Renuncia Maduro

La mayoría del país siente que lo estafaron. Que detrás de la elección de Nicolás Maduro, como Presidente de la República existe todo un monumental fraude que se gestó desde las entrañas de un CNE que responde exclusivamente a los intereses del régimen. La negación de auscultar todo el proceso refleja el creciente temor del gobierno en que sean descubiertos. El pasado 14 de abril Venezuela se expresó de manera muy distinta a lo que indican unos resultados a lo que se les impide hacerles la verificación exhaustiva. El gobierno entiende que el hecho es apenas la punta del iceberg de un conjunto de cosas que pueden terminar por ensombrecer los triunfos de Hugo Chávez. Demoliendo la imagen de invencibilidad de su tótem ideológico. Gracias al trabajo del comando Simón Bolívar en abierta colaboración con la ciudadanía, se han conocido numerosísimas pruebas que rebaten el resultado electoral y por ende la proclamación de Nicolás Maduro como presidente. Si esto se comprueba estaríamos ante un primer magistrado nacional ilegitimo, siendo todas sus acciones irritas. Lo plausible entonces sería convocar un nuevo proceso electoral en donde todos los elementos sean saneados. Escoger un CNE integrado por venezolanos intachables que garanticen una gestión apegada a los principios de la ética. Eliminación de la inútil captahuellas, sacar de los listados electorales a más de quinientos mil muertos que votaron, acabar con los triples cedulados; así como excluir a miles de ciudadanos de otros países que sufragan en nuestros procesos. Permitir que en el exterior se abran nuevos centros de votación cercanos al sitio en donde viven nuestros connacionales. Aperturar un proceso de inscripción electoral en donde se promocione de manera agresiva lo importante que es el voto como herramienta ciudadana.

Otro elemento a considerar es la falta de capacidad de Nicolás Maduro para manejar esta crisis política e institucional. Sus primeras acciones fueron nefastas, echándole más leña al fuego debido a su falta de probidad para el cargo. Al verse desbordado por una nación que cuestiona se elección, voló a Cuba para recibir las instrucciones de manos de sus dueños. Hoy el régimen depende más de la elite habanera que antes, es una vergüenza para el país que tengamos un gobernante que admite con sus acciones que la presidencia de la república es demasiado grande para sus ínfimas capacidades. La crisis que toca los huesos de Venezuela, necesita de un estadista que conduzca por terrenos pantanosos. Alguien que sepa dialogar y tenga el poder de convocarlos a todos. En esta circunstancia es imposible que Nicolás Maduro sea ese hombre, teniendo además el hándicap de estar severamente cuestionado por su elección fraudulenta. Su administración nació herida de muerte y lejos de sostenerse se debilita cada día más.

Una buena salida para Venezuela, es sin duda la renuncia de Maduro. Se abrirían todo un proceso de saneamiento de las instituciones. Podría lograrse un diálogo entre todos los factores que hacen vida en la nación. No es una catástrofe que alguien salga del poder cuando una crisis lo desborda. En plena efervescencia de Watergate el presidente Richard Nixon, dimitió el 9 de de agosto de 1974; las instituciones fueron paulatinamente retomando su razón de ser y al final lograron robustecer al país. Asimismo en el año 2001 en Argentina, el presidente Fernando de la Rúa renuncia al cargo en medio de un fuerte estallido social por una grave situación económica. En las semanas siguientes se sucedieron en la Presidencia de forma interina Ramón Puerta, presidente del Senado, y los peronistas Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Camaño, hasta que el 2 de enero tomó posesión Eduardo Duhalde, elegido por el Congreso.

Con la renuncia de Nicolás Maduro, se realizaría un nuevo proceso eleccionario libre de sospechas. El actual presidente se libraría de una responsabilidad para la cual no está preparado. Obtendría el reconocimiento de muchos sectores que lo ven como un estorbo en la búsqueda de una solución.

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