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REDES SOCIALES
Viernes 29 de marzo 2013

Los dos hemisferios: Twitter y Facebook

Por: Andrés Roemer.
Los dos hemisferios: Twitter y Facebook
Foto: Referencial.

Hemos visto muchas veces en películas que parece imposible para la gente despegarse de las famosas máquinas tragamonedas. Vemos gente con cubetas llenas de monedas introduciéndolas una tras otra en la ranura. Así, se vuelve un movimiento casi mecánico: meter la mano en la cubeta, moneda dentro de la máquina, jalar la palanca, y esperar ansiosos por tres figuras iguales para ganar. Resultado: dos figuras iguales, una diferente. ¿Frustrante? La realidad es que volvemos a realizar los movimientos aún cuando no ganemos. Entonces, ¿por qué seguimos jalando la palanca una y otra vez? No por nada una adicción es continua. Por algo se ha de empezar: depresión, placer, rutina, química, o… naturaleza.

Al igual que con la aparente adicción que observamos en las máquinas tragamonedas, es muy común escuchar en las universidades, preparatorias, centros de trabajo y familias sobre la adicción a Facebook o a Twitter. Tan es así que en algunas oficinas privadas y gubernamentales está bloqueado el acceso a estos sitios para evitar distracciones. Tuiteamos, subimos fotos, tenemos mensajes privados, tenemos notificaciones y solicitudes de amistad; entre más, mejor y la verdad, nos encanta. Parece una tontería, ¿qué nos motiva a actualizar nuestro status en Facebook?, ¿qué nos hace tuitear una y otra vez?, ¿por qué estamos tan al pendiente de las redes sociales? Y más aún ¿por qué lo hacemos? Por contra intuitivo que parezca, la respuesta a las redes sociales y las tragamonedas se encuentra en nuestra biología, en nuestra naturaleza.

En varias universidades se han llevado a cabo experimentos y estudios multidisciplinarios del comportamiento con el fin de descubrir qué es lo que nos mueve y por qué. Diana Tamir y Jason Mitchell, científicos de la Universidad de Harvard hicieron experimentos para encontrar por qué nos gusta tanto compartir pensamientos. Los resultados fueron sorprendentes. Cuando la gente comparte información se activa una parte del cerebro que libera ciertos neurotransmisores que hacen placentera esta acción y aún más placentera si la información es sobre nosotros mismos.

¿Y qué tiene esto que ver con las redes sociales? Si de algo se trata las redes sociales, es de compartir información. Nos gusta ver las fotos de los demás, lo que hacen, adónde viajan, con quién hacen fiesta, quién les comenta, nuestros amigos en común. Nos gusta tuitear, que nos comenten y que nos vean, pero nos gusta más que nos retuiteen, que marquen nuestro tuit como favorito y ganar más seguidores en Twitter.

Para comprender nuestro comportamiento tan compulsivo debemos entender el sistema de recompensas. El ser humano está bio-lógicamente programado para recibir recompensas y aunque sabemos que éstas no siempre llegan, no dejamos de intentar esperando que la recompensa llegue luego de un tiempo. Esto no es casualidad, el hombre cazador tenía que esperar mucho para tener éxito al cazar. No era algo sencillo, se trataba de construir una estrategia, de acechar y luego acertar. Es un ciclo de suspenso y excitación cuando se logra el éxito. De la misma manera ocurre en las redes sociales; no es fácil ganar seguidores en Twitter o tener más comentarios en nuestras fotos de Facebook. No todos los días obtenemos un retuit, o nos comentan en una foto, o ganamos seguidores, pero no por eso dejamos de intentar, y cuando al fin lo logramos, el sistema nervioso se activa y nos otorga una recompensa de neurotransmisores químicos que nos provoca emoción.

La difusión de la información no es exclusiva de las redes sociales, me viene a la mente un pequeño artículo de Dan Ariely, el afamado economista del comportamiento de la Universidad de Duke, donde relata que aunque a veces no nos guste recibir correos electrónicos, la verdad es que la mayoría de las veces nos emociona. Por supuesto que a nadie le gusta recibir spam, pero cuando vemos un nuevo mensaje en la bandeja de entrada, esperamos que sea una buena noticia; más aún, cuando pulsamos en actualizar la página web rogamos secretamente tener un nuevo correo (de nuevo, no aplica para spam).

Otro aspecto importante del estudio es que nos emociona más hablar de nosotros mismos que de los demás. -“Pero, dejemos de hablar de mí, hablemos de ti, ¿qué piensas de mí?” es una frase que captura perfectamente la idea. Nos emociona sentirnos escuchados y en internet tenemos más libertad de hablar de nosotros puesto que no todos nos deben escuchar y no hay caras de “fuchi” tan explícitas que nos hagan sentir tan incómodos.

Pero queda una pregunta abierta: si ya no somos cazadores y se supone que evolucionamos, ¿por qué se activa el sistema de recompensa con las redes sociales? Aún en el mundo contemporáneo, esto tiene una función. A través de más retuits, de más amigos, de más favoritos, de más seguidores ganamos estatus. El mismo estatus que nos hace ser reconocidos y que nos hace sentir bien con nuestros pares.

Abra su Twitter, tuitee este artículo, compártalo en Facebook o mándelo por e-mail y así, la próxima vez que piense en su “adicción” a las redes sociales o a las máquinas tragamonedas (que pronto se harán populares en México) quizá encuentre reconfortante saber que no está sólo y que la recompensa está en su cerebro. A fin de cuentas, es un sistema que sirve, que funciona, y que nos hace felices (Con información del diario La Crónica de Hoy).

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