Antonio Zapata -como Alberto Flores Galindo- pertenece a la estirpe de intelectuales socialistas, honestos con la realidad y la historia. No buscaron manipularla sino comprenderla y explicarla.
Esta precisión me parece clave para comentar su último artículo “La estatura de la izquierda”, respondiendo a Jaime de Althaus sobre los desafíos electorales y políticos de las izquierdas peruanas frente a un emergente capitalismo popular.
Contra la larga tradición ideológica de las izquierdas de negar la realidad, el reconocimiento de Zapata de la fortaleza del capitalismo las honra. Y aquí emerge –es mi tesis- la estatura ideológica de Haya de la Torre, que creo es el nítido sub-texto de todo el artículo de Zapata. Ya en 1978, en el mitin del 6 de enero, abriendo la campaña para la asamblea constituyente, frente a unas izquierdas duramente ideologizadas (maoístas, troskistas, albaneses, etc.) que daban al capitalismo casi por muerto, citando los antiguos versos alejandrinos El Viejo didácticamente les decía “los muertos que vos matéis, de buena salud gozan”.
Y es que el capitalismo llegó a América Latina como acertadamente señala Zapata “tarde y de forma incompleta. Cuando este sistema despegaba en Europa, en el Perú apenas involucraba a pocos individuos”. En su libro de debate ideológico “Comunistas Criollos” (entendámoslo más precisamente Estalinistas Criollos), Manuel Seoane demostró con cuadros estadísticos y un sólido razonamiento progresista, que el capitalismo en el Perú era incipiente y que su naturaleza era muy distinta a la europea pues aquí llegó como la primera fase del imperialismo.
Esta peculiar situación histórica es la que explica la crisis de la República Aristocrática (Flores Galindo y Manuel Burga. 1987) y la emergencia de movimientos y acciones de masas inéditos hasta esa época, dando origen a los partidos de izquierda, particular y principalmente al aprismo, como movimiento de democracia social, obrero, popular y estudiantil.
El centro del debate con las izquierdas comunistas y la III internacional de esa época fue el rol de las clases medias en el Frente Único. La dependencia ideológica de las izquierdas las hizo ver como un avance de una burguesía nacional pro imperialista, sin reconocer su profundo rol anti imperialista y democratizador.
Vista la historia en perspectiva, es claro el rol anti imperialistas que tuvieron las clases medias en la economía de enclave de principios del siglo pasado, como ahora -en una etapa de globalización del mercado mundial- de aportar competitividad, mercado nacional, inclusión y una fuerte democratización de la sociedad. Las clases medias siempre fueron actores del campo popular y del Frente Único.
Discrepando del optimismo de Zapata, tengo mis dudas que las izquierdas socialistas puedan dejar sus antiguas muletillas y odios ideológicos. Entre los libros de dogma y la realidad, siempre escogieron los primeros.
Por ello, la pregunta que hace Zapata ¿Cuál es la izquierda que necesitamos en el Perú para este período neoliberal, que emerge junto a un fuerte capitalismo popular? es una pregunta fundamental.
Para comenzar a responderla, Zapata razona acertadamente de manera relativista: “Las izquierdas tienen que hallar una fórmula que represente los viejos ideales adecuados a las condiciones actuales”, adscribiendo implícitamente así al Espacio-Tiempo-Histórico propuesto por Haya de la Torre. No hay otra forma de abordar los desafíos de la justicia social en los tiempos actuales. Es una política de realidades la que necesitamos.
Contra el supuesto de ser una tarea por realizar, esta ya es una tarea abordada por la izquierda democrática social (o socialdemócrata para tratar de emparentarnos con las tendencias y con el estado de discusión mundial) del aprismo, especialmente en su 2do gobierno. Para explicarlo, ataquemos el punto neurálgico y analicemos el modelo económico, motejado por las izquierdas pasadistas de “neoliberal”. El aprismo apoya la continuidad del actual modelo económico de economía de mercado por dos razones:
La primera, porque está impulsando el proceso de reducción de la pobreza y de inclusión social más importante de nuestra historia. Desde una perspectiva revolucionaria, ello hace subordinar el hecho que también signifique una mayor ganancia de la burguesía nacional y de la burguesía internacional. Este cambio es de tal magnitud que -por ejemplo- el estudio de Richard Webb muestra cambios estructurales en la economía rural más pobre del país, sin paragón ni medida, movidos por factores de comunicación y conectividad al mercado (Webb, 2013).
En esta línea Zapata también toma el toro por las astas y señala que “la inversión no es nuestro enemigo, sino la injusticia”, “Es más, alentamos las aspiraciones de la gente a enriquecerse en libertad”. En este punto, vuelve a emerger la figura de Haya de la Torre que en el año 1945 del siglo pasado, es decir hace 68 años, afirmó adelantadamente para su tiempo “En el Perú no se trata de quitar la riqueza al que la tiene, sino crear riqueza para el que no la tiene”. ¿Debo recordar todos los agravios y filípicas ideológicas que recibió de las izquierdas pasadistas por haber dicho esta frase, tan actual antes y ahora?
Segundo, porque muchos indicadores parecen apuntar que parte del problema principal para la equidad, la inclusión y la justicia social en el Perú es el Estado. Ese Estado burocrático, lento, con altos grados de corrupción, con sectores asociados a intereses mercantiles, con servicios públicos básicos reproductores de las condiciones de pobreza de los sectores más pobres, es el Estado que las izquierdas socialistas quieren defender y ampliar (recordemos al SUTEP y Patria Roja analizados por Nicolas Lynch como expresión de la mediocridad y del pensamiento arcaico en la educación peruana). Nuevamente Zapata acierta al señalar que el “enemigo” a vencer es justamente el “Estado corrupto, normalmente servicial con el poderoso y abusivo con el pobre”. Parafraseando al propio Zapata, la tarea es hallar una fórmula que re-piense el estado Anti imperialista de los años 30, a un Estado Nacional y Popular en la época de la globalización.
Casi 90 años después, las izquierdas socialistas siguen entrampadas en sus mismas viejas concepciones y dilemas. Para crecer, deben dar varios pasos adelante abandonando las fórmulas de sus viejos ideales.
Pasos que apuntan en la ruta señalada y predicada ideológicamente por Haya de la Torre.
¡Si las izquierdas hubieran entendido esto en los años 30!