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REDES SOCIALES
Viernes 21 de junio 2013

La libertad personal y nuestros liberales actuales

Por: Otra Mirada
La libertad personal y nuestros liberales actuales
Foto: Difusión

En los últimos días han sucedido dos hechos en la política nacional que ameritan una reflexión sobre el tema de la libertad personal. Nos referimos a la frustración del sorteo para el servicio militar, ahora nuevamente obligatorio, y los proyectos de cambios legislativos en el Congreso en contra de la vida sexual de los jóvenes y las mujeres.
 
Uno creería que la actual hegemonía no sólo política sino cultural del neoliberalismo tendría incidencia plena en la economía y también más allá, en la libertad de las personas. Sin embargo, lo primero ya lo hemos debatido muchas veces, señalando que la libertad de los mercados no es tal y que se privilegian algunos mercados y algunos actores dentro de los mismos. Pero lo segundo, es tan o más delicado que lo primero. Porque aquí lo que domina no es un punto de vista liberal, por más prefijo neo que se le ponga, sino más bien una actitud conservadora que hunde sus raíces en la historia peruana. Esto es diferente, cabe señalar, de las posiciones liberales del siglo XIX, que lucharon por el Estado laico y los derechos ciudadanos.
 
El servicio militar, tal como ha estado planteado en nuestra historia republicana, es una forma de reclutamiento forzoso para hacer trabajo semi gratuito entre los sectores más pobres y desamparados legalmente de la población. Desafortunadamente, el reclutamiento forzoso para hacer trabajo gratuito o semi gratuito, es una forma de conseguir fuerza de trabajo cuyo origen se remonta a la mita colonial y está estrechamente ligado a la forma de dominación oligárquica durante la república que ha tenido en la servidumbre uno de sus pilares. No está demás observar en ello formas de opresión racistas y clasistas por parte del poder del Estado.
 
Nadie duda de la necesidad del servicio militar para contar con unas Fuerzas Armadas que velen adecuadamente por nuestra seguridad nacional. Pero en un Estado democrático el reclutamiento de personal subalterno solo puede darse de dos formas: a través del servicio militar obligatorio y universal, es decir que todos sin distinción entren al servicio; o que se formen unas Fuerzas Armadas de carácter profesional. Los ejércitos en el mundo evolucionan a lo segundo, dado el carácter altamente tecnológico de la guerra moderna. Este salto se empezó a dar en el Perú hace algunos años, cuando se dio un carácter voluntario al servicio militar y se señaló la necesidad de profesionalizar a las distintas fuerzas. Sin embargo, dados los pocos incentivos y las malas condiciones en los cuarteles, pronto estos se quedaron vacíos. La salida frente a este fenómeno no puede ser autoritaria, regresionando a las formas anteriores, sino, por el contrario, mejorando las condiciones del servicio para hacerlo atractivo a los reclutas. Entre ellas, brindarles el salario mínimo como estipendio, es un clamor que se debe atender. Si hay dinero para comprar armamento sofisticado cómo no lo va a haber para remunerar decentemente a los reclutas.
 
Asimismo, la vocación por vigilar la vida sexual de la población que tienen algunos políticos no es nueva. La influencia del fundamentalismo religioso parece que ha rendido sus frutos. El problema es que la catástrofe sanitaria y emocional que presagian las medidas que se han tomado es horrorosa. La prohibición de la educación sexual en las escuelas va a disparar el embarazo adolescente, a la par que promoverá la difusión de diversas enfermedades de trasmisión sexual a una tasa aún más preocupante que la actual. Por otro parte, el llenar de derechos al “concebido” por encima de la vida de la madre, buscando eliminar cualquier tipo de aborto incluido el terapéutico, no sólo es un afán controlista del cuerpo y la salud de la mujer sino que promueve los abortos clandestinos en pésimas condiciones sanitarias entre las más pobres.
 
Parece ser que hay políticos que han encontrado un filón en la promoción de una visión conservadora y autoritaria de la vida personal, a la cual no es ajeno el propio Presidente de la República. El aplauso fácil que se puede conseguir al comparar la necesidad del orden social con el orden de un cuartel o de un convento, es siempre a costa de recortar las libertades civiles y finalmente el régimen democrático. En los últimos años nuestra precaria democracia ha encontrado muchas dificultades para incorporar la movilización social como parte de su funcionamiento, es una lástima que ahora no pueda conjugar la libertad personal de los individuos con el ejercicio plural del poder político.
 

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