En medio de una semana con sucesos resonantes como la cita de líderes políticos en Palacio de Gobierno, las denuncias de reglaje a periodistas y políticos, la negativa al indulto humanitario del ex –presidente Alberto Fujimori y la victoria futbolística ante Ecuador, ha pasado medio disimuladito el rechazo a la eliminación del voto preferencial que se discutía en el Congreso.
La responsable de este acuerdo es, nada menos, que la Comisión de Constitución y Reglamento, con solicitud de archivamiento incluida. La mayoría allí lograda es hija de los contubernios propios de la falta de partidos políticos, contra la cual ha votado conjuntamente el oficialismo de Gana Perú y Concertación Parlamentaria/APRA.
Sin embargo hay temas que no se archivarán jamás. Uno de ellos es, precisamente, la defensa de la democracia. Y cuando se reflexiona acerca del debilitamiento de la democracia, se suele encontrar razones en la falta de institucionalidad, por ejemplo. Entonces debe recordarse que una de las instituciones fundamentales de la democracia son los partidos políticos.
Hay quienes consideramos que el “voto preferencial” hace grave perjuicio a la institucionalidad. Lo primero que logra el voto preferencial es hacer estallar la necesaria unidad de una institución política. Es tan perverso que, en palabras de Fernando Tuesta Soldevilla, “el voto preferencial desata una inevitable lógica fratricida” que conduce a que “el partido político quede incapacitado para desarrollar una campaña unificada, en la medida que cada candidato hace la suya.”
Es tan antidemocrático que promociona el individualismo sustentado en el dinero. Con el voto preferencial se busca financiar las campañas. No se busca quien enarbole mejor los ideales y sea capaz de concretar los objetivos propuestos por quienes decidieron organizarse y existir.
Es tan disoluto que autoriza la posible incursión de gentes a las que la política como tal les interesa un comino, pero que sí tienen intereses específicos que tutelar (no ideales, no proyectos). Si no los hay ya, por esa puerta pasarán delegados del narcotráfico, como ahora sí hay “empresarios” de negocios ilegales, profesionales falsos, y otros extorsionadores e inmorales.
Así se ensucia la política. Así se promueve que no sea un servicio a la sociedad sino un negocio. Qué importa entonces “invertir” unos cuantos miles de soles en la campaña. Una posible victoria dará poder y resarcimiento de los gastos realizados, no mediante los sueldos congresales (¡una bicoca!) sino por las influencias que se pueden ejercer.
Como bien ha señalado TRANSPARENCIA, éste no es un tema de carácter secundario y el Congreso debe asignarle un tiempo especial de debate. Así que no se trata de “archivarlo”.