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Lunes 01 de abril 2013

El pensamiento pedagógico de Manuel Vicente Villarán

Por: Eudoro Terrones Negrete
El pensamiento pedagógico de Manuel Vicente Villarán
Foto: Difusión


Manuel Vicente Villarán (1873 - 2013)


A los 140 años de su nacimiento

Manuel Vicente Villarán Godoy, nace en Lima el 18 de octubre de 1873. Sus padres fueron Luis Felipe Villarán y Rosalía Godoy. El 18 de octubre del 2013 se cumple ciento cuarenta años de su nacimiento.
 
Este connotado educador, político combativo e iniciador del positivismo en el Perú, cursó estudios en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe y en la Universidad de San Marcos.
 
Obtiene el grado de bachiller (1893), con la tesis Del imperio extraterritorial de las leyes civiles según Laurent y la escuela italiana; el de doctor en Jurisprudencia (1895), con la tesis Libertad civil y libertad política; y recibe el título de abogado el 9 de noviembre de 1895.
 
Aprueba el grado de bachiller en Ciencias Políticas y Administrativas (1908), con la tesis El factor económico en la educación nacional, y el grado de doctor en Educación, con la tesis La educación nacional y la influencia extranjera.
 
CARGOS DESEMPEÑADOS
 
Desempeña importantes cargos públicos y profesionales, sobresale por su capacidad, honestidad, vocación de servicio y espíritu de justicia a favor de las clases más necesitadas.
 
Vocal de la Corte Suprema de Lima, miembro de la junta de gobierno (1895), catedrático de Derecho Natural  en la Universidad de San Marcos (1895-1900), delegado de la UNMSM ante el Consejo Superior de Instrucción Pública (1901), catedrático de Filosofía del Derecho (1901-1908) miembro de la comisión elaboradora del proyecto de ley de accidentes de trabajo (1903) y de la Sociedad de Beneficencia de Lima (1907), ministro de Justicia, Culto e Instrucción (1908-1909), catedrático de Derecho Constitucional en la UNMSM (1908-1924 y 1935-1936), integra la junta directiva del Partido Civil (1909) y preside el III Congreso de Estudiantes Americanos (1912).
 
“Estuvo al lado del Leguía cuando ocurrió la asonada golpista del 29 de mayo de 1909, protagonizada por un grupo de militantes del Partido Demócrata (el partido de Piérola), quienes sacaron violentamente del Palacio de Gobierno al presidente y lo pasearon por las calles hasta la Plaza del Congreso, donde inútilmente quisieron obligarle a firmar su renuncia a la presidencia. Poco después la fuerza pública dispersó a los revoltosos y restituyó el orden. Tanto Leguía como Villarán mostraron durante dicho trance serenidad y firmeza de carácter” (http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Vicente_Villaran).
 
Desempeña con dedicación y esmero los cargos de decano del Colegio de Abogados de Lima (1914, 1915), senador de la República por Junín (1917-1918) y decano de la Facultad de Derecho (1918). Promueve sin éxito su candidatura a la presidencia de la República (1919). Tres años después asume el cargo de rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1922).
 
En 1924 renuncia al rectorado de la UNMSM para dedicarse a combatir la reelección del presidente Augusto B. Leguía. Tras alertar a la población del peligro que entrañaba la perpetuación en el poder del caudillo, fue desterrado por Leguía en 1925.
 
Después de la caída del régimen de Leguía, en 1931 preside la comisión de elaboración del anteproyecto de la nueva Constitución Política del Perú, cuyas grandes reformas que propuso nunca se consideraron.
Villarán regresa al Perú  en 1927 y se dedica a la vida política. Postula en 1936 como candidato a la presidencia de la República, compitiendo con Luis Antonio Eguiguren y Jorge Prado Ugarteche. El proceso electoral fue anulado por el dictador Oscar R. Benavides. En 1939  es nominado embajador ante la Santa Sede.
 
CONDECORACIONES RECIBIDAS

El Papa Pío XII le confiere la Condecoración de la Orden de San Gregorio (1936). Recibe la condecoración de la Orden del Sol (1942) y la Medalla al Mérito por Servicios Distinguidos “Palmas Magisteriales” (1951).
 
OBRAS PUBLICADAS
 
Manuel Vicente Villarán Godoy publica las siguientes obras: Lecciones de Derecho Natural (1895), Las profesiones liberales en el Perú (1900), El factor económico en la educación nacional (1908), La educación nacional y la influencia extranjera (1908), Programa de Filosofía del Derecho (1915), Apuntes de Derecho Constitucional (1915-1916), La misión de la universidad latinoamericana, Las constituciones de 1860 y 1920, concordadas... (1920).
 
