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Martes 19 de marzo 2013

SUTEP: clasista o frente único

Por: Grover Pango
SUTEP: clasista o frente único
Foto: Difusión

Una amable iniciativa de la Derrama Magisterial ha hecho posible una cena de reencuentro entre quienes, hace más de 40 años, contribuimos a la formación del Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú –SUTEP. Todo comenzó entonces con una huelga nacional reivindicativa, larga y valiente contra el gobierno velasquista en 1971. Después vino la fundación del SUTEP integrador en el Cusco en 1972, catapulta política para el carismático Horacio Zevallos Gámez y al año siguiente, frente a otra huelga bastante menos ecuménica en octubre, un amargo presidio en la lejana e infausta colonia penal El Sepa, en la frontera de Ucayali con Cusco, que para varios se extendió hasta julio de 1974.

Para muchos, incluyendo los cronistas más fervorosos del sector hegemónico en la dirigencia actual, los orígenes del SUTEP fueron la expresión coincidente de varios sectores magisteriales por la necesidad de tener un organismo unitario de representación. Un grupo pequeño pero sumamente activo –Patria Roja- capitalizó de la mejor manera el liderazgo de Zevallos y, como suele ocurrir en las organizaciones gremiales, fue desplazando a todas las otras tendencias hasta lograr así la hegemonía que aún mantiene.

Tan larga presencia en el escenario gremial se presta a análisis y deducciones que terminan, inevitablemente, por indagar cuánto de su accionar ha jugado a favor o en contra de la actual situación educativa del país. Utilizando una actitud evasiva, el SUTEP casi siempre ha buscado encontrar la mayor responsabilidad en el Estado que es, en verdad, el responsable final de lo que ocurre en un país, incluso por su tolerancia o debilidad. Pero eso no es suficiente. Nada exime a una organización sindical de ser parte, en alguna proporción, de los resultados. La conducta en defensa de los intereses gremiales debe ser  éticamente coherente con los objetivos de la sociedad, muy en especial cuando se trata del capital humano en formación. No sirve de nada apelar a que la tarea deontológica del magisterio corre a cargo del Colegio de Profesores puesto que esta entidad nació muerta, víctima del suicidio de su absurda bicefalia.

El reencuentro que estamos mencionando tenía, junto con la ocasión de reconocer el esfuerzo de un buen número de dirigentes aurorales del SUTEP, la voluntad de evidenciar un ánimo de apertura que deseo saludar sin ambages. No sé de qué manera esto podrá traducirse en realidad, pero cualquier intento honesto será bienvenido si se lograra entender que el monopartidismo y el centralismo político terminan por asfixiar a quienes los utilizan. Eso creo, tanto como creo que la discrepancia interna, sincera y leal, habrá de funcionar como un antioxidante que es válido para todo tipo de organización humana.

No sé, por supuesto, si las condiciones estén dadas plenamente. Algunas intervenciones de los comensales me dejaron algo confuso al escuchar el reclamo enfático para que el gremio continúe firmemente en “el camino correcto de la posición clasista” mientras por otro lado se recordaba que el sindicato había asumido la posición de “frente único”. Ambas posturas son, hasta donde entiendo, discrepantes. Quizás debiera oírse, con total claridad, que en este ánimo renovador no tienen sitio ya las posiciones según las cuales “el poder nace del fusil”, como sin duda lo creen el CONARE y sus epígonos.

Una cosa muy distinta (y riesgosa) era hacer sindicalismo en medio de una dictadura militar y sin los derechos y recursos comunicacionales de hoy. No en vano han cambiado en el mundo tantas cosas. Quiero creer que los profesores conocemos esos cambios y también sabemos cambiar. Necesito creer en ello.

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