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Viernes 29 de marzo 2013

Quo Vadis LATAM

Por: José Salardi
Quo Vadis LATAM
Foto: www.tvperu.gob.pe

Después de la prolongada y preocupante recesión que vivió América Latina en los últimos años de la década de los noventa y al inicio de la pasada, la región viene atravesando un interesante ciclo de crecimiento, que data desde el año 2003  y que este año consolidará 11 años de crecimiento de los últimos doce (sólo tuvo un bache en el 2009, debido a los ajustes suscitados a nivel global como consecuencia de la crisis financiera que estalló en los Estados Unidos).

Hoy en día, es destacable que ya no se haga referencia a una América Latina como la que se tuvo en la década de los ochenta (a la que muchos catalogaron como la década perdida para esta región), sino que se ha dado paso a otra percepción de esta zona del continente, la cual ha logrado avanzar gracias a que se ha plasmado un modelo de integración regional tanto a nivel comercial, económico y político (con sus bemoles y bloques diferenciados), pero que ha comenzado a dar sus frutos y ha permitido que la región que cuenta con cerca de 600 millones de habitantes y un PBI de más de US$4 billones, haya podido sostener el crecimiento económico y avanzar en la lucha contra la pobreza a pesar del entorno negativo que han representado en los últimos años las crisis en Estados Unidos y Europa.

Sin embargo, no todo ha sido color de rosa para todos los países de la región. Algunos han podido avanzar más que otros y destacar sobre la media y otros han reportado severos estancamientos.  En ese orden de ideas, existen dos bloques bien diferenciados, que incluso se han venido aglutinando en bloques ideológicos, respaldados por acuerdos comerciales y alianzas políticas a nivel regional, así como con otras realidades y bloques de integración globales. Por un lado tenemos a  la reciente Alianza del Pacífico, que se creó el 2011, y que está integrada por los países más liberales de la región -Chile, Perú, Colombia y México, más Costa Rica y Panamá como observadores-. Los integrantes de este bloque son los que más destacan en este momento y tienen a Chile como abanderado, al ser un país que cuenta con una clasificación de riesgo de A+, muy por encima de sus pares del bloque, los cuales si bien ya tienen grado de inversión, aún están en el rango de los triple B.

Además, la economía chilena ha  vuelto a acelerar su crecimiento y si bien se discute si es que hay o no sobrecalentamiento, se destaca mucho el alto grado de competitividad que presenta (puesto 33 en el mundo según el Foro Económico Mundial), el cual lo diferencia de sus pares regionales.

Otros casos a destacar en este bloque son los de México, Colombia y Perú. El primero de los tres, pese a tener un estrecho vínculo comercial con los Estados Unidos, ha podido sobrellevar la crisis que afrontó la principal economía del mundo y de paso le disputa al Brasil el liderazgo en materia de volumen de PBI en la región.

Colombia también viene consolidando un crecimiento importante, sumado a la pacificación interna que ha venido emprendiendo en los últimos años y a los TLC que ha logrado concretar con sus principales socios comerciales globales. Mientras que Perú, ha merecido muchos elogios (el último del FMI que lo ha catalogado como la estrella económica de América Latina), aunque aún le falta consolidar una serie de reformas para poder sostener las proyecciones favorables que se realizan con una visión de largo plazo.

Si bien este bloque mira el futuro con otro optimismo, hay otro bloque que está en la antípoda y que es el que está directamente vinculado a lo que fue gestión del hoy finado Hugo Chávez.  Girando alrededor de la comparsa que planteaba Venezuela y sus petrodólares, estaban Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua. Sin embargo, la muerte del ex dictador, ha llevado a que se tejan muchas especulaciones  en función al futuro de este grupo de países, que son los que menos han avanzado en la región y los que mayor precepción de riesgo tienen para los inversionistas. El país llanero tendrá que hacer reformas profundas para cerrar sus enormes desequilibrios económicos (recesión, inflación y abultado déficit fiscal) y si su nuevo mandatario quiere tomar con seriedad este tema y hacer sostenible al país, tendría que aplicar severas reformas y de paso eliminar los subsidios que direccionaban a los países que eran amigos en términos ideológicos y que avalaban la aventura bolivariana.

