De cara a la sentencia de La Haya, que puede convertirse en uno de los hitos y por qué no victoria de la política exterior del Perú, nos encontramos también urgidos a una definición respecto de lo que será el eje de nuestra política exterior: el proceso de integración regional.
La fuerza que obtengamos de salir bien parados del diferendo marítimo con Chile debemos usarla para impulsar la integración en algún sentido. Tenemos en el horizonte a la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), una organización plural que integran países con gobiernos de distinto signo y cuya misión es integrar a las naciones del ámbito sudamericano entre ellas y como bloque con el resto del mundo. Está también la Alianza del Pacífico, constituida por los países que han firmado tratados de libre comercio con los Estados Unidos y otros bloques mundiales y que, según distintos comentaristas, es la antesala para la integración a un bloque mayor de naciones liderado por Estados Unidos: el Trans Pacific Partnership (TPP).
La pregunta entonces es ¿en cuál sentido? Tres escenarios parecen definirse y reclamar nuestra opción. El primero, la definición por UNASUR, entendida como proceso, que nos debería llevar en el mediano plazo a una integración tanto política como comercial de América del Sur con esta organización como vértice. Esto supone una convergencia de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) con el Mercosur, para avanzar la integración comercial que sea parte de la integración política mayor. Esta es la definición que favorecía Ollanta Humala en campaña y de la que parece haberse alejado en la actualidad.
El segundo, la definición por la Alianza del Pacífico, entendida esta como alternativa a UNASUR, porque en esta hay países que con distintos énfasis tienen modelos económicos distintos al neoliberalismo. Esta Alianza fue creada a iniciativa de Alan García en las postrimerías de su gobierno y es hoy favorecida por el fujimorismo y el resto de la derecha peruana que la considera ideológicamente afín.
Y el tercero, una articulación de ambas que es promovida por diversos sectores en los distintos países, sea por pragmatismo o sea por diferentes evaluaciones frente al rumbo de la crisis mundial. Por una parte hay quien confía en que la crisis obligará a la región a privilegiar, para sobrevivir, un esquema tipo UNASUR, por otra quienes no creen en la rotundidad de la crisis y apuestan a la continuación del liderazgo de los Estados Unidos y el padrinazgo velado o evidente que le da a la Alianza del Pacífico y por esta vía a la continuación de su hegemonía mundial vía TPP.
Frente a esta situación el gobierno de Ollanta Humala ha transitado por todos los escenarios y no parece que tuviera una definición sobre el tema. En la actualidad el Perú tiene la Presidencia Pro Témpore de UNASUR y los discursos de Humala en ese ámbito siempre parecen los de un fervoroso partidario del mismo. Pero también ha firmado recientemente el Tratado de la Alianza del Pacífico y lo ha hecho ratificar rápidamente por el Congreso, cuando ese documento nos indispone en la letra, como la ha señalado el congresista Manuel Dammert, con UNASUR. El viraje general del gobierno de Humala hacia la derecha nos podría hacer pensar que su definición es por la segunda de las opciones, pero de repente tiene una afirmación en sentido contrario que nos deja en la duda. ¿Cuál será el rumbo de nuestra política regional luego de la Haya? ¿Hay posibilidad de articular ambos caminos y cómo? El caso es que el tiempo se nos acaba y urge definir una opción para una política de Estado que va a afectar y mucho la vida de todos los peruanos.