Nadie que haya vivido anteriormente el llamado Servicio Militar Obligatorio podría imaginar que esta nueva versión, con pretensiones de “voluntariado”, optimice la tan ansiada seguridad nacional o solucione el déficit de enlistados en el ejército. Peor aún si dicho servicio discrimina, marcando un hito mercantil opcional a los que paguen los mil ochocientos cincuenta nuevos soles para evitar la obligatoriedad de una probable vocación patriótica real. Este podría ser un detonante de proporciones inimaginables para la propia política de Estado en materia de Seguridad Nacional.
El fondo es el carácter discriminatorio ya denunciado (voluntariado para los que tienen el dinero y obligatorio para los más pobres), el poco estímulo al aprendizaje otorgado y en formación técnica o aprendizaje rentable preparando al joven para el futuro. Se ignora la currícula de enseñanza de este SMV, sus metas y objetivos ¿Qué producto entregará el Ejército a sus conscriptos? ¿Cómo se ha medido o mediremos el beneficio a la sociedad? ¿Se está analizando correctamente el contenido de corte doctrinario militar de este proyecto? Todo indica que no.
Otros argumentan, demagógicamente, que esto resolvería el tema de la delincuencia juvenil y el de la existencia de bandas en la ciudad. Estos deterioros de carácter urbano, corresponde a la educación del niño y el fortalecimiento de capacidades de los padres, donde poco o nada invierte el Estado. Como muchas falacias, se nos quiere hacer creer que el SMV es el remedio a la pésima educación inculcada en los hogares y el entorno familiar. La escuela, cualquiera que sea, forma; es el hogar donde se educa, permanentemente.
Una interrogante tan legítima como la relativa a la educación (¿Cuántos hijos de congresistas, ministros y ex ministros estudian o han estudiado en un colegio nacional?), es saber y medir cuántos funcionarios del más alto nivel de gobierno tienen a sus hijos o cumplieron el SM cuando no fue obligatorio.
Por principio, la obligatoriedad debe ser desterrada ante una institución tutelar como es el Ejército; debe revisarse sus objetivos curriculares o crearlos, si no los tiene; y, sobre estímulos tangibles que aporte a la sociedad y al individuo, hacer atractivo la oportunidad de servir a la Nación. Allí radica el sentido patriótico del joven peruano. Pero la propuesta tal como se presenta, no es viable si los llamados a dirigirla ignoran una forma de legitimarse. Los rectores de la doctrina militar, deben justificar la necesidad de patriotas al servicio de la construcción de una identidad al servicio de la Nación y no patrioteros al servicio de un gobierno.
Nadie puede estar de acuerdo con una aberración jurídica y discriminatoria canjeable por un cupo a favor del Estado, sería legitimar un golpe de estado a los jóvenes y retornar a métodos del pasado. El psicólogo suizo Jean Piaget, a propósito de la adquisición de nuevos conocimientos del joven, decía: El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer cosas nuevas y no simplemente repetir lo que otras generaciones hicieron”. Señores, entonces no retrocedamos, gobernemos para el futuro, con algo de esfuerzo. Dios y la Patria os demanda agradecerá.