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Miércoles 20 de marzo 2013

La Reina sin sus Peones

Por: Daniel Parodi
La Reina sin sus Peones
Foto: Daniel Parodi

Los resultados de la revocatoria contradicen en absoluto lo que tenía pensado. Yo creía que habiéndose centrado la campaña del Sí en la gestión de Susana Villarán, ésta sería revocada y pensé que el porcentaje de apoyo a esta opción iría disminuyendo paulatinamente en el caso de los regidores. Me imaginé un escenario en el que la burgomaestre y el retoño Castañeda –receptáculo del rechazo de algunos sectores hacia su padre- serían prácticamente los únicos revocados. Presentí un tablero de ajedrez en el que los peones sobrevivían pero la reina no.

 Ha ocurrido lo contrario, la defensa a la reina fue brillante y ha salvado su cabeza, pero al alto precio de perder casi todos sus peones y quedarse sola en un incierto tablero. Pese a su inteligente campaña, los del No debieron pensar una estrategia para salvar la gestión en su conjunto, lo que debió incluir también a los regidores, cuya imagen pudo asociarse mucho más a la de la alcaldesa. El escenario final, nos muestra entonces las grandes bajas de una victoria pírrica.

Pero también ha sido revocado Luis Castañeda Pardo, injustamente en realidad pues cargó con los pasivos de su padre, situado detrás de todo el proceso, maquinando volver a cualquier precio al Municipio y con dos pasivos contradictorios: la buena gestión y los grises de Comunicore. En tal sentido, la permanencia de Susana Villarán de la Puente y la revocación de Luis Castañeda Pardo nos muestran el rostro del principal derrotado el domingo: Luis Castañeda Lossio.

¿Y quién entonces ganó? El PPC, por la buena impresión que ha dejado su conducta ponderada y responsable, por la buena impresión dejada por sus regidores durante la campaña, por el apoyo explícito de Lourdes Flores a Susana Villarán, que favorece la imagen de transparencia de la primera y porque tiene la oportunidad de convertirse en mayoría en el Consejo Municipal para los dos años de gobierno edil que quedan. Sin embargo, se me queda en el tintero la eventualidad  de un consignado voto cruzado para obtener exactamente los resultados que se obtuvo. De ser así maquiavélico, pero también brillante.   

En el nivel municipal, la gran lucha por Lima que se avecina es la del PPC vs Solidaridad Nacional y no quedan dudas de que los prolegómenos los ha ganado el partido de Luis Bedoya Reyes. Para bien de la democracia, su dirección debería plantearse seriamente tender sólidos puentes con los sectores populares, hándicap que hasta hoy le ha impedido posicionarse como opción de gobierno a nivel nacional.  

En todo este proceso creo, espero, deseo, que haya otra gran derrotada: la misma revocatoria. Si de algo estoy feliz es de que ya todo haya terminado. La sola posibilidad de que se pueda vacar a una autoridad sin más razones que lograr un bajo porcentaje de firmas y ganar por mayoría simple una votación entre dos opciones, explica el escenario odioso que acabamos de vivir, caracterizado por la denostación y el insulto. Quiero ver pues a todos los que criticaron las formalidades de la revocatoria durante la campaña, presentar ahora propuestas para su modificación y no quedarse en el oportunismo de haberla observado cuando afectó sus posiciones.  

Mi última reflexión va para el entorno de Susana Villarán: aprendan la lección, sean más humildes, ustedes no son el juez supremo de lo bueno y lo malo, ni el árbitro de lo moral y lo inmoral. La revocatoria fue un plan urdido antes de iniciarse la gestión de Fuerza Social, es verdad, pero también lo es que si el plan tomó fuerza fue por un largo inicio de gestión sin el panorama claro y con notables errores en obras y operativos que explican que el rechazo a Susana Villarán iniciase la campaña con índices del 70%. Estas cifras no las inventó Marco Tulio Gutiérrez, téngase en consideración.  

Bienvenidos pues, señores de Fuerza Social a la política peruana, a aquel difícil escenario en el que para sobrevivir hay que ser eficaz y tender alianzas, a ese escenario que hace décadas ha dejado atrás la guerra ideológica y prioriza la buena gestión, he aquí la posmodernidad a la peruana, la postguerra fría con sabor nacional. La institucionalidad política del Perú necesita una izquierda en el sistema y si quieren realmente convertirse en ella ya saben (o deberían saber) lo que tienen que hacer.

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