Foto: Referencial
Lamentablemente, pese a las leyes y campañas contra la discriminación, los actos de violencia contra quienes rompen el modelo de sexo tradicional, que polariza y reduce los géneros a masculino y femenino, goza de muy buena salud en el país; y si de homofobias se trata, ninguna tan perniciosa y arraigada como la que se ejerce contra los transexuales y travestis.
En efecto, la brutal golpiza que recientemente sufrió un transexual en la ciudad de Cochabamba a manos de seis taxistas, y la posterior negativa de tres centros policiales de atender su caso, revela de manera diamantina que aún son demasiados los sectores que se creen con el “derecho” de lastimar y “castigar” a quienes ponen en crisis la dicotomía hombre-mujer, revelando así su incapacidad para superar prejuicios y límites culturales.
El hecho ocurrió el viernes en pleno Prado, cuando Gabriela y otro transexual acudieron al rescate de su compañera, Chantal, quien estaba siendo agredida por un grupo de taxistas luego de reclamar el pago por los servicios que le había prestado a uno de ellos. Posteriormente trataron de escapar, pero Gabriela fue interceptada cuando abordaba un taxi, y los agresores no pararon de golpearla (incluso con una llave cruz) hasta romperle la nariz.
Tras el incidente, según cuentan las afectadas, ninguna de las tres reparticiones policiales a las que acudieron aceptó su denuncia, y tuvo que ser necesaria la intervención de la brigada parlamentaria de Cochabamba para que la Policía intervenga. Poco después los responsables fueron detenidos. Pero no por mucho tiempo, ya que fueron liberados luego de comprometerse a pagar los gastos médicos de la víctima.
Desafortunadamente la impunidad no es la excepción sino la norma en este tipo de agresiones. Según explica el presidente del colectivo TLGB, el 100% de los transexuales bolivianos ha sufrido algún tipo de agresión desde que decidió asumir esta opción sexual. No obstante, hasta hoy no se ha esclarecido ningún caso de maltrato ni de asesinato contra estas personas (entre éstos los de Luisa Durán, transexual que murió en Santa Cruz luego sufrir 52 puñaladas, y de Virginia Huanca, lesbiana que falleció con 14 puñaladas en El Alto).
Además de las agresiones y de la injusticia, cabe recordar que los transexuales deben lidiar con la angustia de no pertenecer a ningún lugar. Este proceso de aislamiento social, que repercute en su autoestima y adaptación, muchas veces provoca interrupciones en la escolarización y en el ámbito laboral, lo que desemboca casi siempre en la asunción de trabajos marginales, como la prostitución.
Urge, en este sentido, adoptar medidas no sólo para sancionar drásticamente a quienes agreden a estas personas, sino también para combatir la impunidad y contribuir a mitigar los sufrimientos e injusticias que cotidianamente padecen.
(*) Artículo publicado en el diario bloviano La Razón (14 de mayo de 2013)