También El gobierno de Alemania (1920), Programa detallado de Derecho Constitucional (1920), Estudios sobre educación nacional (1922), El gobierno de los Estados Unidos (1922), Cuestiones generales sobre el Estado y el gobierno (1923 y 1936), El arbitraje de Washington en la cuestión peruano-chilena (1925), La Universidad de San Marcos, de Lima: Los orígenes, 1548-1577 (1938), Vida y pensamiento de Luis Felipe Villarán (1945), Apuntes sobre la realidad social de los indígenas del Perú ante las Leyes de Indias (póstuma, 1964)  y Páginas escogidas (1962).
 
EL PENSAMIENTO PEDAGÓGICO DE VILLARÁN
 
La distinguida filósofa y catedrática universitaria, María Luisa Rivara de Tuesta[1] ,refiere que “El pensamiento de Manuel Vicente Villarán debe ubicarse dentro del proceso de la reflexión peruana, como un momento de superación de las etapas: Escolástica-humanista, Ilustrada y Romántica, es decir, debe ser ubicado en el Perú contemporáneo que se inicia en los últimos quince años del siglo XIX. Es el comienzo de un esfuerzo de reconstrucción de nuestro país, después de la derrota bélica frente a Chile (abril de 1879, octubre de 1883), que obliga al replanteamiento y solución de múltiples problemáticas de orden externo e interno…”
 
Villarán Godoy era fervoroso creyente e impulsor de la corriente positivista en el campo de la educación y en las ciencias jurídicas. Propuso nuevas formas educacionales, nuevas actitudes y metodologías científicas para la liberación progresiva del ciudadano peruano.
 
Creía en rehacer y cambiar el sistema educativo, en una nueva orientación pedagógica para el trabajo, la creación de riqueza, la reforma social, el desarrollo económico e industrial del país.
 
No hizo concesiones en su lucha contra el “alma colonial” y la “educación decorativa y literaria” que los gobiernos españoles implantaron con fines políticos en Sud América. Estaba convencido que antes que llenar de escuelas el país es necesario “cruzarlo de ferrocarriles, caminos y telégrafos, proveerlo de canales de riego, puertos y obras sanitarias”.
 
En la concepción pedagógica de Villarán nuestro régimen de educación no corresponde a nuestra realidad, parece “haber sido inventado deliberadamente para otro país y otras épocas”. Decía: “Hay abundantes maestros que nos enseñan historia, literatura, latín, teología, leyes, filosofía y matemáticas  “pero ninguno que nos enseñe a labrar la tierra, a criar el ganado, a explotar las selvas, a navegar, a comerciar, a fabricar cosas útiles..." y así “preferimos la educación que adorna a aquella que aprovecha, la que da brillo a los espíritus cultos y no la que forma inteligencias útiles, la que sirve para distraer el ocio de los ricos y no la que enseña a trabajar al pobre”.
 
Llegó a calificar el Perú de ser un pueblo donde ha entrado “la manía de las naciones viejas y decadentes, la enfermedad de hablar y escribir y no de obrar, de “agitar palabras y no cosas”.
 
En el acto de inicio del año académico universitario de 1900 pronunció un sobrio y conceptuoso discurso sobre “Las profesiones liberales en el Perú” (1900). Aquí critica la parte literaria, burocrática e improductiva de la educación, y propone en su reemplazo una enseñanza práctica.  
 
“El Perú, -señala Villarán-, debería ser por mil causas económicas y sociales, tierra de labradores, de colonos, de mineros, de comerciantes, de hombres de trabajo; pero las fatalidades de la historia y la voluntad de los hombres han resuelto otra cosa, convirtiendo al país en centro literario, patria de intelectuales y semillero de burócratas…”
 
Insiste hasta el final de su vida que la educación peruana debería responder a las necesidades de crecimiento, desarrollo y progreso, a la estructura productiva del país, particularmente a las necesidades de tipo económico, haciendo de la educación el semillero de líderes de empresas, con criterio técnico y administrativo, de empresarios creadores y transformadores de riqueza.
 
Aseveraba enfáticamente: “El Perú debería ser por mil causas económicas y sociales, tierra de labradores, de colonos, de mineros, de comerciantes, de hombres de trabajo; pero las fatalidades de la historia y la voluntad de los hombres han resuelto otra cosa, convirtiendo al país en centro literario, patria de intelectuales y semillero de burócratas…”
 
La doctora Rivara de Tuesta sostiene que el pensamiento positivista de Villarán constituye en el plano educacional una propuesta de formación de hombres útiles, creadores de riqueza. Así su proyecto “Las profesiones liberales en el Perú” contiene, intrínsecamente, una formulación de reforma social, reforma sin la cual no podría lograrse el nivel científico tecnológico necesario para alcanzar, en última instancia, el progreso económico en nuestro país. Se hace necesaria una ética positivista. No escapa a Villarán que para cumplir este nuevo rumbo educacional hay que postular una ética nueva, es decir, una nueva ciencia moral.
 
