Cuando se habla de educación en el Perú, no falta quien saque del cajón las diversas cifras que, lamentablemente, nos siguen demostrando que los niveles esperados aún siguen lejanos. Sin embargo, pocos tienen el atrevimiento de poner el dedo en una llaga sensible que son las cifras que contextualizan y generan que los niveles esperados no sean una realidad. No se trata de los maestros, de la capacidad de los alumnos, de los padres, etc. Hay factores fundamentales que pueden contribuir considerablemente a mejorar la calidad educativa y tienen que ver, evidentemente, con la calidad de vida.
El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) ha presentado hace unas semanas la última Encuesta Demográfica y Salud Familiar (ENDES) correspondiente al año 2012. Los datos brindados son preocupantes. Veamos algunas.
En el rubro de desnutrición crónica infantil (niños menores de 5 años) se puede ver una disminución en los porcentajes (de 19,5% a 18.1% entre los años 2011 y 2012); sin embargo, estas cifras se contrastan con el aumento porcentual en los casos de anemia que durante el mismo periodo incrementaron de 30,7% a 32,9%. Un aumento considerable. No hay pues un motivo de tranquilidad respecto al retroceso de la desnutrición crónica que, en las zonas rurales alcanza hasta un 37% de niños, siendo las regiones de Huancavelica (51,3%), Cajamarca (36,1%) y Loreto (32,3%) las que presentan mayores casos. Por otro lado, Puno es la región que registra el mayor índice de anemia infantil con 61,5% de casos. De terror.
Es imposible que un niño pueda desarrollar sus capacidades a plenitud si estas cifras se mantienen. Cualquier aprendizaje que se imparta en el aula, aún cuando el profesor sea el óptimo para cumplir la tarea, no cumplirá su objetivo toda vez que el receptor no se encuentra en la plenitud de sus facultades. La educación y la salud, aunque suene a verdad de Perogrullo, se encuentran directa y totalmente relacionadas. En ese sentido, las siguientes cifras también resultan alarmantes.
Los casos de mortalidad infantil (niños que mueren antes de cumplir un año de edad) brindan luces sobre la deficiencia en salud. El promedio nacional en el año 2011 era de 16 casos por cada 1,000 nacidos. En el año 2012, la tasa aumentó a 17 muertos por cada 1,000 nacidos. Pero no sólo alarma el aumento de este promedio, sino el hecho de que en zonas rurales esta cifra es mayor. De cada 1,000 niños nacidos vivos, 22 mueren antes de cumplir un año de edad.
En la misma línea, podemos reconocer que ha habido una leve mejora respecto de la vacunación infantil. En el año 2012, ha habido un incremento de 2,9% de casos en que niños entre 18 y 29 meses recibieron las vacunas correspondientes a su edad. Sin embargo, hay regiones que mantienen una deficiencia tremenda al respecto, como es el caso de Ucayali donde sólo el 60,1% se encuentra debidamente vacunado, Amazonas (60,3%) y Madre de Dios (62,3%).
Estas otras cifras, las que no corresponden al crecimiento macroeconómico tantas veces publicitado, pintan un panorama preocupante. Nuevamente, la brecha de desigualdad se hace notoria. No se puede pretender lograr un mejor nivel educativo si no se mira el escenario completo y, menos aún, si no se responde a las necesidades urgentes en determinados contextos. El plan educativo de la Gran Transformación consideraba una serie de aspectos en materia de una reforma integral que a la fecha no han iniciado. La pregunta es, ¿cuántas cifras más necesitamos para que esta transformación empiece a andar?