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Martes 26 de marzo 2013

Conversando con Hugo Chávez

Por: Nelson Manrique.
Conversando con Hugo Chávez
Foto: TV Perú.

En noviembre del 2001 viajé a Caracas, invitado a un evento organizado por la Unesco, “Diálogo de civilizaciones”, sobre las relaciones culturales entre América Latina y el mundo árabe. Hacía tres meses del atentado contra las Torres Gemelas de New York y la xenofobia antiárabe –que no distingue creyentes islámicos de terroristas– era una amenaza muy concreta.
Mi primer viaje a Caracas fue todo un aprendizaje. Nuestros artistas encontrarían excelentes interlocutores en el mundo plástico venezolano. Hay mucho que aprender también de las orquestas sinfónicas juveniles, una iniciativa impulsada con apasionado tesón desde hace cuatro décadas por el maestro José Antonio Abreu, que el gobierno de Hugo Chávez asumió e impulsó, y que con Gustavo Dudamel, uno de los mejores directores del mundo, ha sembrado más de 400 orquestas sinfónicas a lo largo y ancho de Venezuela y tiene hoy a 400 mil jóvenes y niños formándose como instrumentistas, alejándolos de las calles y la violencia. Ojalá el gobierno del presidente Humala diera todo el apoyo que merece la iniciativa de nuestro Juan Diego Flórez de formar orquestas sinfónicas juveniles en nuestra patria.
El evento de la Unesco fue muy provechoso por el intercambio con intelectuales del mundo árabe interesados en la historia compartida con América. Al final nos informaron que la clausura se realizaría en el Palacio de Miraflores.

De acuerdo con el protocolo, esa noche estábamos con Leyla Bartett en la cola para estrechar la mano del presidente. Llegado el momento saludamos formalmente a Hugo Chávez y este, sonriente, nos preguntó de dónde éramos. Le contamos que era peruanos y apenas terminó de estrechar las manos se acercó a nuestra mesa, a conversar.

Nos habló de su admiración por el Perú y por el general Juan Velasco Alvarado. Nos contó que estuvo en el país en julio de 1974, cuando aún era cadete, en la Pampa de la Quinua, en la conmemoración del Sesquicentenario de la Independencia. “Allí me hice velasquista”, agregó. En 1974 se vivía el mayor impulso de la revolución militar y no es de extrañar que Chávez se contagiara del fervor del momento.

Al volver a Venezuela se llevó con él las Citas del Presidente Juan Velasco Alvarado, un pequeño libro azul que me parece recordar que editó el Sinamos y que constituía una imitación del libro rojo de las Citas del Presidente Mao Tsetung. Nos contó que como parte de su formación hizo estudios de ciencias políticas y dedicó su tesis al velasquismo. Cuando en febrero de 1992 intentó el golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez con el que inició su carrera política llevaba con él librito de las Citas de Velasco y se lo quitaron cuando fue a prisión. Se reía recordando que luego, cuando llegó a la presidencia, contó en una de sus maratónicas alocuciones radiales que se había quedado sin el librito azul y que al día siguiente fueron a buscarlo a Palacio unos peruanos que le regalaron otro ejemplar. Para nuestra sorpresa, lo sacó del bolsillo de su saco y nos lo mostró con evidente orgullo: “¡Aquí está!”.

En noviembre de 1992 Chávez tenía algo más de dos años en el poder y parecía poco probable que sobreviviera. Un chiste racista circulaba en la clase media caraqueña: lo llamaban “batería venezolana”, porque era negro, cuadrado y duraba 6 meses. Personalmente, me pareció franco, divertido, sencillo y bien intencionado, pero no creía que su proyecto fuera viable: no parecía tener alineada tras de sí a toda la fuerza armada como institución, como la tuvo Velasco; los tiempos eran muy diferentes al iniciarse el siglo XXI a los de los setenta –sin la Guerra Fría, los gobiernos antimperialistas en América Latina, ni los no-alineados– y con el sentido común neoliberal imperante desde los noventa. Venezuela, además pasaba por dificultades económicas. Pero entonces el petróleo inició ese espectacular ascenso que lo llevó de los US$ 14 por barril a más de US$ 160, y el resto es historia.

El balance de lo bueno y lo malo que hizo Chávez tiene para rato. Me gustó que les hablara de igual a igual a los dirigentes de las grandes potencias y que llamara las cosas por su nombre. No me sorprendió el interminable río de venezolanos que lo acompañaron en sus exequias (Con información del diario La República).

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