Alentado por las encuestas que le den un alto nivel de aprobación, la pareja gobernante ha superado sus temores de manejo gubernamental, que lo llevaba a no colisionar con el “estalishment” y se siente seguro para retornar a su génesis: radicalismo estatista. Ambiguo en el discurso, pero prolífico en la acción de generar condiciones normativas para incrementar la participación del estado en la economía nacional con control absoluto desde palacio de gobierno. Según mi entender no debe haber dudas que esto es solo la punta del iceberg de un proyecto político de largo plazo, donde la sucesión familiar ocupa lugar preferente, la petrolera estatal será la herramienta para el populismo y la caja fiscal la gran financista.
No trato de hacer tremendismo, solo hago una lectura realista de lo que ha venido haciendo el gobierno desde el inicio de su mandato, supuestamente quinquenal. Desde el mensaje que dio Humala al asumir la presidencia, se refirió a las empresas estatales. No solo por darle más importancia a Petroperú y Electroperú, sino de crear una aerolínea de bandera. Hubieron críticas, pero al exhibir un continuismo en la política económica y un trato flexible a los empresarios mineros, se le dio el respiro que necesitaba para no ser materia de una fustigación permanente. La clase empresarial le dio toda su confianza y los parlamentarios de oposición creyeron en el converso y dejaron pasar por alto sus pretensiones demagógicas lesivas a la caja fiscal, como el gasoducto sur peruano, la participación de la petrolera estatal en este proyecto faraónico con aporte desde la caja fiscal en calidad de fondo perdido, la pretensión que Electroperú construya una termoeléctrica innecesaria en Quillabamba y la responsabilidad de esta misma empresa en el febril proyecto del nodo eléctrico del sur.
A mí no me llama a sorpresa que se trate de comprar injustificadamente la Refinería La Pampilla S.A. (Relapasa) de la española y venida a menos Repsol, pero si de algo ha servido es para que los sectores que creyeron en la conversión “humalista” en los credos liberales despierten y se den cuenta que estemos ante un estatismo de la peor laya.
El referente del gobierno es Venezuela, no solo por el gesto político de pontificar la cuestionada reelección “chavista” con Nicolás Maduro a la cabeza, sino por tratar de emular un manejo populista utilizando a la petrolera estatal de instrumento. En tierras llaneras PDVSA ha soportado todos los excesos del poder político y en el Perú se empieza a hacer lo mismo con Petroperú.
No ha sido suficiente sostener soterradamente el interés de comprar Relapasa con discurso público del oficialismo que solo indagan y evalúan, mientras gonfaloneros oficiosos que fueron parte del gobierno en el gabinete Lerner, salen a defender en los medios de comunicación la aspiración. Guiños a la pareja gobernante para ser llamados nuevamente en esta segunda fase que se caracterizará por ser gestión estatista. Adicionalmente acaban de publicar el reglamento de la ley de modernización y fortalecimiento de Petroperú, con el decreto supremo 012-2013; donde queda completamente claro que quieren usar a esta empresa como vehículo para su proyecto político.
En el reglamento referido se establece que a sola firma del presidente de la república y los ministros de economía y energía, pueden embarcar a la petrolera estatal en encargos especiales, con fondeo del fisco incluido. No importará si hay o no rentabilidad, usarán la manida frase de inclusión social de pretexto. En adición al trabajador de la mencionada empresa le retiran el estatus de funcionario público, con lo cual podrán tener régimen salarial distinto a los trabajadores estatales y extraterritorialidad para rendir cuentas, pues la contraloría general de la república quedará al margen.
Se avecina una larga lucha en el terreno político, tanto en el parlamentario como fuera de él, en este tenemos que poner énfasis pues estamos a punto que cerca de veinte de años de sacrificio se pueden tirar por la borda, justo cuando el país empieza a despegar.