Hasta siempre, amigo Percy Ruiz

Dicen que cuando un amigo se va también se va una parte de nuestra vida, y es cierto. Es lo que hoy sentimos, querido Percy. Más aún cuando esta partida es repentina, temprana y a todas luces injusta con tu vida buena, compañero. Como que no nos diste tiempo para decidir qué era tuyo y qué era nuestro de todo lo que compartíamos, así que nos quedamos con todo. Con tu amistad, con tu ejemplo, con tu lealtad y con tu profesionalismo.

Nos quedamos, querido amigo, con tus convicciones y tus principios férreos, que siempre fueron un referente para nosotros. Nos quedamos con tu risa que emergía de tu cuerpo fortachón cuando festejabas las ironías de tus colegas y las tuyas propias. Nos quedamos con tu voz grave opinando: “No, director, ese titular es muy suave”. La misma voz que podía cantar un bolero a capela en cualquier cumpleaños.

Nos quedamos contigo, Percy, con toda tu humanidad. Toda tu alma buena y tu sencillez se quedan en la redacción del diario al que entraste novato hace 25 años y hoy dejas dirigiendo su más importante revista. Tus periodistas de Domingo sufren tu partida, así como todas las otras áreas de la empresa. No dejaste rincón que no sintiera tu ausencia, amigo.

Muchos periodistas, sobre todo aquellos que llegaron jóvenes y recuerdan tus consejos y guías en la sala de redacción, aquellos a los que enseñaste lo que es disciplina y rigor, aquellos a los que inculcaste la libertad y la independencia, sufren tu partida hoy, pero saben que tienen en tu recuerdo un guía que ya engalana la galería de nuestros referentes republicanos. Muy pronto una imagen tuya perennizará este sentimiento en la sala Mohme  Llona, querido amigo.

Estamos acostumbrados, compañero, a enfrentar la adversidad. Lo conversamos muchas veces, es parte de nuestra tarea. Es más, estamos acostumbrados a revelarla cotidianamente, pero en este caso se nos hace muy difícil.

Se nos hace difícil aceptar que nos adelantaste, que pusiste el pecho frente a nosotros, luchando de la mano de tu querida Elsa y acompañado de las oraciones de tus amadas Adriana y Natalia. Una batalla en la que tratamos de acompañarte sin éxito durante los 111 días que duró, días en los que vivimos varias veces la alegría de tu recuperación y el pesar de tus recaídas.

Déjame decirle a tu familia, a tu querida esposa Elsa, a tus adoradas hijas Adriana y Natalia, a tus buenos padres y hermanos, que fuimos testigos de tu amor y fidelidad, que fuimos testigos del gran padre, del buen hijo y del excelente hermano que eras, y que dejas una familia que, estamos seguros, se consolará en el recuerdo de un hombre que se hizo bien, que se hizo pronto y cuyo profesionalismo quedará inmortalizado en todos sus compañeros de trabajo. A todos ellos les extendemos nuestra mano solidaria y les damos nuestro fraterno abrazo.

Ya estás con papá Mohme, con Óscar Cuya, con Jorge Sedano y Jaime Ayala, con Christian Vallejo, Alfonso la Torre y Lucio Vílchez. Has partido antes y los que hoy sentimos consuelo en tu recuerdo solo queremos despedirte como se despide a los vencedores, como se despide a los guerreros republicanos.

Con un fuerte aplauso.