Horas antes de anunciar oficialmente el deceso de Hugo Chávez, el heredero designado por el difunto comandante y apoyado por el castrismo, Nicolás Maduro, juzga oportuno emprenderlas contra la oposición. Así, pues, tras haber declarado el 1 de marzo que Hugo Chávez se había enfermado por haber descuidado su salud para ocuparse de su pueblo, acusa ahora a los enemigos "internos" y "externos" del chavismo de haberle provocado la enfermedad.
A decir verdad, a ese tipo de tergiversaciones, el chavismo ya nos tiene acostumbrados.
Tergiversó a propósito de la enfermedad del líder. Primero fue un dolor de rodilla, luego un cáncer, más tarde un cáncer curado a tiempo para presentarse a las elecciones del 7 de octubre, luego una recaída controlada que le permite al líder impartir órdenes desde su lecho de hospital, para finalmente admitir la persistencia y agravamiento de la enfermedad, hasta el desenlace fatal.
El mismo zigzag lo vimos en lo que respecta a la causa del mal. Primero se insinúa que el cáncer fue inoculado por el "Imperio". Después el propio Chávez declara que se debió al abuso de café y al descuido de su persona, confesando en una entrevista con el periodista Ernesto Villegas: "estaba matándome yo mismo" (1). Más adelante Maduro afirma que "descuidó su salud" para entregarse a su pueblo; pero ahora retorna a la primera explicación: "el cáncer fue inoculado por el enemigo", esta vez involucrando a la oposición.
Todo parece indicar que tales vaivenes son el fruto de un doble miedo.
Miedo del chavismo a perder las elecciones, a celebrarse dentro de un plazo de 30 días, a causa de la ineptitud y falta de carisma de su nuevo representante. De ahí que sea útil buscar un pretexto cualquiera para perseguir a la oposición y, eventualmente, inhabilitar a los más prominentes representantes de la misma, como lo hiciera Chávez con Leopoldo López y Manuel Rosales.
Miedo también, y quizás sobre todo, a la reticencia apenas velada, dentro de las filas del chavismo y de las Fuerzas Armadas, a seguir recibiendo instrucciones provenientes de La Habana. De ahí la necesidad de inventar la existencia de un supuesto complot de la oposición, con la finalidad de obligar a los chavistas a cerrar filas en torno a Nicolás Maduro.
Las recientes declaraciones del canciller Elías Jaua, indicando que luego de la muerte del presidente Chávez le compete a Maduro asumir inmediatamente el poder (2), contradicen las estipulaciones constitucionales (artículo 233) que confieren dicha carga al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. Esas declaraciones muestran que la pugna por el poder en el seno del chavismo está al rojo vivo, llegando incluso al candente terreno de los medios de comunicación.
Dentro del chavismo, la suerte no está echada. Dos escenarios lucen posibles.
Primer escenario: dado el contexto de luchas intestinas, el anuncio de Maduro de un complot de la oposición podría resultar ser un arma de doble filo. El mismo podría servirle a Maduro para inhabilitar líderes de la oposición e incautar el resultado de las elecciones. El anuncio de un complot podría sin embargo ser también utilizado por Cabello para justificar la declaración de un Estado de excepción, postergar las elecciones y colocar o seguir colocando sus aliados en posiciones claves.
Segundo escenario: las elecciones tienen lugar y Maduro las gana con o sin el inhabilitamiento de eventuales contrincantes. En esas circunstancias, con la producción agrícola e industrial de Venezuela en estado de descalabro, un sector petrolero exangüe y una tasa de criminalidad digna de un país en guerra civil, le tocaría a Maduro asumir el desastre por venir, con un Diosdado Cabello acechando la ocasión para capitalizar el ineluctable descontento popular.
El hecho de que Maduro y los cubanos no lograrán (como pretendían) que el TSJ juramentase a puertas cerradas a Hugo Chávez, para así transferirle el poder a Maduro a la muerte del líder, muestra claramente que Cabello dispone de resortes poderosos en aquel Tribunal, como lo dispone también en unas Fuerzas Armadas que no ven con buenos ojos la injerencia del castrismo en los asuntos internos de Venezuela.
Añádase a todo esto que la oposición no ha dicho su última palabra. El creciente malestar económico y social y la incapacidad y falta de carisma del heredero designado del chavismo son factores que pueden potencializar las posibilidades de triunfo de la oposición en las próximas elecciones.
Azares del destino, Hugo Chávez fallece el mismo día del 60 aniversario de la muerte de José Stalin. Todos sabemos que después de aquella muerte, el Partido Comunista de la Unión Soviética fue el centro de pugnas internas que llevaron tres años más tarde a dicho partido a darle la espalda al legado de su antiguo líder. Hoy, las pugnas internas dentro del chavismo, sumadas a un descontento popular que irá in crescendo, podrían provocar cambios igualmente radicales, e insospechados, en el tablero político venezolano.
(1) "Chávez acepta que su liderazgo fue un error", El Universal, 14-07-2011.
(2) "Jaua: Maduro asumirá la presidencia temporal", El Universal, 05-03-2013, 9:12PM.