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Domingo 16 de junio 2013

[Colombia] En defensa de los soplones

"Los funcionarios que han destapado secretas atrocidades no son traidores a la patria, sino personas solidarias con el bien común.", dice Daniel Samper Pizano en su artículo publicado en el portal del diario El Tiempo de Colombia este 16 de junio de 2013.
[Colombia] En defensa de los soplones
Foto: El Tiempo


Daniel Samper Pizano, autor de estas líneas


Cualquier día de 1972 me dijo un amigo que cierta persona quería alertarme sobre un inminente crimen ecológico. Acudí a una cafetería de la calle 19 para reunirme con la fuente anónima. Pronto se me acercó un tipo rubio, barbudo, grande y encorvado que no paraba de fumar. Era el jefe de Investigaciones de Inderena (entidad que manejaba los parques nacionales) y, luego de pedirme reserva de su nombre, me explicó que existía un plan para entregar las áreas principales del parque Tayrona a lujosas cadenas hoteleras. Derrotada su oposición de científico dentro del instituto, sentía la obligación de que los colombianos supieran lo que se avecinaba.

Fue así como empecé a averiguar y divulgar el proyecto de los superhoteles. La reacción de repudio fue inmediata y, al cabo de luchar largos meses, el gobierno de Misael Pastrana tiró la toalla ante la enorme presión en contra. Han pasado más de 40 años, mi informante falleció en el 2001, y puedo ya revelar la identidad de aquella fuente que salvó entonces el Tayrona. Se trataba de Jorge Hernández Camacho, apodado el ‘Sabio’, uno de los más brillantes científicos nacionales del siglo XX. Él entendió que, desbordados determinados límites, se agota la lealtad de un funcionario con un gobierno y prevalece su obligación con las leyes y el bien común.

Hernández tenía la marca de esos tipos valientes que, a sabiendas de que arriesgan el puesto, la libertad, el prestigio o la vida, denuncian una injusticia, un atropello o una abominación que conocen gracias a su trabajo. En inglés los llaman ‘silbatos de alarma’. En español, alguna prensa los califica de ‘soplones’, pero merecen un título mucho más honroso, como filtradores, informadores o atalayas, vieja palabra castellana que designa al hombre que atisba, descubre y avisa de los peligros.

A esa estirpe pertenecen Daniel Ellsberg, quien en 1971 sacó a la luz las mentiras del gobierno de Washington, que enviaba muchachos a morir en Vietnam pese a que ya sabía que la guerra estaba perdida; el sargento Joe Darby, quien en enero del 2004 decidió exponer las fotos y videos que probaban las torturas y humillaciones a las que eran sometidos los prisioneros iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib; el soldado estadounidense Bradley E. Manning, quien enfrenta pena de prisión perpetua por suministrar informaciones sobre la guerra ilegal que libraba su país en Irak y Afganistán; y el periodista australiano Julian Assange, quien recibió, ordenó y divulgó los materiales que le dio Manning. Assange está refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, gracias a la valerosa actitud del presidente Rafael Correa.

El último en la lista de alertadores es Edward Snowden, informático que acaba de revelar al mundo que desde hace siete años una agencia gringa almacena y clasifica millones de datos privados obtenidos de manera ilegal sobre el planeta entero. La razón es hoy la lucha contra el terrorismo. La habría sido ayer el comunismo. Mañana surgirá otro gran miedo como pretexto.

Los gobiernos acusan a los filtradores de traición a la patria, pero los verdaderos traidores son los que, con la disculpa que fuere, violan a escondidas las leyes, debilitan la democracia y ensucian los valores básicos de una sociedad. Por eso el magistrado sueco Stefan Lindskog defendió a Assange diciendo: “Se lo considerará una persona que difundió archivos clasificados en beneficio de la humanidad”.

Lo mismo dirá de los demás atalayas la sociedad agradecida.

ESQUIRLAS. La semana próxima comentaré el fallo judicial emitido por malquerientes de una conocida periodista que en su columna mencionó ciertas travesuras de cierto familiar de cierta funcionaria poderosa que logró el derecho de borrar trozos de los archivos del periodismo nacional, facultad que no cobija a los demás colombianos menores de edad. No digo más, porque, como están las cosas con ciertos magistrados, podrían prohibirme que escribiera.

Daniel Samper Pizano
cambalachetiempo@gmail.com

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