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Martes 16 de abril 2013

Adiós a un gigante de la decencia y la lealtad

Por: Víctor Tirado
Adiós a un gigante de la decencia y la lealtad
Foto: www.pachamamaradio.org

14 de abril, fecha en la que las invictas banderas del aprismo se tiñeron de luto y el aprismo se lleno de congoja.

14 de abril, fecha en la que su familia, Lucy, la de toda su vida, su hija y nietos lloraron su partida, lloraron el inicio de si viaje definitivo a las estrellas.

Y es que este domingo 14 de abril paso a la eternidad y a la inmortalidad, nuestro Armando Villanueva.

Conocí a Armando cuando él era un joven  de un poco mas de 30 años y yo un niño de 13 o 14 años que visitaba a mi padre, prisionero político con Armando en la isla penal de El Frontón.  Ahí conocí a este gigante, revolucionario y luchador del aprismo por la justicia social, la libertad y la democracia
 
Mi padre salió de ese encierro y Armando salió al exilio y nunca más lo vi hasta 1956, cuando ingreso clandestinamente al Perú, ahí fue cuando lo reencontré.
 
Nuestro encuentro fue en Impacto, un combativo semanario que editaba otro gran aprista, Roberto Martínez Merizalde.  Hacía mis pininos en el periodismo cuando lo  reconocí, el no.  Le recordé que yo era el niño que había conocido en El Frontón.  Me abrazo, me pregunto por mi padre y se dio el inicio a una amistad, no obstante nuestra diferencia de edad, que duró físicamente hasta este domingo 14 de abril, que dejare de verlo, pero que nunca será olvidado.
 
Armando era un hombre de aspecto hosco, pero era más bueno que el pan. Era de los que gastaba el último dinero que podía tener en el bolsillo para invitarle un plato de comida a alguien que lo necesitara o sacarse el saco para darle abrigo a quien lo requiriera.
 
Con su partida se lleva con él 80 años de la historia del Perú y una vida ejemplar, paradigma de decencia, bonhomía y lealtad, demostrada durante sus 82 años de militancia y entrega incondicional a la causa del aprismo.
 
Armando se inició en la vida de lucha del aprismo cuando era un niño de 15 años, fecha en la que conoció a Haya de la Torre.  A los 19 años, después de participar en una intentona revolucionaria, sufre su primera prisión.   A partir de ese día se dio inicio a una trayectoria de lucha, sacrificio y lealtad que le hizo conocer las cárceles y mazmorras, desde El Frontón, hasta la Penitenciaría de Lima, desde el Sexto hasta todos los rigores de las prisiones de las dictaduras. También se convirtió en un turista obligado, a recorrer como exilado los caminos de América.  Desde Sánchez Cerro hasta Odría, fue un permanente preso o exilado  político.
 
Pero a pesar de eso y de sus vicisitudes, Armando no conocía del odio, ni la acrimonia ni la venganza. Días antes de su desaparición física pidió el indulto para Alberto Fujimori, su adversario político que clausuro el Congreso, del que entonces era miembro como Senador.
 
En su carrera política Armando alcanzo la Presidencia de la Cámara de Diputados y del Senado, ocupo el cargo de Presidente del Consejo de Ministros y fue Ministro de la Presidencia y del Interior. Pese a todo ello, murió sin haber recibido nunca un centavo como pensionista por sus servicios prestados a la nación. A Armando le faltaron dos años para tener ese derecho.  Muchas veces recibió el ofrecimiento de un acuerdo del Congreso para dicha pensión de gracia.  Pero Armando no lo aceptó. Se negó a eso y murió pobre y a la espera de lo que podía significar la venta de sus publicaciones, la última de ellas con Pablo Macera: “Arrogante Montonero”. Una vez escribí un artículo en el que decía que iniciaría una campaña para que se le otorgara esa pensión.  Me llamo y me dijo que si quería seguir siendo su amigo, me olvidara de eso y así lo hice.
 
Armando fue no solo mi compañero de partido, fue un hermano mayor y me dio muestras de ello.  Cuando estábamos en el primer gobierno del APRA, un diario me declaro la guerra y pedía mi salida de la jefatura del Sistema Nacional de Comunicación Social.  Yo estaba en Tacna y me llamó para decirme que regrese en el acto, “Te necesito acá a las 3 de la tarde”. Armando era Presidente del Consejo de Ministros.
 
Llegue a Lima y me entere que Armando había convocado a una conferencia de prensa. Me  invito a sentarme a su derecha y dijo: “He invitado a mi compañero para delante del periodismo ratificarlo en el cargo de Jefe del SINACOSO”, un cargo que era equivalente a Ministro de Informaciones. Ese era Armando, fraterno, leal a la amistad y un hombre cabal del que no volveremos a ver su sonrisa, ni sus comentarios inteligentes, ni sus gestos amables y cariñosos.
 
Allá va a reunirse con los suyos, con Víctor Raúl, Nico Mujica, Lucho Rodríguez Vildózola y todos lo que lo antecedieron en ese viaje sin retorno a la eternidad.

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