Insistió en que la educación debe responder a las necesidades de crecimiento, desarrollo y progreso, a la estructura productiva del país, particularmente a las necesidades de tipo económico, haciendo de la educación el semillero de líderes de empresas, con criterio técnico, administrativo, de empresarios creadores y transformadores de riqueza.
 
EDUCACIÓN PRIMARIA Y SECUNDARIA
 
Tras revelar que la enseñanza nacional primaria y media se encontraba “en manos de personas profanas en el arte de educar, afectadas de una impericia profesional tan invencible como disculpable”, llegó a la conclusión que por fin, nuestra educación primaria y media debe ser “simple y corta, caracterizada por la sobriedad de su programa y lo sustancioso de sus disciplinas”, que, en vez de enseñar mal muchas cosas superfluas, “se enseñen bien y pronto las cosas necesarias…” y que en toda escuela primaria y secundaria debiera dedicarse “la mitad del tiempo a estudiar, la otra mitad a trabajar y a endurecer el cuerpo”.
 
Pensaba que “los mayores predisponentes al ocio son la salud incompleta, las piernas débiles y los malos nervios” y que para combatir “el pecado de la pereza vale más una hora de “foot-ball”, que un mes de catecismos y morales exhortaciones”, en este sentido se inclinaba por imitar a los ingleses que formaban el carácter de su gente “por la influencia del campo de sport”.
 
“Por otra parte, decía, en toda escuela y en todo colegio el niño, grande o pequeño, debe trabajar. La escuela urbana ha de tener algo de un taller; la rural, de una pequeña granja; porque siendo nuestro mayor mal el ocio, parte esencial de la educación viene a ser el trabajo”.
 
En este sentido su pensamiento y acción pedagógica se orientaba a erradicar el “enciclopedismo barato, seudoliberal y seudodesinteresado que fomentó generaciones de bachilleres ignorantes, ridículamente presuntuosos y exaltadamente locuaces”.
 
EDUCACIÓN UNIVERSITARIA
 
Era partidario de una educación universitaria con fines económicos y sociales, en la que se enseñe a trabajar y a producir  con inteligencia, responsabilidad social,  entusiasmo, transparencia y perseverancia, que se enseñe no sólo a buscar la verdad sino a encontrarla, y no sólo a encontrarla también a aplicarla creativamente, a hacer hombres en un ambiente de libertad.
 
Para Villarán Godoy el objetivo propio y esencial de la Universidad es la formación del hombre, es hacer hombres y esto sólo se logra en el ambiente de la libertad. “De los 16 a los 17 años, el momento que sigue de cerca a la pubertad, los jóvenes han alcanzado casi la estructura del hombre y si han recibido educación física adecuada posee un desarrollo muscular completo. Ese es el momento que la naturaleza indica para un cambio profundo en el régimen educativo. El sentimiento de la independencia, la idea de la propia personalidad, se afirman y reclaman mayor libertad de conducta y deseo de ponerse en contacto con la vida social; desde entonces se toleraría difícilmente la vida escolar prolongada; la escuela llega a ser odiosa y es además deprimente, porque pone obstáculos a la individualidad que se abre paso. Además la universidad es un contacto entre las generaciones jóvenes y las generaciones maduras y es donde los jóvenes aprovechan el saludable contacto con hombres eminentes, de ese fecundo intercambio de convicciones, ideales y gustos que constituye parte tan notable del poder educativo de la vida universitaria”.
 
En los cursos electivos que se ofertaban en la educación universitaria, pensaba que  “Entre todas estas materias, cada estudiante debe tener libertad para elegir según su vocación y aptitudes” y que la formación profesional debe ir de la mano con la formación científica y técnica.
 
En su tesis de bachillerato en ciencias políticas, El factor económico en la educación nacional, sostiene que debe ofrecérsele a los indígenas “la educación objetiva del trabajo y del ejemplo”.
 
Frente a la educación limitada a las clases altas defendida por Alejandro Deustua, propuso el maestro Villarán una educación a favor de la clase media, de las clases populares y del indio peruano recusando la explotación del indio por los caciques.
 
Según expresiones de José Carlos Mariátegui, Villarán creía que el esfuerzo educativo debería concentrarse y dirigirse a producir pocos “diplomados y literatos y en cambio eduque hombres útiles, creadores de riqueza”, debiendo, por tanto, fomentarse la educación para el trabajo, la educación práctica e industrial.
 
