de ella.
Es el gran reto del liderazgo que tendrá que surgir en esta nueva etapa de nuestra historia. Aunque era evidente que estábamos a las puertas de esta nueva fase, los principales líderes democráticos se negaron a reconocer sus signos. El resultado es que para este momento, no contamos con un liderazgo claro y auténtico que pueda servir de alternativa dentro del "poschavismo".
Nadie puede dudar que la alternativa democrática tenga candidato presidencial. Sin embargo, carecemos de un líder que pueda guiar los destinos de un país que cambio definitivamente. La esperanza, que siempre debe estar presente, nos hace tener confianza en que ese liderazgo está dentro de los estudiantes y jóvenes de las próximas generaciones. La esperanza hace también manifiesto nuestro deseo de que la dirigencia de la unidad democrática no pierda las oportunidades que tendrán en esta nueva etapa.
Nota publicada en eluniversal.com.