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Domingo 14 de abril 2013

Las Lecturas Freudianas de Armando Villanueva del Campo

Por: Víctor Raúl Huamán
Las Lecturas Freudianas de Armando Villanueva del Campo
Foto: Difusión


El autor de estas líneas y el patriarca aprista Armando Villanueva del Campo


Era una noche de garúa fina y fría en esta Lima que nunca llueve. Era la casa de Armando Villanueva y el líder histórico del aprismo nos recibía dándonos la bienvenida. “¿Y por cuántos votos perdiste?” le preguntó directamente a Andrés Tello Velazco, quien fuera candidato a la Presidencia por la Región Lima-Provincias. “Seis votos compañero” le contesto. “¡Entonces eso fue un fraude!” dijo enojado. Al joven  Tello lo tomó del brazo y caminaron hasta su sala, donde lo sentó junto a él.
 
Una tenue luz nocturna alumbraba su mirada, sus gestos, palabras, oraciones, pasiones y los movimientos de sus manos firmes. Estaban casi todos aquel noviembre de 2006. Entonces Mauricio Múlder se puso de pié y las conversaciones quedaron silentes. Era el Secretario General del APRA, un encargo que encierra misterio y religiosidad porque significó prisión y muerte. Habló de la Célula Parlamentaria Aprista y del Comité Ejecutivo Nacional, todos presentes en esa reunión, y de la responsabilidad de ser gobierno por segunda ocasión.  
 
Luego habló el “responsable territorial”, según propias palabras de Armando. Nos recordó una página casi olvidada de “Meche”, la incertidumbre del 5 de Abril de 1992 en que asumió la conducción del partido. No era una apología, era el saludo a una de las pocas mujeres en el APRA que conducía el país desde la Presidencia del Congreso Nacional, fraccionado y sin mayoría aprista. Ese es el gran mérito de Meche”. Los aplausos ahogaron el protocolo y la formalidad. Era el cumpleaños de Armando y que luego de la cena pasamos al jardín para deleitarnos con los valses en la voz heráldica de Enrique Cornejo y los cantares de Nidia Vílchez, que retrataba el sentimiento de una nueva generación de jóvenes.  
 
Con Santiago “Tayo” Barreda, uno de los apóstoles del aprismo, terminamos al lado de Armando, iniciando una conspiración de alegrías cómplices que provocaban golpes de risa ante la sorprendida mirada de los demás. Eran las anécdotas del clandestino joven Armando. El de las balas, el de las horas de sangre y sudor, porque no había tiempo para las lágrimas. Fue una breve y hermosa lección de historia aprista que no se puede encontrar en ningún texto ni en la mejor conferencia. Solo ellos, los patriarcas, los dueños de la historia real, saben que pueden y que no deben dejar escrito.  
 
Sus relatos eran de una profunda convicción y sobre todo de satisfacción por la tarea cumplida. En un momento lo miró a Tayo Barreda fijamente y luego de unos segundos impredecibles, le dijo: “Dile a tu mamá que quiero ir a visitarla”. “No hay problema compañero Armando, cualquier día de estos la traigo” contestó Tayo. “¡No!”, contestó severamente el Patriarca. “Ella es una dama y yo tengo que ir”. Luego de ello y a un costado “Tayo” me dijo: “Que tal memoria, pensé que no la recordaba. Ya son muchos años que no se ven”.
 
En esa tertulia interminable, Armando nos contó los detalles de cuando fue deportado alguna vez y de su regreso clandestino “aclamado y celebrado” por todos los diarios en el Perú. Y es que retornaba un barco de Santiago de Chile con el equipo del Alianza Lima, el famoso “Rodillo Negro” que había jugado representando al Perú con el refuerzo del recordado “Lolo” Fernández quien era uno de los pocos que sabía del joven que retornaba al Perú clandestinamente. El entonces dictador Benavides, había ordenado a la policía política que donde encuentren al Secretario General de la FAJ, lo maten.
 
