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Sábado 13 de abril 2013

Maduro y Maquiavelo: el temor y la burla

Por: Daniel Lansberg Rodríguez (*)
Maduro y Maquiavelo: el temor y la burla
Foto: www.eluniversal.com.co


Respecto a "la cuestión de si es mejor ser temido que amado", Maquiavelo famosamente le aconseja a su príncipe escoger la primera opción. Según el estadista florentino, mientras que el amor depende de las caprichosas vicisitudes del corazón humano, el miedo puede ser controlado: agrandado, prolongado o profundizado según los intereses de quien lo inspira. Por eso es superior como método de dominio.

Igual, al ser temidos o queridos, la mayoría de los líderes tienen al menos, algo con que trabajar, siempre y cuando el pueblo los tome en serio. Mucho peor que ambos seria el ser ridiculizado. Por eso, la mayoría de los autócratas tratan mientras les sea posible de ocultar las barbaridades, y atrocidades que cometen. Pero aun más importante que esconder lo feo, la prioridad es ofuscar lo vergonzoso. Adolf Hitler era un confesado fanático de Disney quien con frecuencia durante su tiempo libre esbozaba sus personajes. Similarmente, Saddam Hussein acostumbraba escribir novelas románticas con títulos tipo "Zabiba y el Rey" bajo seudónimo, y aunque confesó jamás haber tenido la intención de leerlas, me han asegurado amigos árabes que son verdaderamente terribles.

Les pregunto: ¿Sabiendo estos secretos, le cambia a usted sus opiniones respecto a estas terribles figuras históricas? Para la mayoría de la gente así lo es. Como nos contaba el incomparable Hans Cristian Andersen: una vez que alguien verbalice el hecho de que el emperador está desnudo, ni todo el poder del reino podrá recolocar al genio del ridículo de nuevo en su lámpara.

Nerviosos gobernantes alrededor del mundo, por esta razón, son más propensos a reprimir a los caricaturistas que a aquellos de nosotros que nos dedicamos a escribir artículos críticos. Mohamed Morsi, el presidente cada vez más autocrático de Egipto, recientemente detuvo al comediante Bassem Youssef por esta razón. Resulta que el humor muestra los pies de barro de un monstruo, de una forma más rápida y accesible que el mismo razonamiento.

Pero toda regla tiene su excepción, y el señor Maquiavelo jamás tuvo la oportunidad de conocer al comandante Hugo Chávez. Mediante su amalgama única de irreflexiva confianza y bufonadas creativas, éste lograba utilizar lo ridículo para inspirar amor entre sus seguidores, consternación entre sus oponentes, y mofa por parte del resto del mundo.

Las cabriolas de El Comandante: poniéndose un sombrerote mexicano durante visitas oficiales a D.F., insultado reyes y presidentes, cantando, bailando joropo, y hasta especulando respecto a la conexión entre el capitalismo y la desaparición de una imaginada civilización en Marte. De esta manera Chávez violaba todas las normas de la teoría política y aun así murió invicto. En la mayor parte lo ridículo parece haber tenido su beneficio a nivel de nuestras relaciones con el exterior: es difícil temer lo que uno no respeta, y generalmente uno no ataca a un payaso.

Pero el éxito de Chávez fue una aberración, y las "reglas" de la teoría política existen para algo. En situaciones donde el raro personaje logra salirse del paradigma, sus trayectorias tienden ser poco replicables.

Sospecho que una gran parte del comportamiento errático de Nicolás Maduro durante estas últimas semanas, no es locura de verdad, sino un cínico intento de imitar esta estrategia. Pero lo que en Chávez, fue percibido como excentricidad adorable por lo menos entre los oficialistas en Maduro da la impresión de ser una pantomima desquiciada. Cuando el resto del mundo nota que este candidato pretende poder hablar con pajaritos y le echa la "Maldición de Macarapana" a sus detractores: el resultado no luce ser simpático, sino peligrosamente desequilibrado.

¿Qué significará esto para las próximas elecciones? Yo no lo sé. Estas últimas semanas han sido un paseo salvaje y aun nos falta mucho camino por delante. Lo que sí me preocupa y debería preocuparnos a todos es lo que podría pasar después. Esperemos que no hayan enseñado Maquiavelo durante los estudios de Maduro en la Escuela de Formación Política en La Habana. Este no puede contar con las risas ecuánimes de la comunidad internacional, ni tampoco parece tener mucha habilidad para inspirar cariño -ni siquiera desde el bando oficialista. Entonces el recurso que le quedaría seria el mismo que le recomendó Maquiavelo a Lorenzo de Medici hace todos esos siglos: el miedo.

En mi humilde opinión, creo que los venezolanos de hoy hemos vivido con suficiente miedo. Hace falta un cambio.

Éxito Venezuela.

(*) Publicado en el diario EL UNIVERSAL de Venezuela

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