Cuando este escrito vea la luz, apenas faltará un día para la realización de las elecciones presidenciales y ya habrá terminado la campaña electoral, con todas las prohibiciones que ello implica. Antes, sin embargo, ha habido algunos hechos en torno a la misma dignos de mencionar por su trascendencia.
Pocos recuerdan ya que desde aproximadamente el año 2006 el Consejo Nacional Electoral no ha permitido la intervención de "observadores" internacionales, quienes generalmente eran invitados por los que solían participar en las contiendas electorales. En su lugar, fue creada esa otra figura de "acompañantes internacionales", los cuales deben ser convidados exclusivamente por la autoridad electoral. Unos de esos asiduos acompañantes suelen ser los representantes del Centro Carter. Como se sabe, esta institución tuvo una participación destacada en las mesas de diálogo y negociación del año 2003, las cuales desembocaron en el referéndum revocatorio de agosto del siguiente año. A pesar de las denuncias de un fraude que hablaba de unos resultados inversos (esto es 42% para el Sí y 56% para el No), el expresidente Carter en aquella oportunidad instó a los ciudadanos a "aceptar los resultados y a trabajar juntos por el futuro". A partir de ese momento y aunque esa institución recomienda en cada una de sus visitas mejorar algunos aspectos del proceso electoral, los ciudadanos escuchan con cierto recelo las palabras que invariablemente pronuncia su acostumbrada vocera Jennifer McCoy. Por eso no se ha prestado suficiente atención a la delegación que vendrá esta vez en representación de dicho centro, la cual está formada por personeros como Martin Torrijos, Horacio Serpa y Alberto Carazo, entre otros. La atención se ha fijado, muy por el contrario y debido al punto de inflexión que ello supone en la cadena de elecciones a la que hemos estado sometidos en estos catorce años, en el llamado que han hecho a las autoridades electorales aproximadamente 350 parlamentarios latinoamericanos y nueve expresidentes (entre los que se encuentran Alejandro Toledo, Fernando de la Rúa, Vicente Fox y Óscar Arias) para que el proceso electoral sea "transparente, libre y equitativo".
Ha sorprendido fundamentalmente porque son muchas las veces que se ha esperado porque la vista de las organizaciones internacionales se posen definitivamente en el proceder del CNE. Pero si eso ha sorprendido, más sorprendente aún, en este mundo donde todos nos autodenominamos demócratas sin que las palabras sean honradas por nuestros actos, la actitud asumida por el expresidente colombiano, Andrés Pastrana, quien ha declinado ser uno de estos acompañantes internacionales porque, según dijo, "por convicción democrática no puede avalar" un proceso signado "permanentemente a favor de quienes hoy detentan el poder".
Decíamos en una columna anterior que en las preguntas hechas por los corresponsales extranjeros en las diferentes ruedas de prensa y en los juicios que se emitían en algunos medios de comunicación extranjeros sobre estas elecciones, se percibía un cambio en la opinión internacional sobre lo que viene sucediendo en el país. No sería de extrañar que esto estuviera ocurriendo debido a la audaz e inocultable intervención de Cuba en los asuntos internos venezolanos; al menos la resuelta actitud de esa gran cantidad de líderes latinoamericanos y del expresidente de un país tan cercano y con tantos conflictos como es Colombia, parecen estar apuntando a la implicación que ello tiene para la región.