En su nuevo mandato en Ecuador, Correa se ha planteado ciertos retos para tratar de diferenciarse y en esa línea está el cambio en la matriz productiva, pasando del modelo primario exportador a uno de producción de bienes con valor agregado. Es decir, pretende reducir el peso de las exportaciones de petróleo y plátano en la economía y optar por mayores servicios y una mayor producción industrial. Pero, los analistas cuestionan el plan que respalda este intento, que pasa por una serie de mecanismo de control a capitales y divisas, además de una reforma agraria. Por lo pronto, el líder ecuatoriano considera en su discurso que las cifras lo avalan, porque en los seis años de gobierno que lo preceden, el PBI ecuatoriano creció a una media anual de 4.3 %, el desempleo ronda el 5 %, el subempleo está en 40 % y la pobreza se ha reducido en casi 10 puntos porcentuales en los últimos 3 años, situándose en un 16 %. Sin embargo, es bueno recordar que en lo que va de su mandato, el crecimiento económico fue impulsado con un fuerte gasto público, el cual tuvo como fuente de financiamiento la renegociación de la deuda externa (con moratoria previa incluida) y de los contratos petroleros, los cuales liberaron dólares para impulsar el citado gasto (el cual se duplicó del 25 al 50 % del PBI en 6 años), pero en contraparte trajo el cierre del acceso a los mercados internacionales de capitales, problemas con las empresas que no aceptaron la renegociación de contratos petroleros y un bajo flujo de inversión extranjera.

Un análisis diferenciado merece países como Argentina y Brasil. Si bien el primero, ha estado más cerca al bloque Chavista, no se le puede meter del todo en el mismo saco, considerando las fortalezas estructurales que tienen y las posibilidades de reactivarse y apostar a otro estándar, en la medida que afronte una nueva dirección en su política económica.

Como me lo comentó hace unos años un alto ejecutivo argentino “el gran problema de Argentina es que somos 39 millones de personas, cada cual con sus intereses particulares y con una visión distinta de a dónde debe ir el país”.

Por ello, desde la década pasada, la economía argentina nos ha sorprendido con una serie de medidas que fueron desde el corralito financiero, a la pesificación y que se coronaron con la famosa quita de intereses unilateral que se decidió para no afrontar sus acreencias externas. Todo esto fue acompaño de un default en el servicio de la deuda externa y fue complementado después con una estatización de las AFJP y recientemente con el congelamiento de los precios de los bienes en los supermercados, medida que no se tomaba en la Argentina desde hace más de dos décadas y que esta vez busca, de una manera errónea, frenar la inflación. De virar esta tendencia a las malas decisiones, quizás el futuro de esta otrora potencia global podría ser muy diferente.

Finalmente, encontramos a Brasil, que es el gigante regional y que juega su partido de manera independiente. En los últimos años se destacó mucho su ascenso vertiginoso con un crecimiento promedio mayor al 4 % en gran parte de la década pasada (aspecto que lo consolidó en el grupo de los BRIC) que le permitió catapultarse como la sexta economía con mayor PBI del mundo.

Sin embargo, después  de llegar a la cúspide en el 2010, cuando al producción creció en 7.5 %, marcando un típico rebote post el impacto global de la crisis subprime, la economía brasileña ha ingresado en una marcada desaceleración, avanzando apenas 2.7 % el año 2011 y menos del 2 % el 2012. Pero, qué ha sucedido para que el momento mágico, que en su momento dijo el ex presidente Lula que vivía Brasil, haya cedido terreno de manera acelerada.

Para los analistas económicos, han sido tres factores los que se han configurado para frenar la dinámica de este país de la samba: el recalentamiento surgido luego del sostenido avance registrado en el periodo 2004-2010, el impacto que ha tenido la crisis internacional  (recordemos que la Unión Europea es su mayor socio comercial) y el poco avance en superar los problemas estructurales que hace mucho aquejan a Brasil.

Sin embrago, para revertir esta situación, Dilma Rousseff anunció meses atrás un plan agresivo que busca atraer inversión privada por US$ 66 mil millones para infraestructura, enfocada en nuevas carreteras y vías férreas, que ayudarán a despejar los cuellos de botella en transporte que tiene Brasil. Sumado a ello se encuentran los dos macroeventos que organizará el país carioca: el mundial de fútbol y las olimpiadas, los cuales le añadirán una dinámica importante a su economía.

Si bien, está claro que el ritmo de crecimiento que alcanza el bloque regional aún es inferior al de otros bloques emergentes como el del sudeste asiático, que supera fácilmente el 6 % y que cada año alarga la brecha entre ambos, es importante destacar frases como la de Klaus Schwab, fundador y presidente del World Economic Forum, quien señaló que América Latina está superando la crisis global en mejor estado que otras regiones. Además, dejó otra frase importante que nos recuerda el pasado reciente: “América Latina pasó de una década perdida a una década de promesas en los primeros 10 años de este siglo. Se han sentado las bases que impulsarán la próxima década de rápido desarrollo social y económico”.

En la medida que como señala el BID, los países adopten reformas estructurales ajustadas a sus necesidades, el crecimiento podría pasar del 4 % promedio vaticinado hasta el 2015, hasta niveles del 6 %, pero ello siempre dependerá de lo que suceda a nivel global y de como evolucionan las cotizaciones de los commodities.
 

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