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Viernes 29 de marzo 2013

Dos entierros y un discurso

Por: Oscar Yanes.
Dos entierros y un discurso
Foto: Referencial

El año de 1923 fue para Venezuela "terrible", como diría Víctor Hugo. En la madrugada del 30 de junio comenzaron a circular los rumores. "¡Asesinaron a don Juancho!".

¿Quién era don Juancho? Nada menos que el vicepresidente de la República, gobernador de Caracas y hermano de Juan Vicente Gómez.

A Ramón Amundaray, escritor y humorista, ese mismo día se le acercó un tipo en la plaza Bolívar y le preguntó:

¿Qué te parece el asesinato de don Juancho? Y contestó:

"Bolas, puras bolas...". Y la frasecita le costó tres años "engrillado" en La Rotunda.

La noche antes del crimen Juancho había asistido al teatro Olimpia a ver "El último vals". En todo el país las cárceles se llenaron de "sospechosos". El padre Mendoza, quien acababa de salir de La Rotunda, muy enfermo, murió el 5 de julio. Y dos horas después de muerto llegó el jefe civil con orden de llevarlo de nuevo a la cárcel. Cuando el día seis enterraban al sacerdote-mártir, estaba Gómez en el Congreso acusando a la oposición de haber matado a su hermano.

Gómez dijo en su mensaje: "Declaro con firmeza como primer mandatario de la República, que los autores de este crimen horrendo, son los mismos descontentos que se han marchado de Venezuela para ir a formar sus planes en el extranjero; son ellos mismos, porque constantemente, por medio de la prensa, del libro, de la palabra y de la correspondencia, interceptada muchas veces por el Gobierno, han estado predicando que sólo con el veneno y el puñal es como podrían liberarse de mí mismo, de todos los Gómez".

La gente del pueblo que llevó en hombros los restos del padre Mendoza, pese a la intervención de la Policía, comentaba: "aquí está la dignidad, mientras en el entierro de Juancho se ocultaban los propios asesinos. Ese fue un crimen cometido en familia". Y no estaban mintiendo.

El padre Antonio Luis Mendoza nació en la Parroquia de San Juan. Fue considerado como el mejor orador sagrado; y célebre por su posición contraria a la dictadura de Juan Vicente Gómez. Llegó a la conclusión, después de meditar mucho, pues una duda agitaba su espíritu: "¿es correcto que un sacerdote preconice una salida de fuerza contra una dictadura, que nada reconoce, que humilla y corrompe...?". Y su respuesta fue muy clara: "Es católico y justo luchar contra quienes nada respetan. Jesús expulsó a los mercaderes del templo. Entonces ya sabemos lo que debemos hacer con los mercaderes de la política".

Fiel a lo que le dicta su conciencia combatió a Gómez y pasó catorce años preso.

Cuentan que antes de morir dijo: "Yo perdono a todos los que me hicieron daño. Venezuela se salvará cuando el perdón, con la promesa de que no se repetirán los atropellos, borre para siempre el odio".

El padre Mendoza supo llevar con dignidad una sotana contra la dictadura. Se convirtió en el ídolo del pueblo de Caracas. Amigos y enemigos de la Iglesia solían decir: "Ojalá cada venezolano tuviera un poco del padre Mendoza". Así son las cosas

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