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Jueves 25 de abril 2013

¿Es buena o mala la estrategia de Capriles?

Por: Wilfredo Franco
¿Es buena o mala la estrategia de Capriles?
Foto: guardian.co.uk

El sistema integrado Líder único-Partido-Poderes Públicos que Chávez estableció, bajo la astuta dirección de su padre Fidel,  gracias a sus dotes histriónicas y la administración cuasi-personal de 700.000 millones de dólares petroleros, y gracias también al sistema electrónico electoral montado por el "imparcial CNE" de Jorge Rodríguez, ha sido heredado por una especie de cooperativa presidencial donde 6 o 7 personas deciden colectivamente bajo la sempiterna dirección de los Castro. Otra centena de personeros participan en la administración y usufructo del poder a través de altos cargos públicos, pendientes de las señas de la cooperativa presidencial. Un puñito de gente actúa como dueña del país, del Estado y de sus recursos.

Frente a ese estado de cosas ¿qué estrategias puede plantearse la oposición genuinamente democrática? No participar resultó en un fiasco mayúsculo que le sirvió a Chávez en bandeja de plata la selección personalísima de todos los diputados de la Asamblea Nacional y, a partir de allí, los cargos máximos en el TSJ, Fiscalía General, Contraloría General de la República y en el CNE. Es decir, la apropiación prácticamente "gratis" de todos los poderes del Estado.

La otra alternativa es participar, por supuesto, a sabiendas de que la lucha es contra el Estado y todos los poderes, contra el uso a mansalva de los recursos y dineros públicos y la manipulación de los procesos electorales, como se evidenció, y se ha documentado, en el referéndum revocatorio y en el proceso presidencial reciente. La tesis de que al participar se "legalizan" las vagabunderías oficiales no tiene asidero; muy por el contrario, participar ofrece la oportunidad de quitarle el velo a las irregularidades y abusos, dejar en evidencia el poco talante democrático del régimen ante el pueblo y la comunidad internacional, y avanzar en la conquista de voluntades. Esa estrategia no es buena ni mala, es la única posible en el contexto democrático y ha dado frutos y tiene muchos más que ofrecer.

La decisión de la verificación de los votos en el 46% de las urnas no auditadas el 14-A, por parte de un CNE presionado por mucho más de la mitad del pueblo caceroleando y por la comunidad internacional, salvo los chulos enchufados, debe considerarse un gran logro, independientemente de los resultados. Sencillamente porque se cae el argumento del sistema electrónico infalible, perfecto, el "mejor del mundo". Capriles y su equipo deben continuar mostrándonos a todos los venezolanos y al mundo, la realidad truculenta y abusiva que subyace bajo los triunfos electorales del oficialismo, sin que ello signifique la menor intención de dejar de participar. Muy por el contrario, la justa indignación ante el juego sucio debe ser la mejor herramienta para estimular la masiva participación, pues es esa, ni más ni menos, la clave para desenmascarar y forzar el desmontaje del mismo, y el avance hacia procesos eleccionarios cada vez más justos y transparentes, y hacia la real democracia.

A Chávez le tomó una década montar su sistema, a Capriles le va a tomar menos desmontarlo. Es más, en este momento, 70% de la población venezolana está convencida o, al menos, consciente, que "algo no anda bien" con nuestro "mejor del mundo" sistema electoral. Y como en el juego político en democracia de lo que se trata es de ganar o sumar voluntades, pues Capriles dispone en este momento del respaldo político del que disfrutaron CAP o Chávez en sus mejores tiempos, aun sin haber alcanzado la Presidencia. Y eso lo sabe el régimen, que se moverá como culebra pisada por el rabo en esta su última fase y tratará de erosionar ese respaldo como sea.

Concluyendo, la oposición democrática liderada por Capriles, lleva adelante su única alternativa de estrategia política posible, que ha resultado también la mejor. El régimen, presidido, ya no por Chávez sino por la cooperativa presidencial, podrá haber sido legalizada por el amasijo partido-poderes públicos, pero carece de la legitimidad que solo puede dar el ganar unos comicios limpios, donde se haya expresado en forma inobjetable, transparente y soberana, la voluntad del pueblo. Y ese no es el caso del 14A ni del régimen proclamado ganador. La historia continuará a pasos acelerados, pues la voluntad del pueblo se ha impuesto ya: Venezuela no será una Venecuba o una Cubazuela ¡jamás! ¡No!, señor Raúl Castro, Venezuela y Cuba "no son la misma cosa". ¡Ni lo serán! La lucha por limpiar y adecentar el sistema electoral debe acentuarse.

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