Cuando el barco arribó al puerto del Callao, Armando llevaba un terno prestado por el entrenador del equipo. La hinchada esperaba al equipo que había ganado siete partidos de siete jugados. Cuando discretamente bajo Armando del barco, lo aplaudían, lo abrazaban, le pedían autógrafo, lo jaloneaban… y no lo dejaban tomar el taxi que lo debía sacar de tantos policías allí presentes.
 
Cuando logró salir del barullo, llegó a la casa de una tía que vivía en El Olivar de San Isidro. “¿Y tú qué haces aquí muchacho? Era quien lo reprendía y no le daba tiempo para hablar. “Tu madre te está buscando. Pobre mujer. Como la haces sufrir”. Era diciembre de 1935 y el joven Armando que acababa de cumplir veinte años, estaba asustado por lo que le venía en su hogar. Cuando pudo le dijo a su tía que le prestara dinero “para pagar el taxi que me está esperando afuera”. No tenía ni para comer. Cuando se despidió, no fue donde su madre, se fue a buscar a Víctor Raúl Haya de la Torre. El Jefe al verlo se sorprendió, lo tomó del brazo, lo acompañó hasta la sala y lo sentó junto a él.
 
“Y tú qué haces en México” me dijo. “Soy el soldado desconocido, compañero”. La risa hizo sentir nuevamente la mirada de todos los presentes. Armando nos recordó del México Laico de Benito Juárez y que Víctor Raúl Haya de la Torre lo tomó como vertiente ideológica para lo del 23 de Mayo de 1923 en que se quiso imponer el Sagrado Corazón de Jesús al Perú sin respetar las otras religiones, “…como si en el Perú la católica fuera la única religión. Por esto se le atacó a Haya de ateo. El jamás fue ateo. Esa fue obra de nuestros enemigos”.
 
“Yo si soy ateo. Dios no existe” - dijo Armando - “pero creo en Cristo fervorosamente. Me siento un ateo-cristiano”. Solo opiné respecto a que Dios es cuestión de perspectiva y que “César Vallejo en su poema Masa afirma que Dios es la voluntad de la humanidad entera”. “Ten cuidado con el contexto Víctor” - me dijo – “es un poema antifranquista publicado en su libro “España, aparta de mí este Cáliz, uno de los mejores de Vallejo. En ella sacrifica la estética por el compromiso social y la ideología. Muy bueno Vallejo”.
 
El Patriarca, de barba blanca y mirada traviesa también nos habló de Ramiro Prialé: “…de un aprismo inagotable. Pocos conocieron su calidad de escultor en madera y su gran vocación de caricaturista. Lo vi hacerlos por miles en la cárcel por lo de 1948. Ignoro donde puedan estar. Espero que lo guarden sus hijos”.
 
Había llegado la hora de la despedida y debíamos dejar el hogar de Armando. Solo hasta ese momento pude entender porque mi padre nos repetía “el tiempo es el peor enemigo del hombre”. Era más de las doce de la noche.
 
La nieta adorada de Armando se había parado a nuestro lado con una carita de pocos amigos para que terminemos la conversación, pero el Patriarca aún tenía otra revelación. No se quería ir, nosotros tampoco. “Yo le escribí un Soneto a Ramiro” nos dijo. Entonces se puso de pie lentamente, soltó el bastón y lanzando su aliento con gestos para que todos lo sepan, empezó a declamarlo agitando sus manos libres. Era una plegaria, un canto que condensaba el valor intenso de Ramiro y su admiración dirigida al amigo y compañero gravado en aliento vivo y que siempre lo tiene a su lado.
 
Al despedirnos le mencioné que estaba conmovido por su gran lucidez. Y con esa agilidad que siempre lo caracteriza, agregó: “En mi vida solo he padecido lagunas freudianas, son las únicas y las que más satisfacciones me han dado”. La risa nuevamente fue total.
 
LAGUNAS FREUDIANAS
Víctor Raúl Huamán, aula_magna@yahoo.com
 
(*) Publicado en las redes sociales el 20 de julio de 2007.

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