[Colombia] Mirando el Pacífico

Se plantea también un reto para la administración Santos, que asume ahora la presidencia de la Alianza. Incorporar al Pacífico colombiano, azotado por la violencia y la pobreza.

A la Alianza para el Pacífico le han rendido sus escasos dos años de vida. Siete cumbres presidenciales –en el 2011: Lima en abril, Mérida en diciembre; en el 2012: virtual desde Bogotá en marzo, Antofagasta en junio, Cádiz en noviembre; en el 2013: Santiago en enero, Cali en mayo–; eliminación de visas y becas para la movilidad académica y estudiantil, fomento de la conectividad aérea, eléctrica, de infraestructura y del comercio electrónico; encuentro empresarial y anuncio de parlamento propio.

La Alianza trabaja en la libre movilidad de capitales y del comercio de bienes y servicios, en la articulación de mercados financieros, de bolsas y depósitos de valores. Busca generar capacidad de negociación con Asia Pacífico para intensificar los flujos de comercio e inversión y con Estados Unidos, ofreciéndole productos de mejor calidad y precio. Las agencias promotoras de exportaciones (ProChile, Proexport Colombia, ProMéxico y PromPerú) se disponen a compartir proyectos sectoriales y misiones comerciales en China, Corea del Sur, Japón e India, y a ofrecer en bloque sus productos o servicios en ferias y en macrorruedas internacionales de negocios.

A los actuales presidentes de los países fundadores les gusta presentar la Alianza como un proceso de integración más profundo, no reducido al comercio, y más eficaz que otros similares al ser capaz de concretar metas, ponerles cronogramas y revisar sus compromisos. Insisten en que la Alianza es un mecanismo no ideológico y en que no buscan ejercer un contrapeso a las tendencias encabezadas por Brasil o Venezuela. Al resaltar su carácter abierto, se muestran dispuestos a incorporar a Panamá, Costa Rica y ahora Guatemala, que pasarían de observadores a miembros si firman TLC con los cuatro fundadores de la Alianza.

En realidad, la Alianza es también una apuesta geopolítica, que se sella con la convergencia ideológica sobre el modelo de inserción, atracción de inversiones, apertura total de las economías y firma de tratados de libre comercio (TLC). Pero esa estrategia de inserción ha tenido efectos en las agrupaciones de integración. Los TLC de México y Chile con países centroamericanos o andinos y de Perú y Colombia con Estados Unidos contribuyeron al desajuste de los acuerdos del Sistema de Integración Centroamérica y de la Comunidad Andina, y han empobrecido regiones y sectores.
Ahí está el caso del TLC con EE. UU. Aunque un año es poco para medir sus resultados, que dependen también de otros factores, la tendencia que muestra es preocupante: crecieron las importaciones de Colombia, lo que afectó su industria, agricultura, empleo, ingresos tributarios, y desvió el comercio con los vecinos.

Entre muchos retos, dos son cruciales para la Alianza. No agudizar la fractura latinoamericana entre quienes desde el Pacífico defienden el libre comercio y aquellos países del Atlántico que rechazan los TLC. Y no reducir el desarrollo a la liberalización comercial ni atraer inversión a cualquier costo ambiental, laboral o social. Ahí están los efectos del extractivismo y el desastre en Bangladesh.

Se plantea también un reto para la administración Santos, que asume ahora la presidencia de la Alianza. Incorporar al Pacífico colombiano, azotado por la violencia y la pobreza. Indispensables son los esfuerzos en educación, el mejoramiento de la vida de las poblaciones costeras, la agregación de valor a las exportaciones, la infraestructura. Ojalá que los anuncios de programas para pequeñas y medianas empresas, así como del fondo para iniciativas ambientales, de ciencia, tecnología, desarrollo social e intercambios académicos, empiecen por aplicarse en esta orilla colombiana del océano a los sectores perdedores de esta estrategia de inserción.

(*) Artículo publicado en el portal del diario colombiano El Tiempo (24 de mayo de 2013)