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Viernes 19 de abril 2013

Juntando las piezas

Por. Víctor Robles Sosa
Foto: Captura Youtube

La actitud del presidente Ollanta Humala de felicitar a Nicolás Maduro por su “victoria” en un proceso electoral turbio es un grave error que ahonda la incertidumbre que se ha apoderado del país en las últimas semanas ante la aparente intención del Gobierno de dar un giro político hacia el estatismo chavista.

Los primeros en “reconocer” a Maduro fueron los países del “eje bolivariano”(que controla la Unasur),  China y Rusia, y luego la complaciente OEA. Los primeros y China por afinidad ideológica y porque reciben petróleo a precio ganga. Los rusos por ser sus proveedores de armas. A ellos se suman la dictadura teocrática de Irán y la de Corea del Norte.

Los países democráticos del mundo –Alemania, España, Francia, el Reino Unido, Estados Unidos, y muchos otros– han asumido una posición responsable al respaldar el pedido de la oposición venezolana para que se haga un recuento de los votos, pues el conteo opositor da como ganador a Enrique Capriles.

La reacción del chavismo es propia de quien se siente culpable. En vez de aceptar el recuento, como lo haría cualquiera que está seguro de haber ganado, se niega, persigue a la oposición, amenaza con encarcelar a Capriles, agravia a los países democráticos. Ha llegado al extremo de amenazar a España con expropiar a las empresas españolas en Venezuela.

El poder electoral venezolano está subordinado al régimen. También el Poder Judicial, el Legislativo, los organismos estatales de control. Las fuerzas armadas están politizadas, la autoridad tributaria acosa a las empresas que critican al régimen, sobre todo a los medios de comunicación. ¿Puede haber elecciones libres en este contexto?

Pero en la elección se ha ido más lejos: No se permitió la presencia de observadores electorales. El Gobierno y el poder electoral sometido solo autorizaron la presencia de “acompañantes” extranjeros dispuestos a avalar cualquier cosa. Se reportaron unas 3,000 irregularidades durante el proceso, entre ellas la presencia de chavistas que “ayudaban” a votar, y el abuso de los recursos del Estado a favor de Maduro. La TV estatal le dio 35 horas de transmisión al chavista y solo 23 minutos a Capriles. Cuando Humala reconoce a Maduro está avalando todo eso. Por ello la oposición democrática se negó a autorizarlo a viajar a la toma de mando espuria del chavista.

Pero hay aquí una suma de hechos: Humala reconoce a Maduro, promueve con su silencio la reelección conyugal, pretende restaurar el estado empresario, se cruza de brazos ante la parálisis virtual de las inversiones extractivas, militariza los puertos, es tolerante con la violencia antiminera, se calla ante el acoso contra las inversiones en el sistema interamericano de derechos humanos, etc. Si juntamos todas estas piezas, es evidente que el Gobierno ya está marcha atrás.

Humala cree que puede retroceder apoyándose en las encuestas y en los programas sociales, pero se equivoca. Los peruanos hemos sufrido demasiado el estatismo –miseria y corrupción–, y no estamos dispuestos a transitar de nuevo por ese vía crucis. Ya lo verá.

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