En su tesis de doctorado en Ciencias Política, “La educación nacional y la influencia extranjera”, revela  que la educación popular fue durante mucho tiempo, “una simple aspiración” que sirvió algunas veces de “plataforma a los políticos” y otras veces de “inspiración a trabajos literarios u oratorios”, que en las épocas colonial e independiente ha contribuido, por razones políticas, ignorancia y rutina pedagógica,  a cultivar “la memoria a expensas del criterio, el hueco raciocinio verbal con mengua de la comparación ejercitada sobre cosas reales, el arte de expresar lúcidamente las ideas antes que la capacidad para adquirirlas”, condensándose los defectos de la psicología popular en  “intelectualismo imaginativo, debilidad de la reflexión y del carácter, tendencia enfermiza al verbalismo”.
 
En la concepción pedagógica de Villarán “La raza, la tradición, el clima, el territorio, todo nos indica que necesitamos formar hombres prácticos y sensatos, antes que teóricos e imaginativos; llenos de inventiva más que de erudición, vigorosos de cuerpo, fuertes de voluntad, ajenos a todo diletantismo afeminado, provistos de potencias y virtudes activas, no de refinamientos morales y estéticos”.
 
 
EL PROBLEMA DEL PROFESORADO
 
Recordó que dos son las soluciones generales para el problema del profesorado: “la de formar profesores nacionales, y la de importar maestros extranjeros. La primera admite, por su parte, tres procedimientos, a saber: hacer en el país maestros nacionales, bajo la dirección de profesores peruanos; formar maestros nacionales, también en el país, pero bajo la dirección de expertos extranjeros; y enviar jóvenes peruanos al extr5anjero a prepararse en la carrera del profesorado. Varios de estos sistemas pueden tener cabida al mismo tiempo, según las circunstancias”.
 
Se enroló en la empresa de hacer profesores nacionales reformando antes, con auxilio extranjero, las escuelas y los colegios, propiciando la cooperación extranjera “trayendo expertos profesionales en todos los ramos, importando especialistas y educadores que nos exoneren de los tropiezos, las vacilaciones, los penosos experimentos propios de nuestra incompleta capacidad; que vengan a auxiliarnos, no ciertamente a gobernarnos, y que nos ayuden a dar un buen impulso a nuestros incipientes adelantos”.
 
CONCLUSIÓN
 
Manuel Vicente Villarán fue uno de los juristas más influyentes de su generación. Como educador impulsó la reforma educativa, las vocaciones industriales y vocaciones productivas desde la infancia; promovió la formación del profesorado y el otorgamiento de becas en el extranjero; abogó por la ampliación y el mejoramiento de la infraestructura escolar, la actualización de los planes de estudio y  la aplicación de la reforma universitaria.
 
Siempre luchó contra la “instrucción erudita, verbalista, literaria y libresca”, por una “educación sobria y sana, basada en la idea de combatir el odio y el apocamiento del carácter; que haga, si se quiere, hombres rudos, pero eficaces; sencillos y sin devastar, pero útiles a sí mismos y a su patria”.
 
Según Villarán la educación se caracteriza por ser “democrática, simple, científica, común y profesional tendiente a despertar energías, físicas y mentales, estimular el trabajo y formar hombres”.
 
Promovió la orientación práctica, democrática y científica de la educación, porque estaba convencido que “la ciencia combate la propensión al memorismo, enseña el método, calma la imaginación, modera la banalidad, refrena el verbalismo”.
 
Para que sea democrática la educación necesita ser “electiva, múltiple, diversificada” toda vez que la verdadera igualdad de los derechos educativos “no ha de consistir en proporcionar a todos la misma especie de instrucción, sino en dar facilidades para obtener educaciones de distintas especies, calidades y grados, según las posibilidades personales”.
 
“Sólo enseñando todo, puede el Estado democrático enseñar a todos para que dentro de la multiplicidad de materias y la diversidad de escuelas, se ejercite ampliamente la adaptación electiva de los ciudadanos, conforme a sus vocaciones y recursos”.
 
Alejado de la vida política se dedica a la atención de su Estudio de Abogados y a la investigación educativa y jurídica. Fallece en Lima el 21 de febrero de 1958, a los 85 años de edad.

[1] Ministerio de Educación. Grandes educadores peruanos. Primera edición, Lima, junio de 2003, p.29.

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COMENTARIOS
1 comentarios
Una recomendación este artículo de opinión empezaron por el final. Lo más importante que es el pensamiento, la filosofía de Manuel Vicente Villarán lo pusieron casi al último. Irónicamente, el autor de este artículo cometió un error pedagógico que va en contra del pensamiento educativo de Villaran, y es la presentación de fechas y lugares de manera cronológica características del método memorístico y obsoleto para la pedadogia moderna que postula por educandos más creativos y constructivos.
02 de abril 2013
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