El mundo al revés. Cuando las democracias pregonan un inmenso enjambre de funcionarios y comunicadores en la toma de decisiones, las redes sociales, Twitter, Facebook, entre las más conocidas, y muchas otras retransmiten lo que escriben primeros ministros y presidentes y ¡sanseacabó!, porque la comunicación ahora es directa.
Interesa poco el valor científico o la honestidad política detrás del mensaje, basta con que se haya recurrido al Twitter o Facebook. Y la pregunta es inmediata: ¿no es mucha majadería hacerse cómplices hasta de sandeces dichas sin mayor reflexión? ¿Desde cuándo una computadora reemplaza el ejercicio gubernativo que implica rigurosidad en las fuentes y conciencia sobre qué puede provocar la garrulería fácil?
A veces los medios "destacan" genuinos esperpentos emitidos por episódicos funcionarios a quienes hay que nominarlos como candidatos al bozal perruno. Lo que no está en tela de juicio es atribuir a lo que se dice en Twitter o Facebook, a manera de sentencias cortas, valor de juicio de Estado o muy serio pensamiento. Por el contrario, no pocos adefesios, aquí y acullá, se ha leído en las redes sociales.
La gente debe preguntarse ¿cuán cómplices son los medios que difunden boberías por el solo hecho de haber sido pronunciadas o -mejor dicho- escritas por presidentes o primeros ministros? Tengo la viva impresión que eso sí es dañino, porque "forja" la especie que si es reproducido en las redes sociales, entonces tiene valor cuando no pocas veces son contravalores y tonterías del más alto calibre.
Las redes sociales y la majadería guardan entre sí un parentesco cercano.
Nota publicada en larazon.pe