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Viernes 19 de abril 2013

Henrique: un voto de confianza

Por: Miguel Ángel Santos
Henrique: un voto de confianza
Foto: guardian.co.uk

Démosle a ese liderazgo que ha hecho lo impensable algo más que el beneficio de la duda.

Me ha costado mucho organizar mis ideas en torno a los resultados electorales del 14A y los eventos subsecuentes. He empezado un sinnúmero de veces a escribir y la mayoría (todas, en realidad, menos una) he caído de vuelta frente a la página en blanco. Acosado por los tiempos y por mi propia urgencia de ser honesto he decidido hacer lo que la mayoría de nosotros en tiempos de desasosiego: juntar mis certezas.

La hegemonía electoral chavista ha llegado a su fin con la desaparición física del líder. Henrique Capriles ha conseguido arrebatarles más de setecientos mil votos y muy probablemente alcanzar la mayoría. Lo digo sin necesidad de conocer al detalle los resultados. La oposición no cuenta con los recursos ni los mecanismos de movilización del gobierno, ni con la venia de las cabezas de las instituciones involucradas, ni puede ni cree en el amedrentar y perseguir empleados públicos hasta las propias urnas. En esas condiciones, con un REP adulterado y toda suerte de irregularidades, el CNE y los militares (ya vienen a ser una sola cosa) han declarado tablas. Sin duda, en unas elecciones libres no estaríamos hablando de dos mitades, sino de una mitad un poco más mitad que la otra.

Se resquebraja un mito, se refuerza otro. Ha quedado en evidencia que en estos términos hará falta reunir una mayoría más significativa de la que pudimos obtener el 14A. Mientras eso no ocurra tenemos pocas opciones para hacernos valer. Una de ellas es hacerle frente al malandraje natural y espontáneo típico en quienes sienten que se les ha movido el piso: marchar al CNE. Este escenario con alguna probabilidad hubiese provocado unos cuantos muertos. El líder opositor ha escogido una mucho más responsable y, acaso por eso mismo, menos probable. Ahora toca moverse en ese incómodo espacio que hay entre esa baja posibilidad de éxito y el encontrar una estrategia de salida que no desmotive ni desmovilice a esos cientos de miles que esta vez corrieron el riesgo de votar por nosotros.

Un poco más allá, el gobierno que se inaugura hoy está sustentado en una base frágil, no tiene liderazgo, tendrá que negociar y controlar sus diferentes facciones, y realizar el ajuste que la economía requiere tras el colosal desbalance del 2012. Debe resolver no sólo la inflación, los bajos salarios y el desabastecimiento de alimentos y medicinas, sino también la inseguridad y el deterioro de los servicios públicos. Lo tiene que hacer porque ya no cuenta con el liderazgo épico, el llamado a salvar la patria (cualquier cosa que eso signifique) por encima del propio bienestar ya no es posible. Un escenario bastante alentador para una oposición fortalecida, siempre que consiga salir bien de esta instancia inicial. Eso requiere mantener el sentimiento de que sí se puede ganar y resolver las dudas que estos días generarán en relación con nuestra capacidad de hacer efectiva esa victoria. Es difícil, pero no imposible. De hecho bastante menos difícil que asumir una elección que muchos considerábamos perdida y dejar el pellejo para ponernos ahí en donde estamos hoy. Démosle a ese liderazgo que ya ha sido capaz de hacer que suceda lo impensable algo más que el beneficio de la duda. Démosle un voto de confianza.

Nota publicada en eluniversal.com

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